Skip to content

90 – ¿Era necesario?

Publicado el 7 de octubre de 2021

No es ninguna novedad que los yanquis no leen subtítulos. Casi cualquier película europea que haya funcionado relativamente en las últimas décadas tiene su versión (y muy pocas veces superadora) en idioma local.

Los cines “de especialidad” —por ponerles un título pomposo— que pasan películas extranjeras con subtítulos son fenómenos de las grandes ciudades y lo que sucede con el doblaje en nuestras tierras allá se traduce en “hagamos la película de nuevo.”

Nada nuevo bajo el sol.

Hollywood insiste, desde tiempos inmemoriales —pero mucho más en el último tiempo— en hacer remakes chotas de películas que ya estaban buenísimas.

Tomemos algunos ejemplos de los últimos años: Cuesta abajo (Downhill, 2020), remake de esa maravilla que fue la ¿sueca? Force Majeure: La traición del instinto (Force Majeure, 2014), donde la sutileza de la destrucción de una pareja en la segunda se transforma en un “cómo me rompe las pelotas la bruja” digno de Poné a Francella a la primera.

Algo similar pasa con El ángel enamorado (City of Angels, 1997) de Brad Silberling, haciendo cosplay de Las alas del deseo (Der Himmel über Berlin, 1987) de Wim Wenders.

Y ni hablar de los rumores: Otra ronda (Druk, 2020) que “parece que la va a hacer Di Caprio” o Invasión zombie (Busanhaeng, 2016) que “está en el horizonte.”

Sí, el futuro parece ominoso, y la luz al final del túnel no parece ser la de un proyector pasando una película en su idioma original, y casi que nos obliga a citar a China Zorrilla en Esperando la carroza (1985) con su “Pourquoi?”

Bueno, muchas de esas respuestas puede estar enterradas en el final de Culpable (The Guilty, 2021), pero no nos adelantemos.

Porque, sí. Vamos a hablar de esa. Y de la otra. Y te voy a proponer un ejercicio, pero creo que eso ya te lo había contado.

Culpable es una remake de esas que les gustan hacer a los yanquis porque no leen subtítulos de La culpa (Den skyldige, 2018), opera prima danesa del director sueco Gustav Möller, que se pudo ver en salas argentinas hace un par de años y voló tan bajo como para que en el momento en que el “boca en boca” hubiera hecho estragos en las taquillas, la película ya no estaba en cartel. Por suerte tenemos el bit torrent y la cosa salió cinéfila igual.

Por si nunca la viste, La culpa es una película de esas del genero “un tipo encerrado en un lugar / situación” que a mí, en lo personal, me parecen muchas veces ejemplos de buena escritura.

(Obvio que una de estas mal escritas es la obra de teatro más larga de tu vida, pero ese es otro cantar)

La culpa, siendo una película de la escala que es, hace algo muy interesante a nivel escritura: juega con dos peligros. Uno externo y uno interno.

El externo es lo que está pasando en esa llamada a emergencias, el interno lo que le pasa al personaje.

Y llega el momento de citar a Duro de matar (Die Hard, 1988) cada vez que hablo de guiones, pero: una buena película es aquella que balancea el conflicto externo con el interno, haciendo que ambos colisionen en un momento y se conviertan en uno.

Para lxs que no agarraron nunca un libro de guión (y lo bien que hicieron) el conflicto externo, explicado a grosso modo es “lo que le pasa al protagonista” (un grupo de terroristas toma el edificio) y el interno es “con lo que el protagonista viene cargando de antes” (viene a ver si está casado todavía o no), así es como:

“John McClane no sabe si se va a separar de su mujer, la va a visitar a la fiesta de navidad de la empresa, tienen que salvar a los rehenes para salvar su relación.”

Algo similar pasa con La culpa. Su protagonista, un policía de calle afectado a una suerte de puesto de telemarketer atendiendo llamados de emergencia por un problema grave que tuvo “en cumplimiento del deber”, tienen que declarar por ese tema al día siguiente y le entra la llamada que le va a cambiar ¿el día? ¿la semana? ¿la vida? para siempre.

La danesa tenía, en su planteo casi espartano y su “constricción” todos los ingredientes necesarios para pedir una remake a los gritos. Sobre todo, y esto es meramente especulación mía, durante las pandemics y los rodajes achicados por protocolo.

¿No viste La culpa? ¿No viste Culpable? Bueno, más arriba te dije que íbamos a hacer un ejercicio. Llegó ese momento. Andá y ve las dos seguidas. Primero la danesa, después la yanqui. Yo te voy a estar acá esperando.

Como siempre, dejo una cálida música de espera.

Ahora que estamos todxs en la misma página, te lo voy a leer la mente y decirte lo que estás pensando: que viste una película y otra que era casi casi igual. O peor aún: que viste una película y después a alguien que te la contaba.

Tiene sentido que estés pensando eso.

No solo eso: que la danesa se pasa rápido a pesar de ser de un tipo encerrado y la otra no termina más. N de R: duran prácticamente lo mismo.

Si bien el “guion” de Nic Pizzolatto—

“Pará que es el de True Detective.”

Sí, de la segunda temporada también. Decía—

Si bien el “guion” de Nic Pizzolatto parece más un Google Translate del danés, pero con los nombres cambiados, hay dos o tres sutilezas que dejan a una en la terraza a la otra, bueno, en el quinto subsuelo.

Ambas películas, que podrían considerarse “calcadas” no podrían ser más distintas.

“Pero… ¿por qué?”

Qué suerte que hacés las preguntas en los lugares indicados.

Empecemos por decir que la película de Antoine Fuqua hace poco y nada por mover algo de lugar ni por sacudir un poco el status quo.

Y acá tengo que hacer este disclaimer, sobre todo si escuchás los podcasts que hago. Se me está acusando muy vilmente de ser “fan de Fuqua”. Puede que esto no resista un archivo, okey, te la tomo, pero sí me declaro fanático de Día de entrenamiento (Training Day, 2001) más por el guión de David Ayer que por la dirección de Fuqua que, digamosló, la podría haber hecho igual cualquier otro de esos que hacían películas de esas en esa época.

Siento que me saqué un peso de encima. Sigamos.

El mayor drama de Culpable es que pierde la ambigüedad que tenía La culpa. Y lo hace de la peor forma posible: con un cambio de tono.

En La culpa no parecen tener la obligación de decirnos quién nos tiene que caer bien, por quién tenemos que hacer fuerza, qué cosas le pasaron o dejaron de pasar. La película de Möller termina con el protagonista yéndose de la comisaría quién sabe a dónde.

“Como el final de La cordillera.”

Precisamente. En la de Fuqua pasa todo lo contrario y ¿sabés qué? Es cero importante lo que le pase después. Lo importante es lo que le pasó durante, pero estaban tan preocupados en explicar y en sobre explicar “no vaya a ser que tal demográfica se aliene” que terminaron donde terminaron, incluso con el bebé vivo, no vaya a ser.

Hace un rato decía que muchas de esas respuestas pueden estar enterradas en el final. Y esto es porque, si tomamos como norma de la buena escritura ese dicho que dice “el final está enterrado en el principio”, la película de Fuquá hace lo exactamente opuesto y termina, para no redundar y decir “enterrada”: en el nicho de la intrascendencia.

Venía diciendo que Culpable bien podría haber pasado el guion de la danesa por Google Translate, reemplazando los nombres de los personajes por otros y poniendo fecha de rodaje. Pero hay algo, eso que quizás te hizo sentir vergüenza ajena cuando la viste, que la hace distinta.

El voiceover de los noticieros del final, contándonos exactamente lo que pasó y metiendo el “brutalidad policial” como al pasar, no vaya a ser que la película “no comente” sobre “los temas actuales.”

Ah, ya te agarró esa sensación de nuevo ¿no?

Pero eso no es todo, también está lo que pasa justamente antes, cuando el personaje quiere decir la verdad con su compañero por teléfono y decide finalmente hablar con la periodista.

Exteriorizar de una manera tan torpe las “batallas” que haya estado teniendo el personaje es lo que diferencia, quizás en este solo detalle a la original de la remake. Y hace de la danesa la película que es y que provoque lo que provocó.

Los yanquis, además de no leer subtítulos como dije más arriba, necesitan que se les explicite la postura moral de una película o mejor dicho, lo que deben sentir frente a ella.

La alusión a hechos recientes de brutalidad policial, pero sin tocar el tema del todo —no vaya a ser que alguien se aliene o haga preguntas de más— es poner el culo para la inyección y correrlo cuando llega la aguja.

¿Podríamos decir que Fuqua no es precisamente Ken Loach? Bueno, por empezar filma bastante más divertido, a pesar de que no soy fan, lo aclaro por segunda vez para limpiar mi buen nombre (?) Sí, temáticamente tampoco lo es.

Lo más grave, igualmente, no es que Fuqua no sea Ken Loach. Lo más grave es que va a haber mucha gente que va a llegar a esta versión chikenito de una película que mereció —y merece— más amor del que tuvo.

Una película donde la culpa del título —y quién la tenía—, en el fondo, era lo menos importante.

Compartir