Míralos MorVIP 8

El "peor" director
de "todos los tiempos"

Por Santiago Calori

Hemos escuchado mil veces que Ed Wood fue «el peor director de todos los tiempos», y el director de la «la peor película jamás filmada», entre montones de cosas más.

Hemos visto, los que peinamos canas, cómo el término «bizarro» se devaluaba en manos de gente que no lo podría definir ni haciendo dibujitos.

Hemos visto como, en la bondad que el género tenía, se terminó convirtiendo en una bolsa de gatos donde todo (y en definitiva nada) termina valiendo.

Entonces:  «¿De qué vas a hablar, hermano? ¿De Ed Wood o del cine bizarro o de los que no saben qué es y usan el término?» 

Andá a saber. Vamos por por partes.

Ya quedó medio establecido que «no hay películas malas ni buenas». Usando ese mismo postulado, lo que pasó con la carrera de Ed Wood es,de mínima, extraño y, de máxima, cruel.

Fue considerado «el peor director de todos los tiempos» por un jurado que no termina de quedar claro compuesto por qué caterva de iluminados del séptimo arte y venerado por generaciones de adoradores del «tan mala es buena» y del horroroso concepto de «consumo irónico.»

Empiezo por decir que, duela o no, no existe el «consumo irónico.» Existe el consumo, punto. Consumimos determinados productos que, por alguna razón, resuenan en nosotros: sean más normales, más extraños, incluso más más extraños… los consumimos y punto. Hablar de «consumo irónico» para hablar de algo que se consume es una cobardía. Es no querer hacerse cargo de algo que uno está consumiendo, como si existiera una policía del buen gusto que nos va a castigar por consumir tal o cual cosa conscientemente.

Y digamos todo: esa policía moral existe y cada día más. Está en nosotros que nuestro camino de iluminación cultural no esté dictaminado por lo que diga una mayoría (o minoría, dependiendo de lo que estemos consumiendo) y que nos acerquemos a las cosas con interés genuino y no «porque hay que estar o estar» en determinadas discusiones.

Pero estoy acá para hablar de Ed Wood. 

Bueno, o eso creo. A ver:

Edward D. Wood Jr. nació en Poughkeepsie, Nueva York en el año 1924 y murió en Los Ángeles en 1978 a la corta edad de 54 años.

No es un dato menor si tenemos en cuenta que gran parte de su popularidad empezó a los pocos años en el circuito de las midnight movies y la retrospectiva revisionista. Se podría decir la corta vida de Wood no le permitió vivir su cuarto de hora de gloria.

¿Quién era Ed Wood? Bueno, no hay muchos datos concretos reales porque el interés por una biografía llegó varios años después de su muerte y lo que se sabe se sabe en base a especulaciones y testimonios de personas que lo conocieron compilados en el maravilloso Nightmare of Ecstasy de Rudolph Grey de 1992, usado de base por Scott Alexander y Larry Karaszewski para escribir Ed Wood (1994) de Tim Burton.

Sabemos que se obsesionó con el cine a corta edad cuando vio Drácula (1931) de Tod Browning y que empezó a experimentar con una cámara y películas hogareñas.

Hasta acá la historia de Spielberg, Shyamalan o de cualquiera que haya hecho películas de chico que terminó haciendo películas de grande.

Sabemos que estuvo en la Segunda Guerra Mundial y que volvió de ella con la firme intención de pegarla en Hollywood.

No pasó, la verdad: su carrera se alejaba mucho de los logros y los tiempos de la de su ídolo Orson Welles, pero consiguió una oportunidad de dirigir, quizás no en las mejores circunstancias El productor exploitation George Weiss (responsable después de la inolvidable Olga’s House of Shame (1964) entre otras) quería filmar una versión no autorizada de la vida de la pionera del transgénero Christine Jorgensen tentativamente titulada I Changed My Sex (Yo cambié mi sexo) que terminó llamándose Glen or Glenda (1953).

Glen or Glenda fue, además, la primera oportunidad en la que Wood trabajaría con el ídolo de su niñez, Bela Lugosi.

El ex Drácula venía intentando mantener su carrera, pero los cambios en los gustos del público, un estancamiento en lo que tenía para ofrecer y una adicción a la heroína bastante complicada no lo ayudaban mucho. Wood, que solo vio en el a una estrella con nombre para sus películas chiquitas, no tuvo mucho problema en surfear esa ola, además de darle su amistad y admiración genuina.

Glen or Glenda fue su película más biográfica y personal, donde hablaba (y actuaba) sin miedo sobre su pasión por travestirse, incluso incluyendo en el casting a su novia Dolores Fuller, que descubrió su hobby mientras estaban rodando y terminó dejándolo poco tiempo después.

Su carrera siguió todo lo viento en popa que pudo, consiguiendo plata de distintos productores de películas baratas para llevar adelante sus creaciones: con Jail Bait (1954) una de delincuentes juveniles y cirugías plásticas, Bride of the Monster (1958) donde un científico loco encarnado por Lugosi quiere dominar al mundo y termina muriendo en manos de un pulpo de goma gigante, The Bride and the Beast (1958) sobre una mujer que está por casarse pero siente atracción por un gorila, Night of the Ghouls (1959) una secuela de Bride of the Monster y su opus máximo Plan 9 del espacio sideral (Plan 9 from Outer Space, 1959) sobre el noveno intento de unos extraterrestres de dominar a la población de la Tierra.

Después de esta seguidilla ganadora, siguió filmando incluso con menos suerte. Algunas de las películas de este último período (junto con los stags y las pornos que terminó dirigiendo) recién pudieron verse con posterioridad a su fama póstuma.

¿Y cómo vino esa fama? Bueno, ahí la cosa se pone interesante.

El mote de peor director y peor película viene de un libro llamado The Golden Turkey Awards de Michael Medved, un crítico periodista que tuvo quince segundos de gloria a principios de los años ochenta. El libro era una secuela de otro llamado The 50 Worst Films of All Time, donde la carrera de Wood no estaba ni mencionada y la peor película de todos los tiempos era otra.

Pero aun así, a partir de ahí Wood fue el peor. Y como tal, mucha gente quiso revisar su obra hasta ese momento arrumbada en algún depósito. El resto es historia. (?)

Seguramente sea pertinente aclarar que Medved no filmó un solo fotograma en su vida y la filmografía de Wood, equivocada o no, extraña o no, inclasificable o no, llegó a la docena de películas y una pila de cortos.

Usaría el «a los tibios los vomita dios», pero no estoy tan bíblico hoy. O nunca.

Entonces vamos a lo importante: ¿de qué nos reímos cuando nos reímos de Wood?

Bueno, ahí la cosa se pone perversa y tristona, porque en definitiva nos reímos de alguien que se animó a hacer. Algo que, si revisamos las redes sociales, es algo muy común incluso hasta hoy en día. Todas las semanas aparece un inadaptado que, sin freno ético alguno, decide mostrar al mundo lo que hace y un montón de gente sin un solo logro a su nombre se ríe como si ellos lo hubieran podido hacer mejor de haberse animado alguna vez a hacer algo de su vida.

Los que se reían de Wood se reían de alguien que tenía, como veremos en un instante, una mirada única del mundo y decidió mostrarla.

Y acá es cuando usamos los argumentos del enemigo para hacer un caso propio.

Momento ¿qué? 

Si tiramos a Wood contra la teoría de autor de los franceses, nos vamos a dar cuenta que cumple con todos las características necesarias para serlo. Existen en su obra características que la hacen propia y absolutamente intransferible.

Quizás le duela a los franceses, pero no existe mucha distancia entre Wood o Godard, que no sean de aplicación y estilo. Todo lo demás, es apreciación personal.

Hermoso ¿o no?

Paradójicamente, Wood fue homenajeado de una manera muy cariñosa por Tim Burton en Ed Wood, su mejor película.

Digo paradójicamente, porque el presupuesto de la película fue infinitamente mayor que el de todas las películas de Wood combinadas.

En un giro hermoso del destino, fue la película de Burton a la que peor le fue.