Edición 63

Terminator due

Por Santiago Calori

Quién no vio Terminator 2: el Juicio Final (Terminator 2: Judgment Day, 1991), esa película que ayudó a moldear el cine lleno de efectos que vino (y, si se me permite el chascarrillo hablando de las más cercanas «y devolvió) los años siguientes.

Verla en el momento era sinónimo de quedarse con la boca abierta y, efectivamente, no poder ni empezar a entender cómo habían hecho eso que estábamos viendo.

Me gustaría contarte una historia donde la vi en cine como un campeón y cómo te la perdiste por haber nacido después y coso, pero tengo una historia triste para contarte: fuimos varios una noche de viernes a verla al Santa Fe 1 y 2. Teníamos 13 años, esa edad dónde o pareces un colimba o un estudiante de la primaria. Había, justamente, en el grupo uno de estos últimos.

No sé si estás en el tema cines de esa época y mafia de boleteros, pero los de Altas Santa Fé y los del Santa Fe 1 y 2 (quizás dos de los cines más populares de aquel entonces) eran famosos por «no venderte entradas» por razones random, teniendo siempre encantadas localidades «de las buenas» para los «habitués» que, generalmente, agregaban generosas propinas a la tarifa oficial.

El boletero escaneó al grupo y se negó a vendernos entradas porque la película «era para 16».

Y de ahí nos fuimos, tristes, a ahogar nuestras penas en el McDonald’s de enfrente (sí, dos newsletters seguidos con deficiencias alimentarias) y a jugar al flipper oficial de la película que no nos era vedado por ningún dueño de la moral y la propina ajena, hasta que nuestros padres nos pasaron a buscar.

Por qué no fui otro día sin «el infante» a verla me escapa realmente, el tema es que la terminé viendo en VHS meses después, en la edición de LKTel de cassette bordó.

Bueno, y ahí se me cayó la mandíbula y todo eso.

Pero, como te habrás imaginado, no estoy acá para hablar de mí, ni mal del que no había pegado el estirón, ni de los boleteros del Santa Fe 1 y 2, ni mucho menos de James Cameron.

Estoy acá para hablarte de una aventura de la que se sabe poco, se intuye otro poco y se puede (¿afortunadamente?) ver completa, si te dan ganas de hacer la patriada.

Si te tiro el nombre de Bruno Mattei, quizás no te suene de mucho o, si ya estás muy metido en esto nivel «sin arreglo» quizás te apures por decir algún título oscurísimo. Bueno, qué cinéfilx si sos de esxs últimxs.

Bruno Mattei nació y murió en Italia, claro. Su padre tenía una casa de montaje de películas y con corta edad se fascinó por el negocio y empezó a ser asistente de montaje.

Como suele ocurrir con las historias de meritocracia fílmica, solía decir que había montado más de cien películas entre la década del sesenta y el setenta. Su IMdB habla de menos, pero siendo que son eurohorrors y demás cotillón de la época, vamos a darle el beneficio de la duda.

Su vida cambió para siempre cuando fue director de segunda unidad (se dice de las escenas porno que se rodaban para mercados donde eran toleradas) de 99 Mujeres (Der heiße Tod, 1969) de Jesús Franco. Y, ahí, justamente ahí, fue donde al bueno de Bruno se le prendió la lamparita.

Al año siguiente, viendo que «si Jesús Franco podía todos podían», se animó a dirigir un drama bélico llamado Armida, il dramma di una sposa (1970) con el seudónimo Jordan B. Matthews.

Y el seudónimo iba a ser justamente, el lugar donde Mattei iba a encontrar un hogar: no me animaría a decir que tuvo más que su maestro Franco, pero no debe andar muy lejos: además de Jordan B. Matthews se lo conoció como: Jimmy Matheus, Stefan Oblowsky, Vincent Dawn, George Smith, Gilbert Roussel y Bob Hunter, y seguro que quedaron varios afuera.

Después de su auspicioso debut (?) Mattei fue y vino de la dirección al montaje, aprovechando su carrera de auteur (y una cantidad enorme de seudónimos a mano) para meterse en cuánto hoyo de exploitation hubiera disponible: shockumentales, como Mondo erotico (1973), nazisploitation como K29: Lager di sterminio (1977) o Casa privata per le SS (1977), nunsploitations con La vera storia della monaca di Monza (1980), películas de zombies como Hell of the Living Dead (aka Virus, 1980), y la lista sigue con spaghetti westerns, películas de cárceles de mujeres y cuánto genero te puedas imaginar.

La cosa siguió más o menos como venía hasta finales de los años setenta cuando co dirigió junto a Joe D’Amato Emanuelle con una sola eme: Emanuelle e Françoise (1975) y Emanuelle e le porno notti nel mondo n. 2 (1978), un extraño crossover donde Emanuelle con una sola eme presentaba una película mondo. Sï, dos manotazos de ahogado por el precio de uno.

(Quizás sea demasiado enciclopédico y un día haya que ocuparse del tema, pero hay dos tipos de películas de Emmanuelle: las ofíciales, con el nombre escrito con dos emes y generalmente protagonizadas por Sylvia Krystel y las no oficiales o «las de una sola eme» protagonizadas por Laura Gemser y todas las que se animaron, que se vendían a la sombra de las ofíciales.)

La producción de Mattei siguió más o menos sostenida durante los años ochenta, y casi a fines del los mismos aparecieron los dos momentos menos honrosos de su carrera, si es que a esta altura se los puede llamar así.

El primero fue con Zombie 3 (1988), una película de Lucio Fulci, que cerraba lo que había empezado con Noche de pánico (oka Zombi 2, 1979) a pesar de haber hecho en el medio Pánico en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella città dei morti viventi, 1980).

(Y acá vuelve la enciclopedia, la Zombie de Fulci se llamó en Italia Zombie 2, porque Zombi fue el título que recibió para su estreno El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 1978) de Gorge Romero, generando así que los que tocan de oído hablen de «la trilogía de Zombie» pensando que son tres, y solo son tres si se agrega Pánico… en el medio)

Fulci viaja a Filipinas a pesar de ya estar bastante cascado de salud (iba a morir menos de diez años ¡y nueve películas después!), y tras la vuelta montó una versión de la película de unos setenta minutos.

Los productores no parecían muy contentos con el resultado y rápidamente llamaron a Mattei y a Claudio Fragasso ¡el guionista de Troll 2 (1990)! para que le metieran mano. Salieron a filmar, quedando apenas cuarenta de los minutos de Fulci y cincuenta de los de ellos. Es resultado, finalmente firmado por Fulci es cualquier cosa menos una película del director de El más allá (…E tu vivrai nel terrore! L’aldilà, 1981).

Pero esta no iba a ser la mayor aberración que nos iba a regalar Mattei en su carrera, porque al año siguiente llegaría el batacazo más inesperado e inentendible de todos. Armado con el seudónimo Vincent Dawn, Brunito nos regaló esta:

Sí, te habrás dado cuenta que la itálica es intencional. Dos años antes que James Cameron, Bruno Mattei filmó Terminator 2 (aka Shocking Dark, 1989), guionada por el querido Claudio Fragasso, ¡el guionista de Troll 2! por si te lo perdiste más arriba.

«Pará, pará, pará: ¿vos me estás diciendo que unos tanos hicieron Terminator 2 y no pasó nada?»

Bueno, empecemos por explicar que no era tan tan tan Terminator 2, sino más bien un título que les pareció ganchero para llevar espectadores al cine. Sin pagar un puto derecho, claro.

Un derecho ni dos: no habían pagado tampoco los de la otra película que se choreaban vilmente, que era Aliens: el regreso (Aliens, 1987), también de James Cameron.

Venecia, el futuro. La zona está muy comprometida por la contaminación y un grupo de científicos van a investigar y mueren en manos de unas extrañas criaturas. Mandan un equipo especial y bueno, como Aliens: el regreso, pero filmada en el fondo de tu casa.

Y para cuando pensábamos que se iba a quedar en un robo de título y una película que nada que ver, algo lícito en el territorio exploitation italiano, aparece un Terminator, una serie de viajes en el tiempo y una serie de traumas que te quedan para siempre como espectador.

Si bien la película tiene varios guiños cinéfilos, como un personaje que se llama Kowalski y hasta un protagonista llamado ¡Samuel Fuller!, a medida que avanza el metraje nos vamos dando cuenta que esto es cualquier cosa menos una fiesta del cine.

La película, de más está decir que jamás se estrenó en Estados Unidos, y solo tuvo el título Cameroniano en mercados más permisivos como Italia, Japón y Brasil. En el resto del mundo fue Shocking Dark y recibida con la misma tibieza.

No fue hasta hace un par de años que los héroes sin capa de Severin decidieron darle los honores de un bluray como la gente para que ante la remota posibilidad de que quieras incursionar en este tiro en el pie, lo hagas en full HD.

Fue así de tan «para tanto» lo mal que salió todo, que Fragasso decidió terminar su dupla creativa con Mattei por vergüenza. Sí, al año siguiente guionó Troll 2.

La carrera de Mattei siguió como si nada, y casi una década después y sin la lección aprendida nos regaló (vaya de vuelta esa itálica en honor al título) Cruel Jaws (1995) una película que no hay que ser científico nuclear para darse cuenta que se parece mucho a Tiburón (Jaws, 1975) de Steven Spielberg.

Se ve que él, justo, no estaba tan avergonzado.

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