Míralos MorVIP 62

Martes musicales

Por Santiago Calori

Va siendo hora de que sepas la verdad: vamos a hablar de Italia.

Sí, la cosa venía medio fina estas últimas semanas, que Hitchcock los jueves, que Laughton los martes y ya Míralos Morir estaba perdiendo esa mancha de aceite que deja la muzzarella en el papel de envolver y sentí como que me faltaba algo.

En este envío que nombro más arriba desplegué una de mis mayores obsesiones, que es la música de librería, más específicamente la italiana.

Ese envío está ahí, pero como sé que a veces «paja leer», haré un breve resumen de qué es ese tipo de música.

Generalmente se conoce como música de librería a tracks hechos por compañías que contrataban compositores para hacer música genérica y temática para que productores con ganas de no gastar en contratar al compositor ellos pudieran «comprar hecho» lo que necesitaban y ahorrarse un poco de presupuesto, en una publicidad, programa de tele, película o el audiovisual que fuera.

Claro que en la Italia de esa época, el batallón de compositores estaba formado por Stelvio Cipriani, Fabio Frizzi, Piero Umiliani, Armando Trovaioli y hasta Ennio Morricone, por solo nombrar a algunos.

(¿Un Miralos Morir de cada uno de estos y de varios más? Estupenda idea.)

Hasta acá todo claro.

De todo ese batallón de compositores «por el pancho y la coca» se abrieron dos o tres corrientes bien claras: primero, los que siguieron haciendo música para películas como compositores, pero esta vez de «obras completas» y no «tracks aislados» que terminaban siendo un álbum de una película que nunca habían visto. Por otro, las bandas que se fueron para el lado del prog-rock (un género que odio más que a Hitler pero que, cuando se trata de bandas sonoras, hasta disfruto) y finalmente las que decidieron formarse con el solo objetivo de hacer bandas sonoras de películas.

«Vas a hablar de Tangerine Dream.»

Frío. Dije Italia: los Tangerine Dream eran alemanes.

«Cierto, entonces vas a hablar de Goblin.»

No hay nada de que yo más quisiera que hablar de Goblin, pero eso va a ser para cuando pueda hacerles varias entregas, como a Hitchcock. Dale a la campanita (?) y dejame acá en comentarios (???) si querés que– NO MENTIRA. Lo de de Goblin ya llegará.

«¿Y entonces de qué vas a hablar, gordo suspenso?»

Bueno, esa ansiedad sí que se puede ver. Voy a hablar de los Goblin que no fueron. De una banda que tuvo conexiones con y que intentó lo que los otros hicieron muchas veces una sola vez.

Ah, pero esa sola vez… Mamadera.

«Es un one hit wonder, entonces.»

Bueno, no necesariamente. Vivieron una vida de éxito impensado antes de querer ser Goblin y morir.

«No puedo más del suspenso.»

Es la idea, amigx. Es la idea.

Es hora de que hablemos de Libra.

(Facheros, bigotudos, italianos. Era el momento donde el look y los nombres que pasaban por las formaciones no distaban mucho de la delantera de River de esa misma época.)

Quizás nunca escuchaste hablar de ellos, y está bien. Tampoco es que la gente los ande nombrando cada cinco minutos ni poniéndolos en listas ni nada de todo eso.

Libra se formó en Roma en 1973 de las cenizas de otra banda de corte progresivo que se llamaba Logan Dwight, de donde envían el Federico D’Andrea y el guitarrista Franco Ventura, junto a Sandro Centofanti en teclados, Nicola Di Staso en guitarra and David Walter en batería.

Ni bien se formaron, se separaron. Pocos meses después reemplazando a Ventura por Claudio Barbera compusieron la banda sonora (y tocaron en las presentaciones) de una obra musical de teatro.

(Sí, es casi obligatorio para el aburrimiento general que produce el prog-rock en la gente de bien como uno (?) hablar de formaciones, o «marks» como les gusta decir a ellos y que sea todo una confusión incluso mayor que la música que generalmente producen.)

Esto llamó la atención de la gente de Ricordi, uno de los más añosos sellos discográficos italianos, que le propusieron grabar su disco debut, que se grabó tanto en italiano como en inglés, pero eso va a tener importancia en un ratito.

Libra es una banda tan «oscura» que ni Spotify la tiene bien indexada (bueno, tampoco esto es algo tan difícil de lograr, la indexación de Spotify es un desastre en general) y te la mezcla con otros artistas que se llaman igual. La única forma de encontrar los discos es buscándolos por título y a veces ni eso da resultados positivos. Igual no te preocupes, que ya te hice la gauchada.

Tienen una discografía corta, confusa y contundente, sobre todo para el cierre que fue por corte y no por fundido. Pero no nos adelantemos.

Dije hace un ratito que empezaron, como la mayoría de los que terminaron en el camino de la colonna sonora como una banda de prog-rock, y en ese terreno fue, justamente, donde conocieron las mieles del éxito.

Y cuando digo «las mieles del éxito» hablo de un hecho impensado para la época y, diría, para casi cualquier época: fueron la única banda italiana en firmar un contrato con la disquera yanqui Motown, en el punto caramelo de las carreras de ambos.

Su primer álbum Musica e parole (1975), conocido simplemente como Libra o Music and Words dependiendo de la edición en el mercado yanqui, salió en doble versión.

(Algo muy común con euro horror, que también pasaba con los discos muchas veces queriendo saltar la barrera idiomática.)

Una versión en italiano para el mercado de su país (editado por Ricordi) y una en inglés (responsabilidad de Motown) para el internacional. La primera está en Spoti, linkeada más arriba, la segunda salteada en YouTube en una calidad cuestionable, pero que sirve para la investigación.

De ese primer álbum quizás la mejor prueba de lo que iba a venir después era el último track Inquinamento, una bestialidad progresiva de ¡casi 14 minutos! que podía entrar de banda sonora de casi cualquier producción italiana de esa época.

Al año siguiente, Motown decidió sacarles un segundo disco, Winter Day’s Nightmare, donde se empezaba a entender un poco más el camino que iban a terminar tomando: sí, había funk y jazz, pero ese prog-rock se empezaba a hacer incluso más notorio.

Para este momento, y como tiene que ser con una banda de progresiva, la formación tuvo una serie de cambios y se incorporaron Carlo Pennisi de Flea y Maurizio Guarini, de Goblin.

Sí, es posible que empieces a entender hacia dónde estoy yendo, porque este sigue siendo, por si justo te olvidaste, un newsletter de cine.

Parados pasada la mitad de los años setenta, los Libra miraron a su alrededor y decidieron hacer una prueba que muchas otras bandas de su estilo venían haciendo hace años: meterse en el mundo de las bandas sonoras.

Pero antes de llegar a ese final a toda orquesta, es momento de hablar de Mario Bava.

Bueno, no de Mario Bava en general, para eso voy a necesitar más entregas que Hitchcock, pero sí del Mario Bava de finales de los años 70.

Para entender donde estaba parado Mario, hay que entender que estaba pasando a su alrededor: había inventado el giallo con películas como Seis mujeres para el asesino (Sei donne per làssassino, 1964) o Bahía de sangre (Reazione a catena, 1971) y un poco sentado las bases del horrore alla italiana con La máscara del demonio (La maschera del demonio, 1975) o Lisa y el diablo (Lisa e il diavolo, 1973) y estaba viendo que sus alumnos la estaban pegando muchísimo.

Sobre el que sin dudas más había influido, Dario Argento, estaba pasando por su momento más creativo pasando del giallo más clásico después de la trilogía de los animales (El pájaro de las plumas de cristal (L’uccello dalle piume di cristallo, 1970), El gato de las nueve colas (Il gatto a nove code, 1971) y Cuatro moscas sobre el terciopelo gris (4 mosche di velluto grigio, 1971)) a una suerte de híbrido con el cine de horror y lo que venía haciendo antes con Rojo Profundo (Profondo Rosso, 1975) y al cine de horror más sobrenatural con Suspiria (1977), la película que todos nombran como giallo, y es casi tan giallo como Bañeros 5: Lentos y cargosos (2018).

En el medio de todo esto, estaba parado el bueno de Bava. Les había abierto las puertas a los nuevos y los nuevos estaban haciendo cosas increíbles. Se tentó y quiso probar de hacer algo más acorde a los tiempos que corrían.

Resultado de esto es Shock (1977), una película tan Argentiana que hasta tenía a Daria Nicolodi de protagonista.

Por si no la viste es una película de casas embrujadas donde un matrimonio de nuevos dueños son aterrorizados por un fantasma que posee a un hijo de unos dueños anteriores y, bueno, horror italiano.

Si bien Shock, en la filmografía de Bava se podía considerar un tanto menor o no a la altura de sus esfuerzos anteriores, había algo que la hacía resaltar de todas maneras. Su colonna sonora.

Viendo que sus compañeros de género contrataban bandas para que les compongan las bandas sonoras, se decidió por Libra, que venían pensando en lo mismo, y se pusieron a trabajar sobre el material del que sería, finalmente, su último esfuerzo discográfico.

El resultado es impresionante.

No es para menos, entre los múltiples cambios de formación (algunos los obvié a los fines de no terminar como el meme del que tiene todo colgado con chinches e hilos uniendo) incluía además de a Centofanti, Pennisi, Guarini y Martino a Massimo Morante, Fabio Pignatello y Agostino Marangolo de Goblin.

(Sí, al final terminé hablando un poco de Goblin, porque cómo no vas a hablar de Goblin cada vez que se te da la oportunidad)

Lo cierto es que sería un “debut y despedida” en el mundo de la composición para películas de parte de Libra y hasta incluso el fin de su carrera como grupo.

Solo nos queda especular qué hubiera pasado si hubieran seguido juntos, después de semejante banda sonora que, al día de hoy, tienen tantas reediciones como promesas de retiro Mirtha Legrand y de la que, cada equis cantidad años, siguen apareciendo outtakes, ediciones más caras y de colores y confetti variado.

¿Te arruiné un poco la cabeza? Era un poco la idea.