Edición 26

La película más subversiva
de todos los tiempos

Por Santiago Calori

Invasión (Starship Troopers, 1997) de Paul Verhoeven está cerca de ser todo lo que digo en el título que está ahí arriba. La única razón por la que no lo puedo asegurar es la misma por la que no puedo sostener que una película es objetivamente buena o mala, pero eso ya lo hablamos.

Quizás la mejor forma de abordarla sea revisar primero qué pasó cuando se estrenó.

Para cuando le llegó el turno de filmar Invasión, a Verhoeven le quedaba una sola bala en el revólver, paso a explicar:

Sí, había venido de Holanda con una filmografía perversa, sólida y hermosa que contaba con joyas como Los comandos de la reina (Soldaat van Oranje, 1977: acordate de este título que te va a venir bien después). En Estados Unidos venía con una trifecta perfecta con Robocop (1987), El vengador del futuro (Total Recall, 1990) y Bajos instintos (Basic Instinct, 1992) pero solo tres años después no tuvo mejor idea que seguir trabajando con el mismo guionista de esta última y el resultado fue Showgirls (1995).

Showgirls tendrá, seguramente, su episodio (o una miniserie, andá a saber) de Míralos Morir en su momento. No me voy a poner a analizarla (ni defenderla, aunque me muera de ganas), porque en esta historia es simplemente una marca más en el cinturón.

Decía: filma Showgirls y, quizás por el peso de sus éxitos anteriores, aún así consigue esta ultima bala en el revólver en un pueblo donde hacés algo que no funciona mucho y te cierran todas las armerías en la cara.

Jugado como estaba, Verhoeven hace una heroica: lejos de construir una película amable que llene los cines y que cualquier platea de cualquier parte del mundo entienda y ame, se las arregló para hacer una de las películas más subversivas de todos los tiempos.

¿Y por qué es tan así como digo?

Por empezar, Invasión es de las películas que más comentaron la época en la que estaban sucediendo. Más que muchos otros que vienen a levantar los puños de la protesta y nos terminan regalando capítulos de Sin condena.

Para entender por qué es la patada en los huevos a los Estados Unidos que es, lo mejor que podemos hacer es analizar el contexto histórico en el que existió.

En 1997 Bill Clinton estaba entrando en un segundo mandato como presidente. Okey, venían de un mandato de George Bush padre y de dos de Reagan, pero esa idea de que los demócratas estaban menos sedientos de sangre que los republicanos medio que se empezaba a apagar.

De hecho, si lo analizamos fríamente, tuvo más guerras que su antecesor y, si afilamos un poco el lápiz, que su sucesor.

La guerra se había convertido en una industria más para sostener. Había multinacionales que vivían de ella y daban trabajo a los buenos de los americanos, así que había que seguir.

En este contexto de «Pará… ¿me parece a mí o siempre estamos en guerra contra alguien, sin importar mucho qué partido gobierna, si los fanáticos de las armas o los que no?» es que aparece Invasión.

No te tengo que contar como le fue a una película. Era demasiado para cualquiera que se la pusiera a ver: entendieras o no el chiste, o te alienabas o los tiros estaban demasiado cerca de tu casa.

Pero pará: ¿estás hablando de la película de insectos gigantes que destruyen Buenos Aires y quieren invadir el resto del mundo?

Sí, queridx. Hablo exactamente de esa misma película.

Ya lo dije muchas veces, pero el público se renueva: si te quedás pensando en las películas por lo que pasa, probablemente te estés perdiendo la película.

Vivimos en una era donde los periodistas especializados (¡con mucha suerte!) te dicen la sinopsis de una película y si les gustó o no: las películas muchas veces son sobre otras cosas que no necesariamente tienen algo que ver con la trama.

Al igual que La noche de los muertos vivos (Night of the Living Dead, 1968) habla sobre el problema racial yanqui de fines de los años sesenta a meses del asesinato de Martin Luther King o El loco de la motosierra (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) habla de los efectos de la guerra en la gente que volvió, Invasión habla de el miedo perpetuo de los yanquis a lo distinto.

De cómo, sin importar quién esté gobernando, siempre va a haber alguien distinto a ellos que deben cazar antes de que nos cace.

Pero eso no es todo: Invasión predijo el futuro.

Momento… ¿Cómo es eso?

Existen varias teorías que trazan un paralelo entre lo que ocurre en la película (una raza distinta a la americana destruye algo y los americanos salen contra todo lo que no sea como ellos) con los atentados del 11S y los (quizás algo desmedidos) ataques bélicos posteriores, además del estado de control total sobre la propia población.

(Porque, como aprendimos algunos newsletters atrás: cualquier opresión llega con la promesa de salvarnos de un mal mayor que el que propone esa opresión.)

La teoría del 11S e Invasión no es descabellada, pero tampoco es del todo exacta.

La película es sobre la guerra en general y no sobre ninguna guerra en particular. Es sobre cómo una sociedad, independientemente de a quién vote, necesita estar en guerra para seguir adelante.

Y ahí es donde la película hace más mella. Donde jode más a propios y ajenos, sean los propios y los ajenos etiquetas para quién corresponda en cada caso.

Por extraño que parezca, mucha de la imaginería nazi que usa Verhoeven en esta nos puede ayudar a entenderla una algo deforme segunda parte de una trilogía que cerraría años después.

¿Te acordás que te dije que te acordaras de Los comandos de la reina? Bueno, era la primera película que hacía Verhoeven sobre la Segunda Guerra Mundial. La tercera iba a ser Blackbook: la historia de una venganza (Zwartboek, 2006) que le valió una nominación a película extranjera en los Oscar.

La del medio es Invasión.

Otra de las cosas que se dijeron en la época era que era «poco creíble» y que «las actuaciones eran malas».

Bueno, no voy a mentir que una película protagonizada por Casper Van Dien y Denise Richards no va a ser precisamente Escenas de la vida conyugal (Scener ur ett äktenskap, 1974) de Bergman, pero había una razón para semejante cochinada.

La única forma de contar una historia como esta y que un actor se la tome en serio es llamar justamente a actores como estos. Imaginate un Leo Di Caprio haciendo de Johnny Rico. No va a pasar.

Van Dien, a su modo, está haciendo lo mejor que puede. Lo mejor que puede en una película de insectos gigantes, por si hiciera falta repetirlo.

Invasión es, además, una de las últimas películas grandes y deformes que vamos a encontrar viniendo de Hollywood. Una película que a pesar de costar 100 millones de dólares, se anima a alienar al público y no a darle todo masticado no vaya a ser que alguien no entienda y lo ponga en Twitter.

Quizás suena un poco ególatra, pero lo que viene no tiene esa intención: recuerdo haber sido de los pocos que la disfrutaron mucho cuando salió. Y que la defendieron abiertamente, sin miedo a lo que te pudieran decir. Me alegra mucho ver que 23 años después es mucho más sólida que las v*rgas por las que se cambiaba la toallita la inteligencia de la crítica de la época.

Brindo por eso.

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