Míralos MorVIP 2
Un montón de Bruce Lees
Por Santiago Calori
La verdad que bien podría empezar haciendo una breve explicación de qué es el cine exploitation para los que no estén en tema.
Mentiría si dijera que no la hice mil veces, y podrás seguramente encontrar varias versiones de esta misma historia en otras ediciones, en mis podcasts, etcétera, pero ahí va.
El exploitation o cine de explotación es un género no muy bien definido donde entra todo y nada a la vez. Son películas que, a la luz de un evento particular, deciden tocar determinados temas, muchas veces gruesamente y, casi invariablemente, con bajo presupuesto.
Vamos con un ejemplo simple: se estrena Tiburón (Jaws, 1975) y funciona muy bien. Salen poco tiempo después películas de tiburones muy chotas que quieren comer de esa taquilla.
La droga, la delincuencia juvenil o el aborto son temas tabú (bueno algunos lo siguen siendo) y salen una pila de películas que, para poder hablar del tema, lo condenan.
Se podría decir que el cine de explotación tiene esos dos vértices: el aprovechamiento y la condena. No siempre las cosas van de la mano, no siempre se cumplen todas las reglas.
Existen películas exploitation modernas, existen antiguas, existen conscientes e inconscientes y es un terreno muchas veces árido de ver, pero a la vez muy disfrutable.
Quizás la mejor explicación de este tipo de cine sea una línea de diálogo de The Amazing Transplant (1970) de la querida Doris Wishman: «Estaba asqueado y fascinado a la vez… No quería mirar, pero no podía evitarlo.»
Bueno, hecha la explicación, vamos con lo que venía a contar.
Año 1973. Bruce Lee moría de golpe (si la quieren sumar, en circunstancias muy extrañas, pero la partida de defunción dice que fue una mucho menos emocionante reacción alérgica a un componente de un calmante para dolores) y empezando a ser una estrella en su Estados Unidos natal (sí, Bruce Lee era yanqui) y su Hong Kong por herencia familiar.
El cine de artes marciales de Hong Kong, que tanto venía peleando en el terreno de las artes marciales con producciones como las de los Shaw Brothers y Raymond Chow desde hacía por lo menos una década y media, finalmente empezaba a dejar de ser un fenómeno de nicho y podía tener proyección internacional con la cruzada de charco que había hecho Bruce para actuar en algunas de sus películas.
Claro que todo este mundo de beneficios era posible solo con Bruce Lee vivo.
Y Bruce tampoco había filmado tantas películas. Su filmografía oficial previa a su muerte constaba solo de cinco títulos: El gran jefe (The Big Boss, 1971), De la China con furor (Fist of Fury, 1972), El regreso del dragón (Way of the Dragon, 1972), Operación dragón (Enter the Dragon, 1973) y la póstuma El juego de la muerte (Game of Death, 1978).
Y en esa última, justamente, es dónde me voy a detener un momento.
Lee filmó algunas escenas de El juego de la muerte y tuvo que interrumpir ese rodaje para ir a filmar Operación dragón por una serie de cuestiones contractuales. Las escenas quedaron ahí esperándolo, pero hablando en argentino profundo: no va que justo se muere.
Quedaría por algunos años El juego de la muerte como la película inconclusa de Bruce Lee. En el medio, una idea quedó flotando y, bueno, claro: pasaron cosas.
Porque, como expliqué antes, las grandes historias del cine exploitation nacen cuando a alguien se le ocurre una buena forma de ganar plata y no le importa mucho las implicancias morales de hacer lo que muchos quizás pensaron y descartaron porque no daba.
Y ahí, justamente ahí, es que nace el bruceploitation.
El bruceploitation o brucexplotación o cine de explotación de Bruce Lee fue un fenómeno que duró pocos años, pero fue bien intenso.
Porque, vamos, no tardaron nada en convertir el «hay unas escenas que filmó Bruce Lee antes de morir» en un «Bueno, busquemos uno parecido y salgamos por los barrios.»
Dato no menor e importante: fue lo que terminó pasando con El juego de la muerte que, si bien se puede considerar una película de la filmografía oficial de Lee, éste aparece de frente pocas veces y solo en un par de secuencias. En el resto del metraje tenemos a uno con el mismo jogging de espaldas.
«Pero eso ya lo hizo Ed Wood con Bela Lugosi». Bueno, claro, ya estás empezando a distinguir modelos de producción.
Cuestión que una serie de productores con poco pruritos y muchas ganas de ganar guita se pusieron a buscar gente parecida a Bruce Lee y a filmar películas de artes marciales.
Pero la cosa no llegó hasta ahí. Fue mucho más allá.
Porque no solo quisieron valerse del addagio racista de «todos los oriéntales se parecen» sino que subieron el volumen a once: los rebautizaron con nombres que se parecían mucho. Qué digo mucho: demasiado.
Así fue como se lanzaron las carreras de Bruce Le, Bruce Lai, Bruce Lau, Bruce Lai, Bruce Lin, Bruce Li, Bruce Liang, Bruce Lo, Bruce Ly, Bruce Lea, Dragón Lee y varios más.
Te lo juro por las nenas: fue así.
El resultado son un montón de películas de artes marciales unas iguales a otras, donde un protagonista que varía bastante en parecido a Lee se pone el jogging amarillo o los anteojos de sol y sale a pegar piñas y patadas.
Y la cosa duró cuatro o cinco años, coincidentes con el primer gran boom de las películas de artes marciales en occidente. En esa época, cualquier agujero era poncho y llenaba un cine.
La cosa duró casi hasta finales de los años setenta, donde el furor bajó y los imitadores de Bruce tuvieron que salir a buscar una carrera por derecho propio y pocos lo lograron.
Con esto no te quiero decir que vayas a ver ninguna de estas películas. Bah, si te gustan las de artes marciales, no te vas a encontrar con nada terriblemente choto, quizás sí con algo moralmente flexible.
Ahora, si tenés que ver una sola, te recomiendo que vayas por la más autoconsciente del lote: Los clones de Bruce Lee (The Clones of Bruce Lee / Death Penalty on Three Robots, 1980). Con las actuaciones estelares de Bruce Le, Dragon Lee, Bruce Lai y Bruce Thai, la película es considerada por muchos como la Capilla Sixtina del bruceploitation.
Básicamente, mandan a clonar a Bruce Lee y, bueno… piñas, patadas y todo lo demás con varios que se parecen un poco.
Y esta es la enseñanza que quiero que te lleves hoy: las películas, si hay alguien que puede sacar un poco de ganancia sin hacer mucho esfuerzo, no se vuelven mejores, pero sí mucho más entretenidas de leer.
Una breve antes de terminar. Como decía antes, las carreras de los Bruce Lis no arrancaron del todo, pero al mismo tiempo la industria cinematográfica hongkonesa estaba buscando un reemplazante.
Y fue por una forma algo explotativa pero bastante más sutil que hoy tenemos uno de los grandes nombres de las artes marciales.
Porque Jackie Chan, que había trabajado de stunt y doble de algunas películas con Bruce Lee aún vivo, tuvo su debut protagónico un poco gracias a que el bueno de Bruce ya no estaba entre nosotros.
Fue en la secuela de De la China con furor (New Fists of Fury, 1976) una película donde Chan era más serio, a diferencia de lo que terminó siendo su marca registrada años después con la saga del Maestro borrachón (Drunken Master, 1978) y películas más cercanas a nuestro tiempo.