Míralos MorVIP 43
Tienen que hablar con Jackie
Por Santiago Calori
Esta historia que cuento tiene, fácil, veinticinco años. Por ese entonces sacábamos mensualmente, un grupo reducido de colaboradores al comando del querido Axel Kuschevatzy, La Cosa en papel. Nos gustaban, por supuesto, las películas que salían en las tapas de aquella época y nos gustaban también las películas que no salían en las tapas de las revistas que deberían haberlas tenido.
Por aquel entonces nuestra fascinación con el cine hongkonés nos había llevado por los sinuosos caminos que empiezan con John Woo, siguen con Ringo Lam, quizás con Tsui Hark y quizás con varios más y quién sabe adónde terminan.
Uno de esos caminos nos había llevado a la (por entonces corta) filmografía de un director muy extraño y personal de nombre Wong Kar-wai.
Por aquel entonces, Wong Kar-wai tenía menos de media docena de películas en su haber y conseguirlas era una tarea un tanto titánica. Si bien hubo que agradecer (me parece a mí a los postres, pero no tengo los datos duros a mano para darme la razón (?)) unas ediciones en video de Transeuropa, ver ese cine antes de eso dependía exclusivamente de que alguien viajara, de que alguien se hubiera hecho una bajada del Laserdisc, etcétera.
No me preguntes de qué forma habíamos visto Chungking Express (1994), lo cierto es que estábamos fascinados. Casi casi al mismo tiempo que una noticia empezó a sobrevolar el mundo de la cinefilia: Wong Kar-wai estaba llegando a Buenos Aires a filmar su nueva película.
Y había una más: entre los principales estaba el malogrado Leslie Cheung (actor de la saga A Better Tomorrow (1986) y Reto a la ley (1991) de John Woo, además de la de Historias chinas de fantasmas (1987), entre muchas otras): imaginate que semejante trifecta no se da muy seguido.
Finalmente, y después de varios días de rumores muy extraños, nos llegó un dato: por alguien del equipo argentino que trabajaba en el vestuario de la película, nos enteramos que esa misma noche iban a estar rodando en el mítico Bar Sur de la esquina de Defensa y Estados Unidos.
Para allá salimos y llegamos algo temprano. Hicimos tiempo en el McDonald’s de la esquina, porque un estómago juvenil permite semejantes atropellos.
Vimos que había un poco de actividad en la esquina y decidimos ir a curiosear. Nos encontramos, por supuesto, con un cuadro dantesco: un grupo de técnicos que habrán tenido por lo menos treinta o cuarenta años de experiencia en el rubro y, por lo que se veía ahí, ningún ascenso, que deliraba a un joven escenógrafo chino, con lo único que tenían a mano: llamarlo «Chino.»
Sí, el paralelo con Torrente, el brazo tonto de la ley (1998) De Santiago Segura es hasta cariñoso con este «personal afiliado a SICA» al que segura y muy justicieramente se llevó puesto en Nuevo Cine Argentino que llegó apenas uno o dos años después.
Al poco tiempo de estar ahí salió nuestro contacto y nos puso en situación: que no iba a haber rodaje hoy porque a Wong Kar-wai no se le había ocurrido qué filmar y que estaba sentado en el bar intentando forzarse una idea, que sí, que los técnicos locales estaban cobrando como si todos fueran Wong Kar-wai y que Leslie Cheung iba a ser complicado. Pero que no nos desencantemos, y hablábamos con Jackie, la productora, que ella nos podía solucionar algo.
— ¿Jackie, como Jackie Chan?
— No, como no. Jackie Chan. La productora se llama Jackie Chan.
Una casualidad hermosa. Vino Jackie, que era encantadora y en un broken english nos explicó el SNAFU que ya nos habían explicado en castellano. Viendo que la noche iba a seguir en pañales indefinidamente, decidimos ir a pastar hacia campos más verdes.
Nunca más supimos de Jackie, llegaban rumores de que el rodaje seguía más parado que andando, que Wong Kar-wai iba a buscar el presupuesto que iba necesitando al fondo de un restaurante en el Barrio Chino de Flores y miles de leyendas más, ninguna comprobada.
Y pasó el tiempo y la película finalmente se estrenó. Fuimos con Axel a verla al Lorca de abajo (bueno, si no vas a juzgar el error juvenil de ir a McDonald’s, no juzgues este otro error juvenil) el fin de semana de su estreno.
No es ninguna sorpresa que te diga que era Happy Together (1997) una película que, una vez vista, hace que no importe para nada cualquier atraso que haya podido tener durante su rodaje.
Por si nunca la sentiste nombrar (?), la película está basada en la novela The Buenos Aires Affair de Manuel Puig, y cuenta la historia de una pareja de hombres que llega de vacaciones a la Argentina y, a medida que van haciendo todas las turisteadas posibles, se empiezan a dar cuenta que esa relación tiene fecha de vencimiento.
Bueno, hasta acá un melodrama clásico y una típica película de cine de paisaje que fuera tan popular en nuestra industria cinematográfica de los años setenta de la mano del folklore.
Bueno, justamente no.
Lo que logra Wong Kar-wai con ese cine de paisaje es disolverlo y hacerlo propio de la mano del enajenado de Christopher Doyle, que venía de trabajar con él y siguió trabajando con el (y con varios más)
¿Y por qué digo enajenado? Porque se dice que se colgó con una cámara 35mm del Obelisco sin ningún otra seguridad que un asistente sosteniéndole la cintura.
¿El resultado? Una Buenos Aires que no es turística, ni es la Buenos Aires de quiénes vivimos en ella. Lo que logró Doyle con Wong Kar-wai fue mostrárnosla incluso a nosotros como si fuéramos los turistas.
Me animaría a decir que nunca hasta ahí ni desde ahí se filmó a Buenos Aires (y el resto de los lugares que la película muestra, pero hablo de lo que conozco más) con la belleza, rareza y amor con la que se lo hizo en Happy Together.
Pero esperá, no corras a verla, que te vengo a proponer un doble programa, que más que doble programa es un sueño (?)
Muy al principio de todo, te conté que nuestra pasión por el cine hongkonés nos había llevado a Chungking Express.
Chungking Express es, en realidad dos películas en una, divididas simplemente por la mitad que cuentan una misma historia con distintos personajes: en ambos casos hay policías tristones y solitarios que un día se enamoran: uno de una extraña mafiosa del submundo del hampa y otro de una bella camarera de un bar que frecuenta.
Pero, como te conté cuando te hablaba de Happy Together, nada que uno diga se va a poner en el lugar de experiencia que te va a dar verla.
Con muchas cosas que hoy quizás se ven más seguido (retrasos de exposición para que las luces dibujen rayas en la pantalla, pasadas de 24 cuadros a más, cámaras en mano, etcétera), la película se las arregla para haber sido de avanzada antes y ahora y una experiencia que, por la que si no pasaste todavía, te envidio con todo mi ser.
Obvio que después podes seguir con la filmografía en orden (o como quieras) de Wong Kar-wai y ver cómo evoluciona de maneras prácticamente pictóricas, especialmente con Con ánimo de amar (In the Mood for Love, 2000), 2046 (2004), o incluso la ya muy americana El sabor de la noche (My Blueberry Nights, 2007).
Encontrarse con el cine de Wong Kar-wai es cruzarse con una visión única e irrepetible del cine, puedan llegarte más o menos sus películas, su idea visual y su forma de filmar cosas que otros ya han filmado hasta el hartazgo y hacerlo de una manera completamente nueva, hace que siempre vaya a estar en el top andá a saber cuánto del cine, a secas: porque acá no nos gusta discriminar como los viejos eléctricos esos.