Hola, cómo estás. Bienvenidx a Míralos Morir, el newsletter semanal cinéfilo que hace todo lo que está a su alcance (y más esta semana) por decirle “Ojo, que eso que hay en la vereda es caca, no la agarres.”
Esta semana, una remake de un greatest hit del año pasado, una explicación del por qué, que termina derivando en un análisis del estado de las cosas y alguna que otra cosa más.
Bueno, o algo así.
¿Empezamos?
Justo un año atrás, ni bien entrábamos in the pandemics, y cuando estos envíos era prácticamente unos infantes, hice una guía peinando el catálogo de Netflix encontrando las cosas que sí.
Hace pocos días me puse a pensar que de ese catálogo que se resaltaba en aquel momento, la gran mayoría, por una cuestión de tiempos de derechos y coso, no debe estar más operativo.
“Qué ladri, lo hiciste hace dos meses” pensé, y cuando me fui a revisar cuándo había mandado el mail (un año atrás exacto al momento de escribir esto) cambié los calificativos.
La verdad de que Míralos Morir es un poco un lugar de reflexión, bastante más un lugar de curiosidad y también un poco un lugar “de servicios”, que generalmente se reflejan en esos envíos donde se peina la programación de un festival o de un servicio de streaming.
Si te dijera cuáles son los envíos más celebrados, la verdad, te estaría mintiendo. No hay mucha forma de mensurar qué cosas les gustan más ustedes lxs lectorxs, pero si tenés ganas de contarme, este mail siempre está ahí para eso.
Decía, a un año de la gesta patriótica de peinar Netflix para que no te claves y releyendo el envío de hace un año compruebo que la cosa está de igual a ligeramente peor.
En el del año pasado, esbozaba una teoría donde Netflix, a fuerza de películas de otro nos había vendido un caramelo envuelto con el papel de los caramelos que nos gustaban de toda la vida que, para cuando lo terminamos de desenvolver, resultaba ser un Media Hora pegoteado por el sol.
(Perdón si sos team Media Hora, era para ejemplificar. Hay que andar con mucho cuidado con opiniones en redes sociales en esta época.)
Este cuadro de “Te convencí con películas de estudios y ahora prácticamente solo te paso mis películas como si fueran las relevantes”, algo que en otra época solo se podía atribuir a productos menores (y claramente risibles) como The Hallmark Channel, hoy es el standard en Netflix y Disney y, cuando el número de abonados así lo disponga, seguramente de Amazon y los que vengan atrás también.
¿Qué pasa en el medio de todo eso? Lo dije mil veces, pero el público se renueva: se resiente el fondo de catálogo. No hay posibilidad de ver películas que vimos en la época ¡del DVD! en casi ningún streaming. Y mirá lo que estoy diciendo: DVD, no VHS. DVD.
La pandemia aceleró ciertos tiempos de streaming y acomodó varias cosas más rápidamente de lo que se hubieran eventualmente acomodado bajo tiempos reales: varias películas medianas fueron directo al mercado del online, y muchas cosas seguramente a futuro terminen siendo de ese modo. ¿Es esto una buena noticia? Depende de las ganas que tengas de ver películas en el cine, supongo. Si es por mí te diría que no es una buena noticia, pero que esté la posibilidad de ver, ya me parece un salvoconducto lo suficientemente sólido como para tampoco andar berreando.
Este último año, en Netflix específicamente, se pudo ver una clara crecida de la tendencia que se venía viendo en los años anteriores: mucho postercito con la N en la esquina superior. Mucha película: a) producida por o b) comprada para su distribución en nuestro territorio o en todo el territorio por Netflix.
El resultado, como en años anteriores, no varía mucho: las de la categoría b) suelen tener más vuelo que las planteadas fríamente por el algoritmo y los bochitos de marketing.
De todas maneras, y a pesar de eso, en la cantidad se suele poder encontrar algo de calidad, como si en un Todo por dos pesos hubiera tesoros escondidos y los tuviéramos que localizar.
Generalmente, son de esas películas de fondo de catálogo que veíamos en la época del DVD sin darles mayor importancia y que hoy, a la vista de nuestro presente, se revelan como obras maestras incuestionables.
Es por todo esto que explico más arriba que decidí, a un año de haber publicado la primera edición de la guía, hacer la segunda.
Así que, sin más dilación, acá tenés 50* películas que podés streamear en Netflix ahora mismo
* Estoy prácticamente convencido de que son 50, quizás terminen siendo 49 o 51. No va a faltar el boludo que las cuente y me lo haga notar. Si, el boludo, sin x, porque invariablemente siempre son chabones.
Empecemos por las obvias: si no viste Parásitos (Parasite, 2019) de Bong Joon-ho, dejá de leer esto y ponete al día. Probablemente ninguna de las películas (bueno, quizás me desdiga en párrafos posteriores, pero estamos hablando de películas, se puede) te haga sentir lo que te hace sentir esta.
Siguiendo con la rama del prestigio, sigue impertérrita como parte del catálogo Aquarius (2016) de Kleber Mendonça Filho, una de las películas más hermosas que vas a ver en tu vida. La vengo recomendando hace por lo menos cuatro años, seguro que para cuando salga publicado esto la bajan de Netflix y llegan las viudas del “No la llegué a ver.” Tuviste cuatro años, Rubén.
Y el prestigio no se termina, porque la N decidió subir First Reformed (2017) de Paul Schrader, el guionista de Taxi Driver (1976) y director de esa obra maestra que es ¿Dónde está mi hija? (Hardcore, 1979). Por si te agarra la duda: sí, está el Snyder format, pero con los fines para los que se debería usar el formato 4:3.
Y aún más prestigio, pero esta vez oriental: está Shoplifters (Manbiki kazoku, 2018) de Hirokazu Koreeda, que estuvo nominada a los Óscars a película extranjera hace un par de años. Si te gusta el cine japonés de Ozu, adelante. Si te gusta Female Prisoner Scorpion, capaz un poco menos.
Si no viste Mank (2020) de David Fincher, quizás te harías un favor viéndola. Independientemente del extraño Boca / River que se generó entre cinéfilos duros que se ponían del lado de Kael o de Bogdanovich, es una película de Fincher y eso es lo importante.
Entre otras películas de grandes directores está Roman J Israel Esq. (2017), una película extraña y quieta de Dan Gilroy, el director de la genial Primicia fatal (Nightcrawler, 2014) y de la menor pero muy divertida Velvet Buzzsaw (2019).
Entre las cosas que se pudieron notar este año, hay una cierta invasión de películas chilenas que, si no llegaste a ver en su momento, te pueden venir bien. Tenés Tony Manero (2008), No (2012) y (muy especialmente) El club (2015) de Pablo Larraín, una película que me cansé de recomendar en cuanto lugar pude y que, te diría por precaución, no veas un día que esté muy nublado
Por una razón que no puede ser otra que un revoleo de derechos que los dejó con la lata en un depósito, decidieron subir La cacería (The Hunted, 2003) de William Friedkin, una de las últimas películas que filmó con un presupuesto más o menos acorde a su estatura. Al momento de la redacción de esta edición estaba trendeando en Argentina entre las más populares. Igualmente: no confundamos un pedo de programación con un milagro cinéfilo, por favor.
Por el lado del orgullo catastral tenemos tres cosas de los últimos años que si no viste, deberías correr a hacerlo y dejar de decir en reuniones “Yo no veo cine argentino” porque habla más mal de vos que de nuestra industria:
Por un lado está El otro hermano (2017) de Israel Adrián Caetano, basado en la genial novela Bajo este sol tremendo de Carlos Busqued. Y esta recomendación es, en realidad, una por partida doble: si bien la película se basa en la novela, toma otras decisiones a la hora de contar cómo y qué sucede. Es un lindo ejercicio ver y leer y sorprenderse con ambas (buenas) decisiones.
Por otro lado está Rojo (2017) de Benjamín Naishtat, que ya nos había destrozado el cráneo con El movimiento (2015) y que en esta se mete a contar una historia sobre nuestro pasado doloroso y lo hace como solo él (y Caetano en la genial Crónica de una fuga (2006)) se animaron a hacerlo.
Y por último está El patrón (2014) de Sebastián Schindel, que esperemos recupere el rumbo después de esos tiros en el pie para Netflix, justamente.
Yéndonos no muy lejos, tenemos la obra maestra del cine rioplatense que es Whisky )2004) de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, esa extraña comedia dramática que te hace sentir bien y mal y feliz y triste y todas las cosas. Si nunca la viste, es una de las que sí o sí.
Como parte de las sorpresas que te podés encontrar en el catálogo está Los dueños de la calle (Boys N The Hood, 1991) de John Singleton, sobre todo para vos que flashaste que la realidad de los afroamericanos finalmente había llegado al cine con Pantera negra (Black Panther, 2018).
Como parte de las sorpresas también está El tigre y el dragón (Crouching Tiger, Hidden Dragon, 2000) de Ang Lee, un wuxiapan for export que se disfrutó mucho en su momento, pero que quizás nos obligue a revisar las películas de los hermanos Shaw para mayor disfrute.
Cambiando radicalmente el sentido de la información, estoy en la obligación de avisarte que está Scarface (1983) de Brian De Palma. O qué te creías. Que el chiste de De Palma era en serio.
Apocalipsis Now (1979) está en su versión Redux, pero bueno, como ya expliqué en algún envío anterior, andá a encontrar una versión definitiva de una película de Coppola y te ganás una fantástica mampara para baño.
Como parte de una sección que bien podríamos llamar “películas que nos parecieron del montón, pero que hoy declararíamos a favor de Videla con tal de vuelvan a existir” tenemos Gangster americano (American Gangster, 2007) de Ridley Scott, Pacto criminal (2015) de Scott Cooper y La caída del halcón Negro (Black Hawk Down, 2001) también de Scott, porque la verdad que puedo y quiero.
Como parte de las que “quiero y puedo” estoy obligado a poner La pistola desnuda 33 1/3 (Naked Gun 33 1/3: The Final Insult, 1994) porque si no te gusta no tenés sangre en las venas y la siempre olvidada y hermosa Un detective suelto en Hollywood (Beverly Hills Cop, 1984) de Martin Brest, a quien habría que empezar a hacer el monumento por esta y por Fuga a la medianoche (Midnight Run, 1988).
Pero esperá que hay un “quiero y puedo” con párrafo aparte: está Bajos instintos (Basic Instinct, 1992) de Paul Verhoeven y nadie sabe que la estás yendo a ver. Dale, yo no le digo nada a nadie. Y amplío la oferta, como un viejo que ofrece caramelos en la puerta de un colegio (?) y te digo que está Fiebre de sábado por la noche (Saturday Night Fever, 1977) también.
¿Hay “de género”? Sí, claro que hay “de género”: Un lugar en silencio (A Quiet Place, 2018) de John Krasinski que, si me apretás un poco, salí del cine pensando que era el futuro del horror y en la esquina medio que me la había olvidado, pero bueh, el reboot de Halloween (2018) de David Gordon Green, que me pareció muy respetuosa, cariñosa y divertida y la genial No respires (Don’t Breathe, 2016) de Fede Álvarez.
Como parte de los documentales nos encontramos con gemas algo ocultas como Circus of Books (2019) de Rachel Mason, un hermoso documental familiar sobre la librería de porno gay de los padres de directora, Everybody’s Everything (2019), el documental sobre Lil Peep del cual hablé en uno de los primeros envíos, The B-Side (2016) un retrato íntimo de la fotógrafa Elsa Dorfman a cargo de nadie menos que Errol Morris, Dick Johnson is Dead (2020), un documental que si no me falla la memoria estuvo en el último Mar del Plata que documenta, de una manera muy feliz y celebratoria la muerte del padre de la directora y Mucho, mucho amor (2020) de Cristina Costantini y Kareem Tabsch sobre el enigmático (y al que seguramente agarraste en cable alguna trasnoche) Walter Mercado.
Sin irnos de los documentales pero haciendo un párrafo aparte por el tono experimental y extraño, tenés Apuntes para una película de atracos (2018), que se pudo ver en un ¿Bafici? ¿Mar del Plata? de hace un par de años, donde los directores intentan planear un robo para contarlo después en una película.
Ya que estamos en España, aprovecho para decirte que está El bar (2017) de Alex de la Iglesia que no será su mejor película, pero es bien divertida.
Como parte de las “rendidoras siempre” tenemos La isla siniestra (Shutter Island, 2010) ese ejercicio de ¿noirror? que solo Scorsese podía sacar a flote, Sicario (2015) de Denis Villeneuve antes de empezar a filmar navecitas espaciales (?), El irlandés (The Irishman, 2019) también de Scorsese, que se cae un poco de maduro, pero bueh, el público se renueva, Uncut Gems (2019) de los hermanos Safdie, que Netflix se arroga la potestad de haberla producido y que la compró cuando ya estaba enlatadísima,
Voy a hacer un par de párrafos aparte en las “rendidoras siempre” con The Guest (2014) de Adam Wingard, una película de la que solo diré: cuando creas que pensás para dónde está yendo, esperá.
Otro párrafo aparte tendrá, por supuesto, La bruja (The VVitch, 2015) el mejor detector de oligofrenia cinéfila que nos haya presentado el mundo del cine.
Y cierro con las únicas dos “nuevas” que me resultaron interesantes en el último tiempo que, oh casualidad, tienen la particularidad de ser selecciones (no me queda claro si producciones o lata comprada) de Netflix en Europa.
Una es la sueca Red Dot (2021), un thriller de esos que podemos consumir diariamente con dos personas en peligro en el medio de la nada que dura menos de una hora y media. La otra es la polaca The Hater (Sala samobójców. Hejter, 2020), una película sobre el ahora más inmediato que, probablemente quede vieja con el paso del tiempo como la película esa de hackers con Sandra Bullock.
Como te habrás dado cuenta si cursaste estudios primarios, hay una minoría de películas nuevas o “novedades” y una mayoría de cosas de fondo de catálogo. Puede ser por una cuestión de gustos porque, en definitiva, qué cosa no está atravesada por ellos, o puede ser que en el último tiempo nada (a excepción de los pocos ejemplos que se citan más arriba) me hizo levantar la ceja. O si me la hizo levantar, seamos sinceros, no fue en el monopolio rojo.
Como siempre: recordar que no todas las películas le deberían gustar a todxs y que cada unx debería agarrarse de lo que le resulte atractivo.
Como siempre, también: recordar que tener un solo servicio de streaming limita dramáticamente la oferta. Con dos, ya se empieza a estar bien. Quizás Netflix sea el standard y cuál es el otro que le agregamos (Disney, Amazon, Qubit) pasa por un tema de gustos, nuevamente.
Esto, claro, sin nombrar la posibilidad infinita de contenido que nos da internet si sabemos buscar, pero no estoy acá para hacerle delinquir, qué te pensaste.
¿Fueron 50?*
* No, no fueron 50. Fueron cuarentaypico. Y no fue por falta de voluntad. No encontré más cosas. Que la historia me juzgue.