Edición 24

Con las mejores intenciones

Por Santiago Calori

Antes de empezar con la diatriba voy a hacer dos o tres aclaraciones: ¿está mal el racismo? Claro que sí. ¿Está mal que las películas den menos oportunidades a las personas de color? Claro que sí. ¿Tienen la culpa las películas del racismo o de casi cualquier actitud discriminatoria? Bueno, eso es un poco más largo.

Hace poco más de dos semanas, el mundo del espectáculo (?) se partió con una noticia: HBOMax había decidido sacar Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939) de su plataforma «hasta que pudieran armar un contexto para presentarla» de cara a las manifestaciones raciales en los Estados Unidos y motivados por una carta de John Ridley, guionista de 12 años de esclavitud (12 Years a Slave, 2013).

Lo que podía parecer un dato menor o un «bueno, me parece razonable» (las razones de Ridley lo eran) para las las generaciones nuevas generó una levantada de ceja para las generaciones anteriores.

Esta semana, como miembro de las generaciones anteriores, te voy a explicar esa levantada de ceja.

Porque la cosa, como predijimos los que levantamos la ceja, la cosa no tardó en en escalar.

Recuerdo que hablamos del incidente ni bien ocurrió en este episodio de Hoy Trasnoche y aventuré un pronóstico de viejo mal pensando: «No vaya a ser que con este antecedente se empiece a señalar casi cualquier película por casi cualquier cosa»

Bueno, el zorro sabe más por viejo que por zorro. No habían pasado ni 48 que Variety (de todos los medios posibles ¡Variety!) se animó con una nota donde, por supuesto, nos aclara que no están de acuerdo con prohibir películas peeero acá tienen una lista de diez muy condenables.

¿Y qué había en la lista?

Bueno, Harry el sucio (Dirty Harry, 1971) (entendible, pero tampoco creo que nadie se la pueda tomar en serio ni cinco minutos, si tenemos en cuenta que en el pico del republicanismo en Estados Unidos salió Sledge Hammer (1986) que se burlaba abiertamente).

La cosa después iba variando y llegando a límites extraños como Forrest Gump (1994), Indiana Jones y el templo de la perdición (Indiana Jones and the Temple of Doom, 1984), El silencio de los inocentes (The Silence of the Lambs. 1991) , Psicosis (Psycho, 1960) y hasta Mentiras verdaderas (True Lies, 1994).

¿Y por qué tanto problema? Bueno, precisamente porque la historia nos enseño que en el momento en que las cosas se empiezan a señalar, empiezan los problemas.

O si no empiezan los problemas, aparecen un montón de adalides del bien común a tratar de defender a alguien de algo tan peligroso como una película.

Si quieren revisar la historia argentina, podés ponerte a leer del Ente de Calificación Cinematográfica, que cortó, censuró y prohibió cientos de películas en sus años de existencia, escudándose en las «ideas» que las películas podían dar a la gente.

(Y si no querés ponerte a leer, podés ver este documental que también te lo explica. Vuelvo)

Las mismas «ideas» que hay parecen poder darle Lo que el viento se llevóHarry el sucioForrest Gump o Indiana Jones y el templo de la perdición, por solo nombrar algunas.

Y este sería un episodio de «un viejo le grita a una nube» si la cosa se hubiera quedado con lo de HBO y la nota de Variety, pero no: pocos días después alguien hizo un Change.org para que Netflix saque Fragmentado (Split, 2016) de su plataforma, por la forma en la que (¡una película de terror!) retrata a las personas con trastorno de identidad disociativo.

Y ese mismo día un montón de actores aparecieron pidiendo disculpas por papeles que hicieron, y capítulos de series que hablaban de un problema pasaron a ser considerados parte de ese problema y así.

Hace unos meses centennials en Twitter se indignaban por el supuesto blackface de Robert Downey Jr en Una guerra de película (Tropic Thunder, 2008) algo que, si hacés el esfuerzo de ver la película, te das cuenta que es justamente todo lo contrario. Lo mismo debería haber pasado con el black elf de Community o con el capítulo de ¡Las chicas de oro! pero no tuvieron la misma suerte: no se pueden ver en ninguna plataforma.

¿Y qué es lo grave de todo eso? Ya te digo.

El problema de todo esto, en realidad son varios:

Vivimos en una era sin riesgo. Vivimos en una época donde si querés ver un cine más inseguro, lo tenés que ir a buscar a películas de dos millones de dólares y no de doscientos.

En una época donde todo se puso tan pacato que si querés ver a alguien cogiendo en una pantalla de cine te tenés que tomar una máquina del tiempo a 1999 como mínimo.

En una época donde la respuesta fácil es la única posible y donde cualquier franchise que se pueda explotar casi indefinidamente es lo único que parece viable a nivel de cine de grandes estudios: «¿Esta idea no la tengo que explicar?» «De esta idea que no tengo que explicar ¿puedo hacer 20 películas casi iguales?»

¿Cuál va a ser el resultado cuando esto choque con «no se debería hacer películas de temas problemáticos? Un cine incluso más blando. Un cine sin bordes rectos. Un cine con el que nadie se pueda golpear y salir lastimado. Incluso menos que el que tenemos ahora.

La única cosa que le gusta más al sistema de estudios que un éxito de taquilla es que nadie se le queje.

Del mismo modo que en los años 30 fue funcional al Código Hays, seguramente hoy no tarde ni tres minutos en ser funcional a la queja de Twitter que haya subido esa semana, sin hacerse jamás la pregunta de si alguien efectivamente es racista por Lo que el viento se llevó o por vivir en un país donde las carreras de autos todavía usan la bandera confederada como si nada.

Un país donde el problema parece ser una película que tiene casi 90 años, cuando en la realidad los que entrar a masacrar gente en un cine están vestidos de Bane y no de Clark Gable.

Creer que «las películas tienen la culpa» es, justamente, querer dar la respuesta simple.

Puesto todo esto sobre la mesa te pregunto: ¿a vos te parece que es necesario que películas que es absolutamente obvio que no son ejemplos a seguir deban venir con una nota que explique su contexto? O peor aún, ¿que sean borradas de plataformas?

Yo no estoy del todo versado en la realidad norteamericana de los años 30, pero veo en Reefer Madness (1936) que alguien se fuma un porro y se tira por la ventana y me rio.

Dos o tres pensamientos laterales:

Uno: deberíamos hacer algo para que público pueda sacar sus propias conclusiones, no darles todo masticado. En la coyuntura actual donde nadie hace nada en una película grande sin explicarlo por imagen y diálogo, puede ser un poco complicado.

Dos: deberíamos pensar qué señalamos con un dedo y por qué. Se ha comprobado en las últimas semanas que señalar funciona. Si todo el mundo se puede ofender con prácticamente cualquier cosa, vamos a tener una pila de cosas canceladas más alta que la de cosas no canceladas. ¿Y ahí que pasa? Las verdaderas cancelaciones no tienen ningún valor.

Tres: deberíamos preguntarnos qué películas son las que zafan de toda crítica siempre. Te doy una pista: las que nos dan un espacio seguro o, como dije antes sin filos que nos puedan lastimar. Es el cine que ya existe y que deberíamos hacer algo para que no sea el único.

La Ley de Godwin establece que «A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno.»

Y bien, acá estoy: no digas que no te lo advertí. No podemos ponernos a marcar películas que son realmente peligrosas como nocivas porque estaríamos negando la historia.

Yo puedo pensar (y todos deberíamos pensar) que El triunfo de la voluntad (Triumph des Willens, 1935) de Leni Riefenstahl es una película horrorosa. Pero si no queda testimonio del nazismo, probablemente: a) estemos negando su existencia y b) haya más posibilidades de que se repita.

Quizás lo único que nos podamos llevar de esto es un pensamiento que no es mío, sino de la historia del mundo. Toda dictadura (sea del lado que sea) o todo movimiento relativamente totalitario empezó con alguien salvando al pueblo de «un mal mayor»

Si los guardianes de la moral y las buenas costumbres (sean esa moral y buenas costumbres las que se acomoden a los tiempos que se estén viviendo) empiezan a señalar con el dedo nada bueno (ni nuevo, como expliqué antes) va a pasar nunca.

Y no lo digo yo, lo dice la historia.

Una vez más por si es necesario: estoy del lado de las películas por más cuestionables que sean. La única forma de aprender es tener la posibilidad de verlas y sacar nuestras propias conclusiones, no que «el bien común» decida por nosotros.

Hasta la semana que viene, espero para esa fecha tener una visión más positiva de las cosas.

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