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87 – La novedad, el director y la prolificidad

Publicado el 16 de septiembre de 2021

“Ah, esa la tuviste que buscar en el diccionario.”

Sabés que sí, pero no nos desviemos tan temprano.

Si estás en la jodita del protocolo bittorrent sabrás que hace escasos días cayó en la esquina de Incas y la calle ídem Prisoners of the Ghostland (2021), “la nueva de Nicolas Cage”, algo que es imposible de cuantificar con seguridad porque en lo que va del año tuvimos ¿dos o tres? que fueron “la nueva de Nicolas Cage.”

Por si te las perdiste, las que fueron “la nueva” hasta ahora son Willy’s Wonderland (20201) de Kevin Lewis y Pig (2021) de Michael Sarnoski.

Cage, que como primiciáramos en Hoy Trasnoche hace ya varios años, está empezando a ser entendido incluso por la inteligentzia como “un actor fuera de cánon” y no como “un morisquetero”, título con el que portaba hasta hace poco tiempo, pasando a ser una suerte de Klaus Kinski vivo.

“Ah, viniste a hablar de Nicolas Cage, por eso tuviste que buscar prolificidad en el diccionario.”

No, hermanx, no seas ansiosx.

Cage, fundido por haberse comprado hasta ¡el esqueleto de un dinosaurio! cuando estaba en la buena, entró en bancarrota tanto financiera como actoral y se alejó de los proyectos de cientos de millones (él dice por propio deseo, hay quienes dicen que quizás no haya sido tan así, pero eso no termina de ser tan importante) y empezó a enfocarse en películas de algunos pocos millones de dólares: esas chiquitas que tantas alegrías nos han dado porque, como nos enseñó Solita Silveyra cuando le contó a la participante de Gran Hermano que habían caído las Torres Gemelas las chiquitas “van a tener que hacerse valientes.”

“Esa analogía no me la esperaba.”

Yo tampoco, para qué mentir. Pero entró bien, y eso es lo único importante. Basta de distraerme.

Y acá viene la parte donde Hitchcock mata a Marion Crane en Psicosis (Psycho 1960), porque: no voy a hablar de Prisoners of the Ghostland. De eso, seguramente se ocupe un medio amigo.

“¿Sos boludo? No spoiliés.”

Ah, pero qué picante que está Míralos Morir hoy. Y todavía no te dije de qué vamos a hablar. Eso viene ahora.

Porque, si además de estar en la jodita del bittorrent se te da por leer las fichas técnicas te habrás dado cuenta que Prisoners of the Ghostland es ¿la nueva? película de Sion Sono.

Y acá empezamos a entrar un poco en el tema de esta entrega. Uno de los, para ser más específico.

Sion Sono, por si justo nunca se te cruzó en la vida, en un director japonés nacido en Yoyokawa en el año 1961 que tiene una filmografía (hasta el momento) de un medio centenar de películas.

Si, no te cierran las cuentas. Es entendible. Hay años en los que hizo dos y hasta tres películas y años en los que, se ve que andaba aburrido, hasta metió una serie de televisión en el medio.

Si tuviéramos que hacer un arqueo de su corpus de obra (no estoy siendo irónico, lo tiene realmente) solo podríamos definirlo como diverso.

Porque Sono, como todo director prolífico, pasó desde el cine erótico hasta el de terror, pasando por dramas y comedias románticas.

“Ah, un mercenario.”

Más o menos. ¿Dirías que Ernst Lubitsch o Billy Wilder o Fritz Lang eran mercenarios en la época del sistema de estudios? Si lo decís, avisame que te banneo (?)

Existe en la forma oriental de hacer películas (con ejemplos como el hongkonés Johnnie To o si querés uno directamente japonés con Miike Takashi) una idea de la prolificidad que está muy arraigada.

Obvio que un director de estudio de Hollywood cuyo trabajo era “sacar” películas como en una línea de producción —sin que esto vaya en desmedro de lo que después terminaba siendo el producto final, muchas obras maestras se hicieron con esa lógica— llegaba a números de casi tres cifras en su filmografía para el final de su carrera.

Algo similar ocurre con algunos de los orientales, que rondan los cincuenta y pico de años y van por la cincuenta o la sesenta.

¿Puede esto tener que ver con la forma de pensar en oriente y su postura frente al trabajo? No deberíamos descartar nada,

Pero volvamos a Sono, que en definitiva es, y como dicen los que cubren el MERVAL, “la vedette de la tarde”

Quizás tu primer acercamiento a su cine haya sido vía Bafici (si peinás canas como yo) o vía ISat si tu vida responde a este meme

— con la que, quizás, sea su película más famosa: Suicide Circle (Jisatsu Sākuru, 2002).

En la primera secuencia, un grupo de colegialas japonesas está parado en el andén de una estación de subte. Se toman de las manos y, con el tren viniendo, saltan todas juntas a la vía.

Una secuencia que, como nos gusta decir por acá, no podés desver nunca más.

Suicide Circle era parte del boom del J-Horror de principios de los dos mil, con películas geniales, mediocres y definitivamente malas que se producían a destajo para alimentar al mercado local e internacional que había entrado como un caballo y pedía nuevas todas las semanas.

Porque, como ya dijimos muchas veces pero el “el público se renueva”, el consumidor de cine de terror, denostado y tomado como básico por la inteligentzia, es uno de los pocos a los que leer subtítulos le jode cercano a cero.

Sí, después vinieron las remakes yanquis (algunas incluso con directores haciendo de nuevo la misma película pero en inglés), pero eso ya fue con la masividad total. No nos desviemos.

El punto es que Sono, con posterioridad a Suicide Circle, hizo todo lo contrario a lo que se hubiera podido esperar de él: algunos cortos y una película que nada que ver como es Yume no naka e (2005) y recién después Noriko’s Dinner Table (Noriko no shokutaku, 2005), que se podría llegar a conectar con su éxito anterior.

Y lo que vino después tuvo películas de criminales, algunas de terror, globos aerostáticos, triángulos amorosos, sectas, erecciones que no se van, obsesiones con Avril Lavigne y hasta el mundo del cine contado de manera muy sangrienta en la genial Why Don’t You Play in Hell? (Jigoku de naze warui, 2013)

Sono tiene en el último tiempo, igual que Woody Allen pero con menos causas judiciales, la costumbre —o conducta, si vamos a hablar con propiedad— de hacer una película por año. La de 2021, quizás por cercanía con el protagonista, ha llegado a nuestras costas con más facilidad.

Si a lo más raro que llegaste fue al cine de Yorgos Lantimos, con el cine de Sono te espera una montaña rusa hermosa. Quizás entrar por “la de Nicolas Cage” o por “la de las colegialas que se suicidan” sea lo más efectivo pero—

Quizás debamos hablar de una cosita antes. O hacernos la pregunta. La pregunta que me han hecho miles de veces y que tiene, en realidad, una pregunta bastante simple.

La pregunta, puede a sonar obvia, es “¿Y cómo se le entra a la filmografía de un director prolífico?”

La respuesta, queridx amigx es: “Por donde vos quieras”

Hay cosas que nos resuenan más que otras, y tienen que ver con nuestras propias experiencias y gustos personales. Muchas veces un género nos llama la atención más que otro y empecemos por ahí, otras veces nos cruzamos de casualidad con una película que nos explota la cabeza y descubrimos que es solo un engranaje en una cadena de películas casi infinita de un director que no conocíamos.

La cinefilia tiene mucho de instinto. Mucho de “a ver qué onda esto”, de que te llame la atención un afiche, una foto de una película, un actor, una sinopsis, casi cualquier cosa que esté dando vueltas sobre ese territorio aún inexplorado.

Y la mejor forma de alimentar ese instinto es simplemente practicar el “vamos viendo”. Muchas veces recibo —y recibimos, los que nos dedicamos al evangelismo filmico— un “¿Por dónde le entro a…?” y la verdad que no tiene una respuesta que no sea “Por dónde a vos más te llame la atención.”

Quizás Prisoners of the Ghostland te abra las puertas del cine de Sion Sono, cuando en realidad vos entraste para ver qué peluca se había puesto Nicolas Cage y aparezca ante tus ojos un cine diverso, extraño, casi bizarro y absolutamente personal.

Bienvenido sea eso, quiere decir que estás haciendo las cosas como se deben hacer: a los tumbos y por instinto.

Sí, un poco derivó en “y cómo me hago cinéfilo” pero, sincerémonos, ya estás acá: el virus  lo tenías inoculado.

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