Sí, el homenaje a Hernán Caire es adrede. Ahora, si pensás que voy a hablar de Noche de brujas (Halloween, 1978) de John Carpenter, estás muy equivocadx.
“Ah, te hacés el rebelde.”
No necesariamente: seguramente haya una entrega dedicada a cada una de las obras maestras de Carpenter —ya hubo una de El enigma de otro mundo (The Thing, 1982) y otra de Memorias de un hombre invisible (Memoirs of an Invisible Man, 1992) por razones (no tan) diametralmente opuestas— y termine, con el correr del tiempo, cubriendo la filmografía entera de uno de mis, no es ningún secreto, directores favoritos.
Hoy quiero hablar de otra.
“¿Es de la saga?”
Vos sabés que sí.
“La de Rob Zombie.”
Te pasaste.
“Me doy.”
Lo bien que hacés. Porque la película de hoy nos va hacer hablar de un tema que se habla poco, porque se habla mucho de otro.
“¿No es siempre así?”
Puede ser. Se habla mucho de “segundas partes nunca fueron buenas” y se rescatan siempre las dos o tres que zafaron o que fueron mejores que la película que las precedía.
Con las terceras partes no pasa tanto, y hay muchos ejemplos de ese número donde no superan a la primera, pero sí son lo suficientemente sólidas como para dejar a la segunda en una esquina avergonzada. Podemos hablar de Duro de matar, la venganza (Die Hard: With a Vengeance, 1995), de Alien³ (1992) o incluso de Pesadilla 3: el miedo continúa (A Nightmare on Elm Street 3: Dream Warriors, 1987) y hacer que todos los que nos estaban discutiendo asientan y nos digan “la verdad que tenés razón.”
Claro que por un puñado de ejemplos, hay bolsas de residuos enteras de lo contrario.
Hoy voy a sacar una de esas de la bolsa y la voy a poner del otro lado, porque, probablemente estemos ante un caso de “expectativa vs realidad.”
Y para eso, te imaginarás, vamos a tener que hacer un poco de historia.
Noche de brujas se estrenó justamente para esa fecha en 1978. No voy a ahondar demasiado —como dije antes, ese momento en la filmografía de Carpenter probablemente llegue más temprano que tarde—, pero podríamos decir que se hizo con un presupuesto cercano a cero, con producción de Debra Hill y el propio director y recaudó cientos de millones de dólares.
Además de reescribir las reglas del slasher, que ya existía pero no con este nivel de sofisticación, y de poner en pantalla algunas de las puestas de cámara que se deberían estudiar más seguido en escuelas de cine y las películas serían bastante más interesantes, pero ni voy a empezar con eso.
Volviendo, también podríamos decir que después de una serie de películas francamente olvidables, la saga intentó volver dos veces: una desde el lado del fandom más duro, con las dos películas dirigidas por Rob Zombie (que defiendo bastante, sobre todo la primera) y en los últimos años con el reboot con Blumhouse y el propio Carpenter aprobando que fue Halloween (2018) de David Gordon Green y, bueno… Halloween Kills (2021), pero no nos vayamos por las ramas.
Lo cierto es que con el éxito de la primera, los estudios empezaron a ver a esa rara avis como una fuente inagotable de leche y les propusieron hacer, con más presupuesto todo lo que quisieran con tal de que Hill y Carpenter les dieran “más de lo mismo.”
Fijá este último concepto porque quizás te venga bien en un ratito.
En un apuro, el dúo escribió un guión para la segunda parte y se ocuparon de la producción. Siendo Carpenter —salvo en el caso de Escape de Los Ángeles (Escape from L.A., 1996)— alguien que detesta públicamente las secuelas, la silla del director fue para Rick Rosenthal, que terminó —como es debido después de esto— dirigiendo televisión prácticamente toda su vida.
El propio Carpenter en entrevistas posteriores llamó a la secuela “una abominación” y que si la había escrito y su nombre estaba ahí era “por cuestiones meramente contractuales.”
Peeero a la película le fue bien de público y taquilla y, a pesar de ser un poco repetitiva, le dio al público lo que quería. El estudio seguía interesado en ordeñar la vaca y se sentaron a hablar con Hill y Carpenter, que tenían otra idea en la cabeza, incluso desde el momento donde el “apuro” y la necesidad concreta de que Noche de brujas 2 (Halloween II, 1981) llegara a los cines lo antes posible.
Y lo que habían pensado era bastante genial: generar una saga de películas con el hombre Halloween, pero cuyas historias fueran independientes y autoconclusivas. Sucedían durante la noche de brujas, pero no tenía a Michael Myers, ni la máscara, ni el cuchillo ni nada de eso.
Este sueño que venía a proponer el dúo recién se pudo materializar para tercera, al punto que en la segunda Carpenter desde el guión se ocupó de matar bien matado a The Shape cosa de estar seguros.
(Eso, bueno, si viste cualquier saga de terror sabrás muy bien, que no es precisamente algo que esté escrito en piedra, pero bueh, el intento estaba.)
La idea, si la pensás un segundo, no era nada mala: películas que pasan durante la noche de brujas, como las que pasan en navidad, pero un poco más retorcidas.
“Una onda Black Mirror.”
Para que te voy a decir que no si sí.
Y así fue como Hill y Carpenter se pusieron al hombro, esta vez como productores y con el bueno de John componiendo quizás su mejor banda sonora, la que sería recordada como la más infame en la saga de Michael Myers, sobre todo por no tenerlo ni en un solo fotograma: Halloween III: Season of the Witch (1982).

“Emosido engañado: viniste a hablar de Halloween III.”
Vos sabés que sí.
Como parte de este “universo expandido” para Halloween, Hill y Carpenter decidieron llamar a Joe Dante —que había dirigido Aullidos (The Howling, 1981)— para dirigir y al genial Nigel Kneale, inglés responsable de la genial Quatermass and the Pit (1958) para que la escriba.
Dante se abrió del proyecto al poco tiempo, y Hill y Carpenter llamaron a Tommy Lee Wallace, un colaborador histórico del director en el departamento de arte, intentando quizás que “la cosa quede en casa” con lo bien que esa estrategia había salido con la primera.
Wallace, un fanático de Muertos vivientes (Invasion of the Body Snatchers, 1956) de Don Siegel, se ocupó de meter varios guiños al clásico del horror, al punto de que localizó parte de la película en el mismo pueblo.
La idea era que “suceda durante noche de brujas” pero que no tuviera conexión alguna con el universo de Michael Myers que estaba bien muerto. El guión tenía druidas en tiempos actuales, robots asesinos y corporaciones malignas, además de un dúo que se pone a investigar una fábrica de máscaras de Halloween que tiene una agenda secreta.
“Ah, imposible.”
No, justamente todo lo contrario. Inesperado, pero no imposible. Halloween III era todo lo contrario a lo que el público podía esperar: tenía sentido del humor, era oscura, conspiranoica y hasta se animaba a matar niños.
“Me la vendiste muy bien.”
Verdad que sí.
Claro que, como dije al principio y ya muchas veces acá, el público —e increíblemente la crítica, que había dicho que la película anterior era repetitiva— no estaba listo para que pasara todo eso, sobre todo bajo el hombre de Halloween.
Tanto era esto así, que hasta variaron los taglines de las dos anteriores, que eran “La noche que él volvió a casa” y “Más de la noche que él volvió a casa” convietiéndolo en “La noche que nadie volvió a casa.”
Era una apuesta fuerte, y todas las fichas estaban en un mismo número.
“O sea que no la fue a ver ni el loro.”
Eso se suele leer por ahí, y no podía ser más falso: la película costó un poco más de dos millones de dólares y recaudó catorce. Sí, comparado con las anteriores es un vuelto, y muchas otras películas de terror de ese mismo año la superaron, pero estuvo varias semanas en cartel en el segundo puesto. Nada mal.
“¿Y entonces cuál fue el problema?”
Bueno, ahora viene la parte de “expectativa vs realidad” que teasié por lo menos tres veces.
El público había ido al cine buscando algo que esperaba la película le iba a dar y esta claramente no le dio. ¿Está mal esto? Por supuesto que no: qué mejor que que una película nos sorprenda, pero quizás no era el momento.
Se ve que la novedad fue tan mal recibida que para la cuarta entrega —que tardó unos añitos— hasta hicieron la milla extra de ponerle: Halloween 4: The Return of Michael Myers (1988) para que no quedara ni media duda.
Sí, el concepto de la antología quedó en el camino y Halloween III está por ahí como testimonio de lo que podría haber sido.
Solo nos queda especular y pensar cómo hubiera sido ese multiverso si, efectivamente la película hubiera recibido el amor que tuvo después cuando, gracias al video y el DVD los fans la empezaron a ver con otros ojos y a entender lo que se habían perdido.