Edición 8

Una película bastante olvidada

Por Santiago Calori

Hay pilas de películas “tapadas”, de esas que si las ves flashás, pero tenés que llegar a ellas. Y llegar no es complicado: están ahí para ver, solo necesitás que alguien te señale cuál sacar del estante.

¿De qué estoy hablando? ¿Qué me pasa? ¿De qué película voy a hablar? 

Bueno, ahí vamos.

En el primero de los dos capítulos de Cinefilia Ninja con el querido Fernando Martín Peña, hablamos del coleccionismo en fílmico, y de cómo a veces el coleccionista se conforma con lo que encuentra y no con lo que quiere. Y es justamente en esa tómbola que él se cruza con una película que considera «no le debía nada a Hitchock».

Esta semana voy a hablar de una tapada de la serie B, de un film noir que no se autopercibió como tal hasta que críticos de otro país le dijeron que lo era y una película que rara vez aparecen en los top diez, cincuenta o cien de nadie.

Y lo voy a hacer en dos partes: una primera, que es para cebarte y que la vayas a ver y una segunda que es para que leas después de haberla visto.

“Pero: ¿dónde se consiguen todas esas películas, de dónde las bajo?” Bajá la ansiedad que para eso también hay respuesta.

Esto leelo antes de verla

Prisionera del destino (My Name is Julia Ross, 1945) es una película clase B de mediados de los cuarenta.

¿Qué es una película clase B? Qué suerte que lo preguntás.

Haciendo corta una historia larga, se podría decir que una película B o de la serie B o de clase B es una film que fue pensado como un complemento de una un film A, o comercial o más prestigioso, para ser exhibido en un doble programa.

Una película B no es ni buena ni mala ni de ningún género en particular. Tiene una sola particularidad y es que es corta.

El grueso de la producción de películas clase B fue durante la época dorada de Hollywood. A grandes rasgos, desde sus inicios hasta más o menos principios de los años 60. En general empezaron a ser producidas por estudios menores dentro de la industria, hasta que los grandes vieron el filo y también se subieron.

Decía hace un momento que no eran de un género en particular: grandes westerns o film noirs se filmaron como Bs y varios actores y directores que terminaron siendo muy famosos empezaron en este circuito.

Y yendo a lo realmente importante y sólo para reforzar: una película clase B no es mala, ni de terror, ni de extraterrestres, ni para reírse y nunca (pero nunca, eh) fue filmada después de los primeros años sesenta.

Entonces, repetí conmigo: El vengador tóxico (1984) no es “re clase B”, El regreso de los muertos vivos (1985) no es “re clase B”, Un buen día (2010) no es “re clase B”, y así hasta las náuseas.

De hecho, el “re clase B” es un estupendo termómetro para pelotudxs, pero de eso vamos a hablar en otra ocasión, porque–

Prisionera del destino es también un film noir.

¿Qué es un film noir? Bueno, voy a tratar de explicarlo corto.

Un film noir es, esencialmente un policial, filmado generalmente con bajo presupuesto y basado en alguna novela negra que Hollywood produjo a destajo durante los años cuarenta y cincuenta, que debía mucho de su estilo sombrío al expresionismo alemán.

Lo realmente interesante del film noir, igualmente, es que no tuvo importancia mientras sucedía ni se autopercibió como tal hasta la llegada de la escuela de crítica francesa con la revista Cahiers du Cinéma, que le dio a esos “policiales con bajo presupuesto y pretensiones de gran público” un marco teórico y una importancia histórica. Pero eso, queridx, eso también es para otro momento. Porque estoy acá para hablar de una sola película.

Decía entonces: Prisionera del destino es un film noir de la serie B que terminó jugando en primera.
Está dirigida por Joseph H. Lewis, que venía demostrando cierto talento para la composición y la dirección con una serie de westerns de poco presupuesto pero mucha idea visual, está basada en la novela La mujer de rojo de Anthony Gilbert, que en realidad era una autora llamada Lucy Beatrice Malleson y escrita por una guionista muy prolífica en la época llamada Muriel Roy Bolton. Guardá este dato, que te va servir después.

La película, ya lo dije como cien veces, se filmó con casi nada de plata y se pensó como un complemento a una película más grande. Fue la respuesta de la crítica y los estudios previo a su estreno que la pasó de B a A.

No era la primera ni la última vez que pasaría algo así: Jacques Tourneur con La marca de la pantera (Cat People, 1942) había corrido una suerte similar años antes y Nicholas Ray con Sendas torcidas (They Live by Night, 1949) algunos años después, por nombrar solo a un par.

Y como pasó con Tourneur antes y con Ray después, fue el ojo de Lewis, su idea visual de alguien que se acerca por afinidad y admiración a los thrillers más elegantes de le época, lo que convirtió a esta película en el “Hitchcock honorario” que es incluso hasta hoy en día.

Tras el éxito de Prisionera del destino, Lewis siguió sacando film noirs como si no hubiera mañana hasta llegar a Vivir para matar (Gun Crazy, 1950), la que muchos consideran su obra maestra, aunque su prestigio como auteur noir y de bajo presupuesto llegó bastante después.

Tiene una línea argumental bien simple: Julia Ross (interpretada por Nina Foch) es una chica necesita trabajo y, tras una entrevista laboral consigue uno como secretaria cama adentro de un millonario excéntrico que vive en una mansión alejada. Llega el primer día de trabajo, y se despierta dos días después no recordando nada con todos llamándola por otro nombre.

La película trabaja sobre el concepto del gaslighting, una práctica abusiva mediante la cual una o más personas intentan hacerle creer a alguien que lo que dice o piensa es producto de su imaginación.

El gaslighting no era algo nuevo, incluso para los años cuarenta. De hecho, era algo muy común en las películas de posguerra. Hay varios estudios que endilgan al fenómeno de la mujer dejando de ocupar el puesto de un hombre que volvía de la guerra en una fábrica para ser esclava de las tareas domésticas la proliferación de este tipo de historias en este período.

Pero si vamos a la data dura, podemos decir que el fenómeno roba su nombre de la obra de teatro Gas Light de Patrick Hamilton de fines de los años treinta, adaptada al cine por Thorold Dickinson en Inglaterra como Luz de gas (1940) y por George Cukor en Hollywood como La luz que agoniza (1944) y siguió hasta nuestros días con ¡Muere, muere, querida mia! (Die! Die! My Darling, 1965) de Silvio Narizzano, El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968) de Roman Polanski, Los demonios (The Demons, 1970) de Ken Russell y, saltando en el tiempo para no hacer eterna la lista, hasta Unsane (2018) de Steven Soderbergh.

Julia entonces deberá debatirse entre su verdad y la extraña conspiración que la rodea, donde todos no sólo quieren convencerla de que está loca, sino de que además es otra persona.

Bueno, ahora andá a verla y volvé después. Si querés seguir leyendo, podés saltar a los avisos parroquiales.

Mirá si viviremos en una época hermosa, que alguien la subió en una calidad de aceptable para arriba en YouTube. Igual, está por ahí* en remil hache de si la sabés buscar.

Esto leelo después de verla

Ahora que la viste: ¿está bien, o qué?

La película tiene a la fecha 75 años y fuera de dos o tres cosas se sigue siendo asombrosamente moderna… ¿Cómo puede ser?

Por empezar cuenta la pesadilla desde la primera persona. El público es Julia, el público sabe su verdad, el público quiere que se salve.

Por otro lado está Lewis, que a pesar de tener dos mangos para filmar, los estira y hace que no se note. Aprovechando al máximo los exteriores que tiene, para después darnos una película encerrada que no se siente teatral en ningún momento y con un uso de sombras para efecto dramático que si bien era común en el género, acá es realmente un lujo.

Dije antes que guardes el dato de que la película estaba escrita por una guionista y basada en la novela de una escritora. Ahora es el momento que lo usamos. 

Porque el film se ocupa de romper la mayoría de los arquetipos (perdón pero en mi época al “tropo” se lo llamaba así) del film noir con buenas ideas.

Prisionera del destino no es sobre un detective privado del bajo fondo que tiene que salvarse con una última oportunidad ni sobre una femme fatale que… Es sobre una heroína en peligro que lleva la acción y se salva sola, en una película que por momentos la acerca al melodrama y por momentos al horror más gótico.

Y una más que no es para nada menor: una heroína que está parada en el lugar y momento incorrectos, algo sobre lo que Hitchcock construyó una carrera entera.

Y si querés que me ponga polémico ahora que la viste: poné este final al lado del de Vértigo (1958) y– 

¿Sorprendidx? Lo imaginé.

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