Miralos MorVIP 15

Era por abajo, Gaspar Noé

Por Santiago Calori

Ya pasaron como 20 años del Nuevo Extremismo Frances (NEF, de acá en adelante) y es hora de que nos preguntemos de dónde salió, por qué ocurrió y qué fue de el.

Pero, como aprendimos en ediciones anteriores, los movimientos fílmicos no aparecen de la noche a la mañana ni «porque sí». No es que «justo a todos se les ocurrió filmar tal o cual cosa» sino que tiene que ver con cuestiones políticas, sociales y hasta a veces económicas.

Del mismo modo que el Nuevo Cine Argentino (tanto el de mediados los años sesenta como el de fines de los años noventa) nació en oposición al estado de las cosas, con el deseo de una pila de realizadores de hacer un cine que los representara y, de alguna manera, pateara el tablero del establishment cinematográfico de la época, el NEF apareció en una época tumultuosa y se consagró como el segundo movimiento más importante en salir de Francia desde la Nouvelle Vague.

¿Exagerado? Puede ser. ¿Tengo pruebas de eso que estoy diciendo? Ni una. ¿Estoy dibujando una teoría sobre la marcha? Bienvenidx a Míralos Morir (?)

El término extremismo francés (o «French extremity» para ser más exacto) viene de un artículo en la revista Artforum donde el crítico James Quandt trataba de agruparlas un poco y encontrarles un sentido. pero, como pasó con gran parte de la crítica cerebral en el momento, meó fuera del tarro.

Porque se puso a trazar un paralelo entre esta nueva generación de directores y a contraponerlos con los de la Nouvelle Vague, algo que no estaba mal per se, pero los argumentos que los alejaban eran justamente los que hacían que la cosa fuera una ensalada.

Quandt no veía en esta nueva generación de provocadores una preocupación por el estado de la cultura y las cosas en la Francia que se estaban filmando. Y ahí es cuando el argumento se vuelve completamente inválido. Paso a explicar.

La crítica de cine «seria» o «inteligente» (sé que estás notando el entrecomillado, pero igualmente lo marco) tiene un odio por todo lo que se parezca a cine de género. Y si bien cada tanto y a tiempo vencido se ponen a «valorar» cosas que venían siendo valoradas hacía décadas por cinéfilos menos preocupados por el qué dirán, el género en general y el terror en particular siempre serán en su mente «artes menores.»

Y como tales, el pensamiento de «Mirá si una película de terror va a cambiar algo narrativamente o comentar sobre el estado de las cosas» es lo primero que les sale. Pobres, algunos nacen así, con el corazón ortiba (?)

Lo que Quandt no vio cuando se puso a mezclar peras con bananas y a decirnos «Pero Godard era mejor» era todo lo que estaba pasando alrededor de este cine y de Francia a principios de la década del 2000.

Por empezar, y fuera del territorio francés, el ataque del 11 de septiembre había puesto en occidente cosas que solo pasaban en oriente medio (muchas veces por culpa de occidente, ya que estamos, pero bueh). La visceralidad de los ataques y recrudecimiento del terror al «distinto» se convirtieron en moneda corriente, máxime en Francia un país con una inmigración de medio oriente enorme.

A la crisis global, había que sumar la crisis particular: Francia estaba en un momento económico difícil y sucesivas presidencias y paros generales enormes no parecían encontrarle la vuelta. Ese desencanto, sumado al terror anteriormente citado, fueron un cóctel explosivo, que generó semanas enteras de enfrentamientos entre manifestantes y policías y estallidos sociales de variada calaña.

Y ahí, justamente ahí, en el medio de todo eso, es que las películas de terror justo, de casualidad, nada que ver Godard (?) se empezaron a poner más ásperas: un dato que Quandt no hubiera podido señalar ni que este se hubiera vuelto cartel de neón y se le hubiera puesto adelante. En fin.

Si tuviéramos que trazar un período histórico de nacimiento, auge y caída del NEF deberíamos ir desde principios hasta fines de la década del 2000. «Duró un montón»… Más o menos: no fueron tantas películas. Una cosa es segura: fue intenso.

Y lo que empezó con películas difíciles de digerir con escenas sexuales algo explícitas, como Baise-Moi (2000) de Coralie Trinh Thi y ¡Virginie Despentes!, Pola X (1999) de Léos Carax y, mal que me pese, Solo contra todos (Seul contre tous, 1998) de Gaspar Noé no tardó en convertirse en un monstruo completamente distinto.

Porque las películas empezaron a parecerse a sus primas mayores de Estados Unidos, y ahí fue donde la cosa levantó vuelo realmente.

Basándose no en los slashers propiamente (Noche de brujasMartes 13) sino en las películas que de alguna manera habían actuado como sus antecesoras directas, el NEF le dio una vuelta de tuerca a un género que, por aquel entonces, se creía muerto y sepultado.

Esta nueva camada de directores parecía estar más interesada en películas como Pánico a medianoche (Last House on the Left, 1972) de Wes Craven o El loco de la motosierra (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) de Tobe Hooper: y parecía que iba a construir desde ahí.

Y caray que lo hicieron: así fue como aparecieron algunos de los títulos más famosos de este movimiento, como Alta tensión (Haute tension, 2003) de Alexandre Aja, À l’intérieur (2007) de Alexandre Bustillo y Julien Maury y Martyrs (2008) de Pascal Laugier a las que, con algunos títulos más, podríamos llamar tranquilamente «el terceto peculiar» de este movimiento fílmico.

Analicemos un poco a esas tres. Y si no las viste, andá a verlas (esto es: si estás para un espectáculo fuertón) y volvé a leer. Antes que vayas, te dejo esta breve advertencia:

Como esta semana se leyó en redes sociales un intento de cancelación a Taxi Driver (1976) por el personaje de Jodie Foster, me pareció pertinente que lo transformemos en un mantra: las películas muestran cosas con las que no necesariamente están de acuerdo. Si seguimos con ese criterio, vamos a terminar cancelando La lista de Schindler (1993) por nazi y capaz «no es tan así» (?)

En fin, vuelvo…

Primero que nada: perdón por haberte hecho pasar por eso. Lo más notable que tienen las tres películas es una reversión o, si se quiere, subversión que hacen de uno de los estándares del slasher. Y esto es: qué pasa con la final girl.

¿Y qué corno es la final girl? Lxs pacientes tienen premio: es un término acuñado por Carol J. Clover en su libro Men, Women, and Chainsaws: Gender in the Modern Horror Film (si, el cine de terror también tiene ensayos sociológicos) y se refiere a la última chica viva que termina enfrentando al asesino o mal que la película de terror le plantea. Existen varias iteraciones de la final girl, pero en su origen más primitivo, era aquella que no había sucumbido ante el pecado y, por ende, era la elegida para llevar adelante la justicia, venganza o lo que el guion necesitara. Conforme pasó el tiempo, ciertos permisos fueron cambiando y no debía llegar tan casta al enfrentamiento final.

Hecha esta explicación, sigo: lo que hicieron los franceses, y si tenés las películas frescas vas a flashar, es la idea de construir una final girl, que vos entres en ese contrato tácito y recién en el tercer acto, donde estamos esperando que «haga lo suyo» convertirla en eso que acabás de ver.

Puede parecer chiquito, pero creeme que no lo es ni de casualidad.

¿Y qué fué del NEF, a todo esto?

Para fines de la década la cosa ya había pasado de moda. El torture porn estaba a la baja en Estados Unidos y los franceses no parecían muy dispuestos a seguir sufriendo tanto en lo social como en las salas de cine. Varios de los directores del movimiento se fueron a Estados Unidos a filmar cine de género (siendo quizás Aja el más consecuente con su obra) y la llama se apagó.

Los que lo extrañamos un poco tuvimos un breve momento de ilusión hace un par de años con aparición de la genial Raw (Grave, 2016) de Julia Ducournau y de Revenge (2017) de Coralie Fargeat, pero la cosa, hasta ahora, quedó en díptico.

Peeero, si no te bastó con esas tres y con las otras que fui nombrando, te dejo un top five de NEF para que llenes tu semana de gozo. Sin un orden particular:

La humanidad (L’Humanité, 1999) de Bruno Dumont

Un proto NEF, con varios de los condimentos de los que se iba a valer posteriormente el género, pero más cercana al circuito de festivales y «cine bueno». Una patada en las pelotas, de todas maneras. Es como si todos esos thrillers de nordic noir fueran realmente shockeantes.

Frontière(s) (2007) de Xavier Gens

En medio de una serie de enfrentamientos entre manifestantes y la policía, un grupo de ladrones se escapa de Paris y terminan encontrando refugio en el lugar menos pensado. Si cuento más te la arruino y creeme que no te la quiero arruinar.

Calvaire (2004) de Fabrice du Welz

Esta entra con un poco de trampa, porque es mitad belga y mitad francesa. Un viajante llega a un pueblo y los del pueblo, bueno, es una película de terror, claro. Una reexploración del horror rural á la El loco de la motosierra, pero que por momentos se anima a doblar la apuesta.

Ils (2006) de David Moreau y Xavier Palud

Una pareja vive en el medio del campo. En la quietud de la noche, aparecen unos encapuchados que le complican bastante la vida. Quizás viste Los extraños (The Strangers, 2008), pero si leíste los años de las dos, ya te habrás dado cuenta de lo que pienso.

Demonlover (2002) de Olivier Assayas

Quizás la más Cronenbergiana del lote y un buen ejemplo de hasta donde estaban preparados para tolerar los espectadores y festivales más promedio con este tipo de películas. No es poco, eh. Pero es distinto. Muy distinto.