Míralos MorVIP 36

El director y el asesino

Por Santiago Calori

Para finales de los años sesenta y principios de los setenta, California había pasado de ser la tierra prometida del hippismo y la revolución del amor a un sangriento campo de batalla donde el Clan Manson había hecho y (se sospechaba) seguía haciendo de las suyas.

Pero Charlie y lxs chicxs no estaban solos en esa faena que se llevó puesto a todo lo que tuviera una túnica floreada: al mismo tiempo a lo largo del estado había varios crímenes que parecían obra de las mismas personas y no se resolvían. Con casos que aparecieron al poco tiempo, que iban desde lo que después se conoció como los comienzos del Golden State Killer hasta el Freeway Killer, la tierra del sol, las chicas rubias y las películas era un tablero de TEG bastante explotado.

Pero de todos los que habían a aparecido o estaban apareciendo, el que más iba a quedar en las mentes de todos era el que nadie nunca pudo apresar: le gustaba que lo llamen Zodiac o Zodíaco o el asesino del Zodíaco. Pero de eso nos enteramos después, cuando le empezó a mandar unos extraños criptogramas a los diarios.

Y toda esa historia la conocemos porque, o leímos el libro de Robert Graysmith los que somos más fans del true crime, o porque vimos Zodíaco (Zodiac, 2007), la mejor película que David Fincher filmó en su carrera.

Los asesinos en serie, generalmente, no tienen la suerte que tuvo el Zodiac de que Fincher les haga una película, y en general caen en manos menos idóneas.

Pero no estoy acá para hablar de Fincher. Ni de asesinos en serie, aunque me encantaría. Ni siguiera de Zodíaco ni de Zodiac tanto. Estoy acá para hablar de una película «urgente» que, a luz de los eventos posteriores, no dio buenos resultados pero tiene una historia hermosa.

Corría el año 1971 y Zodiac estaba libre y aún activo. Y ahí, justamente ahí, fue que un héroe sin capa de esos que nunca faltan en Míralos Morir, decidió tomar el toro por las astas.

Su nombre era Tom Hanson y había logrado amasar una pequeña fortuna con una pizzería que se había hecho cadena de nombre Pizza Man.

¿Y qué hizo Tom Hanson para atrapar al asesino? ¿Se reunió con unos vecinos y salieron a patrullar corte vigilante? Me temo que la respuesta es no.

Bueno, sigamos con las especulaciones: antes de ser un pizzero encumbrado ¿había trabajado un poco en el mundo del cine exploitation? Bueno, sí. Venís mejor rumbeadx. ¿Tenía muy pocos rudimentos de cómo se hacía una película? Estás en lo cierto. ¿Decidió hacer una? Pero por supuesto, Lucho.

Tom Hanson decidió que la mejor forma de atrapar a Zodiac era hacer una película sobre él.

¿Cómo cómo cómo?

Sí, como lo leés. Y no solo eso: era justamente la película la que iba a ayudar a atraparlo.

Pará, pará, pará. ¿Vos me estás diciendo que…

Lo que yo estoy diciendo es esto: Hanson salió a filmar The Zodiac Killer (1971) a como diera lugar. Las actuaciones, la fotografía, el sonido, el tratamiento de color le resultaban detalles que no venían al caso. Como buen exploitator, lo único que quería era tenerla terminada y que tuviera un afiche llamativo, porque ahí era donde la aventura empezaba realmente.

Porque, no te voy a mentir, el plan que había urdido Hanson era un poquito rebuscado: estaba convencido que un asesino que mandaba cartas a los diarios era un narcisista y que, si se hacía una película sobre sus crímenes, la iba a querer ir a ver.

La cosa era, como decían en El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998): «Si estoy entendiendo bien el plan, es un reloj suizo.»

Esperá que no terminaba ahí, porque, obviamente, si iba a mucha gente todos (y nadie) podían ser el asesino. Era una película exploitation estrenándose demasiado a tiempo. 

Ahí fue cuando Hanson, como un Hans Gruber de los estrenos, reveló la segunda parte de su plan: la forma en la que Zodiac se había dado a conocer era mediante cartas manuscritas. ¿Cómo hacer para que los que fueran a ver la película dejaran una muestra de su caligrafía sin sospechar? 

Acá es donde lo ideado por Hanson empieza a descontrolarse un poquito.

Por medio de un amigo que creía en su plan y tenía un concesionario de motos, consiguió una Kawasaki para sortear entre los asistentes. Estaba convencido que el Zodiac no solo era narcisista, sino que también iba a querer ganarse el premio.

Cada espectador que llegaba recibía una tarjetita que decía «Creo que Zodiac mató porque…», que debía completar con su parecer y sus datos personales para entrar en el sorteo.

¿Pero cómo estar seguro de que completaran con los datos verdaderos? Bueno, acá la cosa ya se vuelve un episodio de Los simuladores. Debajo de la urna había alguien acostado y escondido en una estructura que, cuando veía una caligrafía que le resultaba sospechosa, avisaba a otro por un walkie talkie.

Así fue como arribaron a cinco sospechosos que fueron cuidadosamente interrogados en la oficina del único cine en San Francisco que pasaba la película. Por ellos, no por la policía claro.

De los cinco sospechosos, uno les resultó mucho más que una cara bonita.

Hanson, en una de las pocas entrevistas que dio en su vida para el libro Murder Movie Makers: Directors Dissect Their Killer Flicks de Matthew Edwards, explica que los apremios, además de ilegales, según él, dieron sus frutos: sobre todo con el hombre grandote del baño.

Cuenta la leyenda, y esto ya entra en un terreno de incomprobabilidad alto incluso para estos envíos, que Hanson fue al baño del cine, donde se encontró con un hombre que tenía varios tickets del sorteo, algo que le resultó sospechoso porque había dado órdenes estrictas a los empleados que entregaran un ticket por espectador, así que decidió presentarse como el director y probar con una charla casual.

Cuando le preguntó qué le había parecido la película, el hombre, según el relato de Hanson, le respondió «La sangre no brota así.»

No tardaron en llevarlo a la oficina a hacerle preguntas, pero no lograron conmoverlo ni hacerlo confesar por ningún crimen y el tipo se fue. Averiguaron que estaba parando en un hotel y le avisaron a la policía que, la verdad, tampoco descubrió nada.

Es el día de hoy que Hanson está convencido que ese hombre era el Zodiac y que estuvo a punto de atraparlo. Esto es tan así, que hasta hace dos o tres años, le decía a cualquiera que quisiera escucharlo, que estaba preparando un libro donde iba a revelar la identidad de uno de los dos tres asesinos más elusivos de la historia.

La carrera cinematográfica de Hanson siguió con A Ton of Grass Goes to Pot (1972) una de amigos motoqueros cruzando marihuana de México a Estados Unidos de maneras creativas, que estrenó al año siguiente y que filmó al mismo tiempo que The Zodiac Killer con el mismo equipo y presupuesto, convencido que ese «dos por uno» iba a ser tentador para los distribuidores. 

De más está decir que después de estos dos intentos volvió al rubro gastronómico, que en definitiva le terminó dando más satisfacciones.

The Zodiac Killer, luego de su breve estreno en San Francisco, entró en el circuito grindhouse de autocines y se perdió entre muchas otras. Esto fue hasta hace algunos pocos años, donde los genios de la AGFA la rescataron.

La AGFA (que no es la marca de rollos de fotos sino la American Genre Film Archive, una suerte de Cinemateca del cine que nadie se ocupa de restaurar) encontró un negativo dentro de la colección de fílmico que le cedió Something Weird Video y decidió restaurarla y editarla en bluray para los más valientes.

Es por eso que, si te pinta, seguramente en Incas y Torrent encuentres una copia en una calidad increíble si es que ver este tipo de cosas es tu metié.

Porque, obvio, esta es una de esas ediciones donde no te recomendaría abiertamente una película que existió con otros fines, que terminaron siendo mucho más importantes y entretenidos que el producto final. Un claro caso donde la aventura anterior y posterior es más importante que la película.

Y a riesgo de sonar como un viejo que grita a un nube cada vez que puede: qué interesante es que exista la AGFA, que podamos volver cincuenta años después a hablar de una película perdida y rescatar su historia, por más que la película no sea de visión obligatoria. 

Imaginate si tuviéramos una Cinemateca en Argentina que se ocupara, por lo menos, de salvar las buenas primero antes de que el paso del tiempo y la desidia hagan su trabajo. 

Soñar no cuesta nada.