Míralos MorVIP 20

La sierra es la familia

Por Santiago Calori

(Cuando esto estaba a medio escribir, me entero que salió un teaser poster (por el amor de dios, qué pavada empezar a salivar por un afiche que no tiene ni título) de una nueva película en la saga de El loco de la motosierra (The Texas Chainsaw Massacre, 1974). Tengo tal aversión a «escribir con agenda» que estuve a punto de cambiar el tópico y guardarlo para otra vez y al final, bueno, estás leyendo esto.)

El valor de El loco de la motosierra es enorme. Ya, a esta altura, hay pocos que te puedan argumentar en contra. Una película difícil de ver al día de hoy, que paró a las películas de terror como algo mucho más complejo que un simple entretenimiento: quién se puede entretener solamente cuando la está pasando tan mal.

Pasaron casi cincuenta años y ese grano, esa mugre y esa paleta de colores horrible nos sigue afectando a los que la volvemos a ver y a los que la descubren y ven por primera vez.

La película es, además, la causante de que Steven Spielberg se haya fijado de Tobe Hooper para dirigir Poltergeist (1982), película Hooper que dirigió muy a pesar de las conspiraciones de internet y problema sobre el cual no voy a seguir argumentando, porque ya lo hice cientos de veces.

También es cierto que la carrera de Hopper fue en declive con posterioridad al estreno de la película de Carol Anne y sus amigos del más allá, salvo una honrosa excepción.

Y de esa excepción (bueno, en realidad de algo que se desprende de ella) es que vengo a hablarte hoy.

No sé qué tan familiarizado estás con Masacre en el infierno (The Texas Chainsaw Massacre 2, 1986). Si no lo estás deberías correr a verla, pero podés seguir leyendo.

Para 1986, y después de Fuerza siniestra (Lifeforce, 1985) e Invasores de Marte (Invaders from Mars, 1986) la carrera de Hooper estaba más destinada al videoclub que a la sala. Sabía que le quedaba una sola bala de plata, y era revivir lo que lo había puesto en la mirada de todos en un principio.

Nadie iba a poner plata en otro proyecto que no funcionara. Nadie a excepción de Cannon Films.

(Un día tengo que hablar largo de Cannon Films, la productora de cine más demente de todos los tiempos. Si te morís de ganas de saberlo todo ahora, podés correr a ver Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films (2014) y volverte loco por adelantado)

Cannon, por aquel entonces, tenían muy aceitado el sistema de «una película barata con un buen afiche y una idea ganchera que al toque que sale del cine puedo multicopiar en VHS y generar un segundo boom en el mercado de video» y le pusieron la plata a Hooper para que reviva su obra maestra.

La época era otra y la oscuridad que reinaba en la película de 1974 se cambió por un humor negrísimo y colores, muchos colores, algo que los de Cannon no sabían hasta que la vieron terminada.

La película, que sigue siendo muy disfrutable, tiene el ritmo de un cocainómano (bueno, no suena ilógico viniendo de Hooper, y más en esa época) y tantas atrocidades que le valieron una calificación X, a pesar de varias escenas que se cortaron. Decidieron estrenarla sin calificación y con un afiche épico que imitaba la foto de Nosotros cinco (The Breakfast Club, 1985) con los personajes de la película.

El estreno sin calificación les acotó el mercado y las posibilidades de sala, y el verdadero *boom* fue recién con la edición en video.

— Pero no estoy acá para hablar de Cannon, ni de Hooper, ni de Masacre en el infierno
— Entonces ¿de qué pingo vas a hablar, hermano?
— Ahí viene.

En la película había un personaje que se llamaba Chop-Top, que es parte de la familia (quién no es pariente en estas), se supone que es veterano de Vietman y tiene una placa de acero en el cráneo que le asoma por el costado.  

La verdad es que Chop-Top no estaba en el guion original y su lugar estaba ocupado por el que hacía dedo en la película original y se fue cambiando con pruebas de vestuarios y sugerencias de todos, entre ellos, del actor que lo interpretaba: Bill Moseley.

Quizás Bill Moseley te suene ahora de las películas de Rob Zombie, pero por aquel entonces Moseley era un fanático de la película original y, sobre todo, un busca.

Como parte de esa búsqueda, Moseley había querido entrar a Saturday Night Live a principios de los años ochenta haciendo un corto que se llamaba The Texas Chainsaw Manicure, donde Leatherface visitaba un salón de belleza y bueno, pasaban cosas.

No le sirvió para entrar a la tele, pero hizo reír a Hooper, que decidió incluirlo en la secuela y hacer crecer a su personaje.

Moseley, con posterioridad a Masacre en el infierno, quedó medio «pegado» al personaje. Tanto, que  empezó a pensar una forma en la que Chop-Top no muriera como sucedía en la película y tuviera su propia película.

La cosa no prosperó hasta 1998, donde William Hooper, hijo de Tobe, consideró que el proyecto podía andar y juntos empezaron a cranear un ¿spinoff? para Chop-Top que se tituló tentativamente All American Massacre y que tranquilamente podría considerarse «la película más charlada y menos vista de la historia.»

Menos vista porque, a pesar de haberse intentado filmar varias veces, incluso consiguiendo financiación vía crowdfunding, la cosa, hasta el día de hoy no prosperó.

Cada dos o tres años vuelven las noticias de «Bill Moseley planea una secuela de…» y siempre se termina desinflando.

Pero te dije más arriba que estaba acá para hablar de una película mucho menos conocida.

Porque El loco de la motosierra no solo le pudrió la cabeza a Bill Moseley.  Su influencia llegó a los lugares menos pensados. Uno de ellos, Galicia.

Para fines de los años ochenta y principios de los noventa un joven cinéfilo lleno de opiniones llamado Antonio «Toñito» Blanco empieza a trabajar en la televisión gallega de productor.

No tarda en darse cuenta que, como muchos otros fanáticos del cine, tiene que aportar su visión del mismo y darse a conocer. Es de esta forma que con un amigo de esos días de nombre Ricardo Llovo empiezan a pensar que la mejor forma de darse a conocer es haciendo una película de bajo presupuesto.

Juntan la plata de una manera insólita para la época: prevendiendo una copia en VHS del film cuando esté terminado a amigos, familiares, compañeros de trabajo y a cualquiera que quisiera apoyarlos.

(Sí «estos gallegos inventaron Kickstarter» aplica, pero no es el motivo que nos convoca.)

Y es así que se encierran junto al elenco que pueden juntar para la patriada (entre ellos miembros de las bandas Siniestro Total, Def Con Dos y Killer Barbies) durante una semana en una granja perdida en el medio de Galicia a filmar lo que sería su ópera prima: La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos (1993).

La película era una versión de El loco de la motosierra, pasada por el tamiz de un par de gallegos fanáticos de la obra de Herschell Gordon Lewis y de la comedia negra… o eso prentendían, por lo menos.

Pasado el frío y la falta de comida del rodaje, ya en la etapa de montaje y cuando la empiezan a mostrar, se dan cuenta de dos cosas: que la película no tenía planos que no fueran generales y que tenía que ser doblada en su totalidad para que se entendiera lo que estaban diciendo los personajes.

Salen a filmar lo que les falta, con la ayuda de los campos vecinos, que aportan sangre y vísceras de animales, doblan el film en su totalidad y se dan cuenta de una nueva realidad: no tienen dinero para hacer las copias en video para los crowdfunders.

Consiguen que una compañía que editaba porno se interese en el material y les financie las copias y salen al mercado dos días antes de Navidad de 1993 con la película en venta a 1999 pesetas.

La película no tardó en llegar a la Argentina y ser pirateada vía dos caseteras a repetición. Quizás habría que culpar a Gerardo de Camelot por haber traído el original hasta donde yo recuerdo, pero puedo estar errado. Una cosa es cierta: si en 1994 no salías de Mondo Macabro con el VHS en tu mano, habías fallado como cinéfilo.

«¿Y qué pasó con la película?» te estarás preguntando.

Un montón: fue a Sitges, donde fue cálidamente recibida y le dio a Blanco esa validación como director de género que tanto estaba esperando. Empezó a soñar en grande, a pensar en películas con presupuestos, a frecuentar a los grandes nombres del género español por aquel entonces y a irse de fiesta. Fuerte.

Pero te dije más arriba que estaba acá para hablar de una película mucho menos conocida que tenía un caramelo negro: menos de un año después del estreno en Sitges, Toñito murió de una sobredosis a la tierna edad de 30 años.

Sí, a veces me siento Alejandro Apo contando esas historias de futbolistas que terminan en la mala.