Míralos MorVIP 55

Este es mi límite

Por Santiago Calori

Habrás oido hablar (aunque más no sea de rebote) de Abel Ferrara. No es un nombre que se suela decir en voz alta en el último tiempo, muy a pesar de que sigue en actividad, exiliado en Europa.

Exiliado, bueno, no por razones políticas sino porque todo lo que podía romper en Estados Unidos ya lo lo rompió y seguir con una carrera cuando ya quemaste todos los puentes se suele hacer un poco cuesta arriba. Es necesario buscar pastos más verdes. Y los europeos suelen ser los elegidos por los yanquis que, por una razón u otra, ya tienen el boleto picado. O vienen muy picados.

Y así fue como Ferrara, aprovechando su fama anterior y un nombre que suena lo suficientemente tano como para mezclarse en la multitud, se fue a vivir a Italia hace unos años y tiene una carrera fílmica relativamente sostenida con películas más chicas a las que estaba acostumbrado.

¿Qué cagada tan grande se mandó Ferrara en Estados Unidos? Ninguna a la altura de Polanski o Woody Allen: simplemente hizo siempre lo que quiso. Y por «lo que quiso» quiero decir «ser un falopero relativamente funcional que hacía películas» durante más de dos décadas.

Sí, puede sonar extraño, pero las dos pasiones de Ferrara eran el cine y la falopa y esto se dejaba lucir un poco en su obra.

Ferrara era un italoamericano de Nueva York que empezó su carrera cuando los tanos de la generación anterior (Scorsese, Coppola, De Palma, si se quiere armar la tríada) ya estaban en la cresta de la ola y, a diferencia de ellos, no empezó haciendo películas baratas para la American International e Corman sino haciendo las películas que se empezaron a filmar por miles a mediados de los años setenta. Esto es: porno.

Las reglas habían cambiado mucho de finales de los sesenta o principios de los setenta comparado con mediados y fines de los mismos: con la legalización de porno en 1972 gracias al proceso legal por el que pasó Garganta profunda (Deep Throat, 1972) de Gerard Damiano, los directores nóveles tenían esta otra forma de acercarse al mundo del cine. La discusión sobre la «dignidad» de este approach es meramente subjetiva. Si lo vemos sin el contenido, estaban haciendo películas baratas que tenían que llevar la mayor cantidad de espectadores al cine. Si nos lo ponemos a analizar más en detalle, bueno, puede haber diferencias en el material final.

Y así fue como Ferrara, que tenía más ganas de filmar que el fan de Wanda de ser famoso, se encaminó en un proyecto por encargo de un film triple equis: su working title era White Women, pero su título de estreno fue un poco más jugado: 9 Lives of a Wet Pussy (1976), Voy dejar que lo traduzcas vos solx.

Claro que el bueno de Abel no estaba solo en esta aventura: muchos de los que lo acompañarían en sus aventuras inmediatamente posteriores (más de eso después) iban a ser de la partida. Pero entre el feliz grupo de amigos, había uno que destacaba y que iba a ser su compañero de ruta por casi veinte años salvo una (honrosa) excepción.

Si nombre era Nicodemo Oliverio, pero le gustaba usar el seudónimo artístico de Nicholas St John para el cine convencional y el de Nicholas George para el triple equis.

St John, compañero del colegio de curas al que había ido Ferrara, se había instalado en su vida como su guionista y había escrito el guión de 9 Lives... sin mucho esfuerzo.

Que haya sido compañero del colegio de curas no es un dato menor, ni su nombre artístico fuera del porno: St John era un católico devoto pero la aventura triple equis con seudónimo no le pareció tan grave.

Pero no estoy acá para hablar de porno. No hoy. Estoy acá para hablar de la hermosa relación de tándem guionista / director que despertó ese proyecto fílmico.

La dulpa siguió colaborando, con St John guionando la primera película narrativa de Ferrara, The Driller Killer (1979) que llegaría al poco tiempo: una suerte de slasher sucio y neoyorquino con un taladro y mucha mugre, que abriría la puerta a slashers incluso más sucios y neoyorquinos como Maníaco (Maniac, 1980) de William Lustig. Un auteur y una línea narrativa estaban en el horizonte.

La dupla después encaró proyectos (un poco) mas prestigiosos como Ángel de venganza (Ms. 45, 1981), una rape and revenge de la que ya hablé en alguna ocasión tratando de explicar el cine de venganza en alguna otra edición, que tuvo su cuarto de hora de gloria (quizás a contrahorario) en un circuito de revisión con la fama posterior de Ferrara.

Ángel de venganza le siguió Reto en la noche (Fear City, 1984) una de un asesino de strippers. El cine de Ferrara se estaba empezando a volver un sinónimo de Nueva York, como antes había sido el de Scorsese o Lumet y después sería el de Spike Lee. El de Ferrara en una Nueva York mucho más sucia y decadente que las de sus predecesores y seguidores, si esto es posible.

Le faltaba un poco de «limpieza» para que los productores vieran que podía dar para más. Esa «limpieza» que solo te da la tele.

Y acá es cuando entra Michael Mann.

«Pará, andá más despacio.»

Mann (ya se va haciendo obligatorio hablar de él en algún momento, me parece) venía del éxito de un par de películas y, sobre todo, de División Miami (Miami Vice, 1984), donde Ferrara dirigió un par de episodios, y estaba haciendo una suerte de film noir televisivo que acá vimos con el (bastante exacto, por cierto) título de Historia del crimen (Crime Story, 1986).

«Ah, la de Mike Torello» dirán los que peinan canas.

Entre los directores de los episodios estaban el propio Mann, el infravalorado Peter Medak y el querido Abel.

Ya metido en el establishment, Ferrara metió una de sus películas más ambiciosas e interesantes: El rey de Nueva York (The King of New York, 1990), una de mafiosos y traficantes con un Christopher Walken a punto caramelo, y un guión de su inseparable amigo St John.

(Si nunca sentiste hasta ahora que era necesario entrar en la filmografía de Abel, esta es, probablemente, una  forma relativamente balanceada de hacerlo. Más de eso al cierre.)

Pero no pienso seguir paso a paso la filmografía de Ferrara, eso lo puede hacer cualquiera con IMdB. Voy a ir al punto.

Y, si venís siguiendo la trama con atención, y conocés más o menos su filmografía, te habrás dado cuenta de que estamos por llegar a, quizás, la película más popular que Ferrara tuvo por estas (y todas las) tierras y el comienzo de un largo declive.

En 1992 Ferrara estaba convencido que quería contar la historia de un policía sucio, una suerte de revés de El rey de Nueva York con Harvey Keitel de protagonista.

Se reunió con St John para contarle la idea y ahí, justamente ahí, empezaron los problemas.

(Este es el momento de hacer un flashback explicativo por si estuviste un poco distraídx y poner la parte donde decía al principio «St John, compañero del colegio de curas al que había ido Ferrara» para que todo empiece a tener un poco más de sentido.)

No sé si viste Un maldito policía (Bad Lieutenant, 1992), pero si no lo hiciste, te recomiendo que lo hagas un día que estés lleno de vida y alegría. Nada de lo que diga de acá en adelante te la va a spoilear mucho porque, seamos sinceros, tampoco es muy spoileable.

Mientras Ferrara le contaba a St John su idea, este simplemente negaba por gesto. Para cuando terminó de hablar, le explicó que los elementos anticlericales de la película le hacían imposible seguir con el proyecto porque él era un católico devoto.

Sí, el guionista de The Driller KillerAngel de venganzaEl Rey de Nueva York y hasta de 9 Lives of a Wet Pussy dijo «Este es mi límite.»

Esto hizo que Ferrara saliera a buscar su segunda mejor opción, que recayó sobre Zoe Lund aka Zoe Tamerlis, la protagonista de Ángel de venganza, figura de la escena post punk neoyorquina y una vida incluso más complicada que la del propio Abel, que por lo menos está entre nosotros para contarla.

El resultado, a pedir de Ferrara, es una película muy blasfema, donde Jesus se baja de la cruz en una escena de confrontación con un policía pasado de sustancia y corrupción y varias cosas más que pondrían nerviosos incluso a los grupos provida más progres (si es que eso no es una contradicción semántica.)

(Sí, probablemente hayas visto una película argentina donde pasan cosas similares, pero cambiando a Harvey Keitel por Gerardo Romano. Sí, sos muy sensitivx: se llama Policía corrupto (1993) duró una semana en cartel y es la única película que Carlos Galettini, responsable de, entre otras, joyas como Los bañeros más locos del mundo (1987), Los extermineitors (1989) o Charly, dias de sangre (1990) decidió firmar con el seudónimo Carlo Campanile. Un día alguien debería ocuparse de Policía corrupto, quizás ese alguien sea yo pero, como dije al empezar la oración: «Un día.»)

Después de la diferencia de criterios con Un maldito policía, Ferrara y St John siguieron trabajando juntos en la remake de Los secuestradores de cuerpos (Body Snatchers, 1993), quizás su roce más grande con el mainstreamJuegos peligrosos (Dangerous Game, 1993) – sí, la erótica con Madonna y Harvey Keitel-, The Addiction (1995) y El funeral (The Funeral, 1996).

Lo interesante del caso es que St John nunca trabajó con nadie más. Fue, por usar términos que le queden bien, un devoto de la obra de Ferrara.

¿Puede St John tener otro seudónimo y escribir películas para otros? Poco probable en esta época de internet y coso, se hubiera sabido.

La pregunta más importante que nos deberíamos hacer–

«Bueh, pará un poco gordo cine debate.»

— es qué rol cumplían en la mente ultracatólica de St John estas películas. ¿Eran un terreno de juego en el que desplegaba su costado más oscuro? ¿Eran una confesión? o ¿Eran un exorcismo?

Pero esto: ¿fue tan así?

Porque acá es donde empieza el verdadero misterio de Nicholas St John. Porque si bien hay alguna que otra foto en internet, no hay entrevistas ni nada que se parezca salvo un par de comentarios en una visita al set de Los usurpadores… de la revista Fangoria.

¿Intrigadx? Me pareció.

Hace unos párrafos dije «Después de la diferencia de criterios con Un maldito policía, Ferrara y St John siguieron trabajando juntos en…» y esto es cierto en términos de la filmografía de Ferrara, pero no tanto en términos de tiempo lineal.

«No estoy entendiendo nada»

Y es razonable: tanto el guión de Juegos peligrosos, como el de The Addiction y The Funeral fueron escritos por St John con anterioridad al de El rey de Nueva York. Podríamos decir que St John desapareció del mundo del cine diez años antes de lo que hubiéramos supuesto. En 1990. Antes de Un maldito policía y su puesta de límites.

Ferrara siguió filmando sus guiones, pero por lo visto, o por lo que se pudo averiguar por ahí, St John no siguió escribiendo. Ni para él ni para nadie. Esto explicaría por qué en el crédito por el guión de Secuestradores de cuerpos aparezca entre otros cuatro nombres y con el «and» que indica una reescritura.

«Ahre detective Calo»

Se habla de un guion de St John escrito en colaboración con Nicholas Winding Refn que fue dado de baja después de los fiascos de taquilla que fueron en su momento Bleeder (1999) y Miedo X (Fear X, 2003), y nada más nunca más.

Y vuelvo sobre algo que dije hace instantes: solo sabemos de St John, de su catolicismo devoto y asfixiante por Ferrara que lo suele nombrar en entrevistas de manera elusiva, diciendo que «Se conocen desde los quince años», que «A veces lo ve seguido, a veces no», que «Vive en Upstate New York» y que «No deja de sorprenderlo.»

Podemos tejer miles de hipótesis, incluso que Nicholas St. John no existe y que es todo producto de la mente de Ferrara, pero sería, nuevamente, especulativo y querer ver. como ya dije en miles de ocasiones, dónde esconde el conejo el mago.

En el caso de St John, solo nos queda (y él seguramente esté muy orgulloso con esto que voy a decir) creer que existe.

Mejor, porque así siempre es más divertido.
 

Pero esperá que hay una más.

Vamos con un breve top five de «Nunca me animé a Ferrara, qué tengo que ver y en qué orden» algo personal:

  1. El rey de Nueva York
  2. Un maldito policía
  3. Ángel de venganza
  4. Secuestradores de cuerpos
  5. El funeral

Y después medio que podés seguir como quieras. Tené en cuenta que las del período europeo (o más «del Ferrara limpio» si se quiere) poco o nada tienen que ver con la oscuridad y mugre que tienen las del período del que hablé acá, y son más bien ejercicios sobre cosas que le interesan (el asesinato de Pier Paolo Pasolini en, justamente, Pasolini (2014), por ejemplo) o sobre su propia vida (Tommaso (2019), sin ir más lejos.)

Todo esto, claro, en mi honesta opinión, que no debería valer más que tu honesta opinión ni la honesta opinión de nadie, siempre y cuando el que esté opinando sea honesto.

Ahora sí, ya más no puedo hacer por vos este martes.