Míralos MorVIP 27
Cinefilia extraterrestre, parte II
Ver a Joe Dante en alguna foto de principio de los setenta en la sala de montaje donde trabajaba editando trailers para la productora y distribuidora New World Pictures de Roger Corman es lo más parecido a ver a alguno de los personajes de científico loco de sus películas. Y ese lugar fue el laboratorio donde durante años Dante confirmó que podía hacer cine, o mejor dicho, hacer volar al cine en mil pedazos.
Hay una anécdota de su creatividad explosiva como montajista de trailers que lo pinta de pies a cabeza. En Cover Girl Models (1975), una de las últimas películas que Roger Corman había producido en Filipinas, había una secuencia donde estallaba un helicóptero, y como la imagen era impactante, aunque se trataba de un evidente helicóptero en escala, fue incluida en el trailer. O en muchos trailers. Porque como confesó Dante: “Así que cuando otra película aparecía y no era muy interesante, volvíamos a poner el helicóptero en el trailer. Lo gracioso es que siempre encajaba. Ponías cualquier plano de alguien disparando un arma y luego el plano del helicóptero y funcionaba; no importaba si disparaban el arma hacia abajo, igual era un gran montaje. Casi cualquier plano es un gran montaje con un helicóptero explotando.” Los teóricos rusos del montaje se harían una fiesta con esta idea fraudulenta de Dante que proponía ese plano como un anzuelo de adrenalina en los trailers para atraer a la gente a ver películas de acción a los cines.
Antes de comenzar a trabajar como montajista masivo de trailers, Dante ya tenía experiencia como editor maratónico con su primera película The Movie Orgy (1968), que duraba siete horas, estaba diseñada para ser vista en el cine durante toda una noche ininterrumpida y consistía en un montaje de películas, series y publicidades de los 50 y 60, fragmentos en colisión, unos contra otros, produciendo un caos, una suerte de trailer infinito donde se remixaban decenas de cintas que podían cambiar función a función. Más que un montaje era un desmontaje, era la venganza del espectador contra las películas, eliminando lo que no le gustaba al mismo tiempo que homenajea lo mejor. Era una práctica que varias décadas después se llamó “fan edit”: los remontajes de películas hechos por fans. Cinéfilo extremo y crítico de cine, Dante casi que inventó esa práctica, una suerte de versión del found footage, la apropiación anarquista del material ajeno para utilizar películas y crear nuevas versiones lunáticas, haciendo estallar en pedazos las películas que nos gustan.
La dimensión de locura que se puede crear en un trailer siempre fue subvalorada, incluso el trailer no se considera una pieza audiovisual realmente legítima en la historia del cine, y sus creadores son anónimos. Pero Dante siempre valoró sus inicios cinematográficos, su educación industrial, y de hecho la primera película que codirigió, Hollywood Boulevard (1976), estaba basada en los trailers que editaba, que se incluían en la narración ficcional, y fue realizada con su compañero Allan Arkush, también montajista de trailers para Corman. En 2007, Dante fue además el creador del proyecto Trailers from Hell, su definitivo y más esmerado canto de amor a ese género breve y ninguneado, donde distintas personalidades del cine, él incluido, comentan películas a partir del trailer.
Esa operación básica del trailer de juntar fragmentos y hacer una versión meteórica y explosiva de una película es un ensamble con el que Dante construyó una nave espacial para viajar al espacio interior del cine. Y no es una metáfora, lo hizo literalmente. Y lo demostró en varias películas, pero especialmente en su obra más maldita, Los exploradores (Explorers, 1985), que trata justamente de su particular cinefilia extraterrestre.
Para cuando filmó Los exploradores, Dante ya había dejado de ser el montajista de trailers de Corman para ser la nueva esperanza en el cine mainstream que reivindicara el espíritu de la clase b donde había surgido. Y había hecho Piraña (Piranha, 1978), que Steven Spielberg había reconocido como la mejor copia de su Tiburón (Jaws, 1975), y por eso lo apadrinó como productor para que dirija Gremlins (1984), obra maestra que finalmente convirtió a Dante en un cineasta exitoso para la industria. Eso provocó que un gran estudio como Paramount apostase a producirle una película al año siguiente. Pero no sabían que Dante era un director de otro planeta.
Tres adolescentes, compañeros de colegio, tienen el mismo sueño: vuelan sobre un circuito electrónico como si fuese el mapa de una ciudad diseñado como un videogame. En sus sueños sincronizados se meten a través de esos circuitos y caen un agujeros negros con el mismo vértigo de caer por una montaña rusa. Cuando despiertan dibujan los esquemas del circuito que vieron en sueños y logran construir un programa en la computadora que controla una burbuja que los encierra y les permite volar. Y luego se les ocurre construir una nave espacial con chatarra para viajar dentro de esa burbuja al espacio exterior; porque Ben, uno de los adolescentes, es fanático del cine de ciencia ficción. Esta base argumental de Los exploradores, escrita por Eric Luke, le permite a Dante hacer una película con las esquirlas de su cinefilia extraterrestre.
Como una suerte de remake de las películas de ciencia ficción que Ben mira en su videocassettera, Dante construye el relato muy influenciado por esa edad de oro cine del espacio exterior en Estados Unidos. De hecho, para la dirección de arte de la película se contrató a Robert F. Boyle, que si bien es más reconocido por algunas secuencias memorables del cine de Hitchcock, también hizo el arte de Abbott y Costello en Venus (Abbot and Costello Go to Mars) y Llegaron de otro mundo (It Came from Outer Space), ambas de 1953, la última dirigida por Jack Arnold, de cuyo espíritu cinematográfico Dante es muy afín (además, Susan Arnold, hija del cineasta, es la directora de casting de la película). Boyle hace un cameo especial, en su segundo y último papel como actor en el cine, como el padre del protagonista de la película que se proyecta en el autocine en Los exploradores. Dante no encripta sus influencias, sino que las comparte, porque Ben tiene en su habitación un afiche bien visible de Llegaron de otro mundo.
Aunque no está como referencia oficial en ningún lado, la nave esférica que construyen los adolescentes parece inspirada en El hombre del planeta X (The Man from Planet X, 1951) dirigida por Edgar G. Ulmer; incluso hay un plano en Los exploradores, cuando Dick Miller descubre la nave con su linterna, que parece calcado de aquella película. No solo es otro vínculo con una película de ciencia ficción de los cincuenta, sino a un cineasta que es admirado por Dante, quien participó en un documental sobre la obra de Ulmer. Además, en Looney Tunes: de nuevo en acción (Looney Tunes: Back in Action, 2003), una de las últimas películas de Dante, aparece como personaje el extraterrestre de la película de Ulmer.
¿Hay más referencias al cine de ciencia ficción de los cincuenta en la película? Sí, muchas, algunas muy directas. Por ejemplo, Ben mira en VHS Más allá de la Tierra (This Island Earth, 1951) y La guerra de los mundos (War of the Worlds, 1953), por ejemplo, dos películas importantes que dan su imaginario central a la película. Pero a mitad de los ochenta, Dante no estimula una sensibilidad retro, sino que también mira el cine del presente, porque también hay citas directas a la saga de La guerra de la galaxias, como cuando el protagonista se pone una máscara y con una linterna juega a usar el sable láser como Darth Vader. No se trata de dar una pátina nostálgica al cine sino de dialogar con las películas, sin límites de tiempos, ni de géneros, porque la cinefilia extraterrestre se trata de mirar el cine del pasado y del presente con ojos de futuro.
Y si Dante con The Movie Orgy fue pionero prediciendo el futuro arte de los “fan edits”, con Los exploradores va a reconocer el mérito y el encanto de las remakes apócrifas, los ripoffs, los homenajes al borde del plagio, con un tributo a la versión italiana de La guerra de las galaxias (Sette uomini d’oro nello spazio, 1979) en una de las secuencias centrales de su película. Ni bien los tres adolescentes pueden construir la nave, su primer viaje es a un autocine en medio de la función. Bajo el cielo nocturno, se ubican adelante de la pantalla que proyecta una película de ciencia ficción galáctica protagonizada por Starkiller, interpretado por Robert Picardo, personaje construido a imagen y semejanza del protagonista de Más allá de la Tierra y de Elvis Presley. Starkiller se llamaba en el guion el protagonista de La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977) de George Lucas, pero antes de comenzar a filmar le cambió el nombre por Skywalker; y la película inventada por Dante es una versión tana, remake berreta europea filmada para explotar el éxito de la película de Lucas, como se hace en el cine de explotación que clona productos taquilleros de Hollywood. Puede resultar paradójico que Los exploradores sea la primera coproducción con un estudio grande de Industrial Lights & Magic, compañía creada por Lucas, porque Dante recupera el encanto de lo que Lucas descartó, y no tanto el poder del original. Con su sensibilidad por el desastre y el descarte, por abrazar al cine con fuerza hasta desfigurarlo, con su particular sobreimpresión de la dimensión atrofiada de la clase b en medio de la tecnológica presteza del cine mainstream, Dante parece fundir la admiración y la crítica, el homenaje y la burla en un mismo movimiento.
Es ese movimiento que lleva a los adolescentes a dejarse llevar al espacio exterior, abducidos por el par de aliens Wak y Neek. Y allí descubren que no solo hay vida extraterrestre, sino que también hay cinefilia extraterrestre. Porque Wak y Neek conocieron la tierra a partir de la TV, de las películas, las series, las publicidades, pero no ven todas aquellas imágenes como distintas representaciones posibles del mundo, sino que piensan que ese es realmente el mundo. Wak y Neek hablan con diálogos de películas, repiten, por ejemplo, la frase final que dice Humphrey Bogart en El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941) de John Huston. Los extraterrestres creen que las ficciones cinematográficas son realidades terrestres, el cine es un planeta habitable. Dante les retrata hablando en el interior de la nave que está rodeada de pantallas superpuestas, con montajes de secuencias todo el tiempo proyectadas, como si habitasen una arquitectura hecha de cine. El extraterrestre de E.T., el extraterrestre (E.T., The Extra-terrestrial, 1982), de Spielberg, hacía zapping y miraba Más allá de la Tierra, y eso también lo hace el adolescente protagonista de Los Exploradores, pero Dante va mucho más lejos, porque hace un recorrido más extremo y abarcativo, más cinéfago. En el clímax de su películas hay collages de diálogos e imágenes, experimentales montajes delirantes, el trip es un viaje insólito al delirio cinematográfico cósmico: no conozco expresión mayor de la cinefilia extraterrestre.
Los anteojos de grandes lentes que usaba Joe Dante en los setenta, cuando gastaba sus ojos mirando el celuloide para montar fragmentos de trailers, son similares a los que usa Wolfgang Müller en Los exploradores, interpretado por River Phoenix en su debut en cine. El personaje de Wolfgang es un genio precoz que con sus grandes anteojos de nerd inspecciona el mundo, es un científico loco adolescente capaz de inventar lo imposible. Estos lentes no son las lupas del detective sino los lentes de aumento de los proyectores de cine que amplifican un fotograma hasta que ocupe una pantalla gigante. Explorar es ampliar el universo de lo posible. No hace falta ser muy suspicaz para entender que la exploración que hace la película desde el título tiene que ver con una mirada de la historia del cine con ojos extraterrestres, pensando que aquello que se ve no es una ficción ni un espejismo, sino que todo lo que sucede en el rectángulo de una pantalla se puede agrandar hasta ocupar el mundo, como piensa también ese adolescente que inspirado en las películas construye con sus amigos una nave espacial para divagar en el más allá del cosmos. Los exploradores no es solo una película que redimensiona la historia del cine, también es un retrato de una generación de ojos de videotape que comprendió que el VHS, esa revolución que hizo del cine un arma portátil, hasta doméstica, era la posibilidad de apropiarse de las películas, era el sueño cumplido de que el cine salga de las salas, de las cabinas de proyección inaccesibles y se vuelque al mundo.
Frente a otras películas de Dante, Los exploradores no es apreciada en su justa medida, aunque sí tiene cierto culto. Tal vez tenga que ver con que la primera versión de la película duraba más, que la estaban remontando pero Paramount decidió adelantar la fecha del estreno. Y al pedir que la entregaran antes de la fecha previamente acordada, el montaje final se hizo apurado. Por eso Dante siempre dijo que esa no es la película que él quería hacer, sino la que el estudio quiso estrenar. De hecho, parece las secuencias que no formaron parte de la versión estrenada se perdieron y es imposible hacer un nuevo montaje. Como le pasó a Orson Welles en Universal con Sed de mal (Touch of Evil, 1958), la película fue arrebatada y estrenada por el estudio sin el corte final del director; lo increíble es que ese destino ya estaba de alguna manera anunciado en Los exploradores porque Dante había filmado un homenaje a Welles en la secuencia donde los adolescentes entran a un depósito y se cruzan con un trineo para la nieve con la inscripción Rosebud. Lo cierto es que el primer montaje supuestamente duraba más del doble del metraje con que finalmente se estrenó, por lo que la versión abreviada que conocemos es como un trailer de la original. Pero como nos enseñó Dante, un trailer también puede ser una obra maestra del cine.
Los exploradores fue la primera película que vi en VHS. Un amigo se compró una videocassettera y nos invitó a varios amigos del colegio a ver una película a su casa, que además éramos compañeros de un grupo de exploradores, y supongo que por eso alquiló esa película. En las primeras épocas del desembarco del VHS a la Argentina, ver una película no era necesariamente individual porque eran pocas las personas que tenían aparatos reproductores y se organizaban reuniones para ver videos. En la primera época del VHS las casas de convertían en cines. Cuando la vi a mediados de los 80 yo y mis compañeros teníamos la misma edad que los protagonistas de la película. La primera escena con el televisor pasando un video en la habitación de Ben era como un espejo de lo que estábamos haciendo frente al televisor: lo que mostraba la pantalla también estaba sucediendo en el mundo alrededor nuestro, no había diferencia entre el cine y nuestra realidad. Los extraterrestres de Dante tienen razón: el cine era nuestro planeta.
Diego Trerotola es crítico, programador y docente. Escribió en decenas de medios entre los que se destacan Página 12 y El Amante. Fue programador del Bafici, del Festival de Mar del Plata y director del festival de cine de género Asterisco, además de ser uno de los fundadores del Archivo Regional de Cine Amateur. En la actualidad sigue ejerciendo la crítica y la docencia con una pasión envidiable.