Filmaste un thriller erótico, lo cual se podría considerar una transgresión mayor en los tiempos que corren. ¿Por qué?
Creo que sobre todo porque extraño el cine como entretenimiento para adultxs, bien lejos de las matanzas sin sangre de Disney y los romances castos con adolescentes vampiros.
También porque la escena de sexo y violencia de El Incendio me plantó una duda y un desafío: ¿Se puede narrar una película a patir de escenas con contenido sexual o erótico? ¿Podemos hacer que esa escena que las películas todo el tiempo intentan eludir sea el plato principal? ¿Se puede hacer todo esto sin que sea la película de Pampita (y sin Pampita)? Quiero aclarar que esa la fui a ver al cine y la pasé mucho mejor que con las últimas dos de Bellocchio.
¿Por qué creés que ya no hay películas con gente garchando en cámara? ¿Hay una infantilización del espectador promedio?
Cierto puritanismo anglosajón fue determinando que el poder, el dinero y la familia sean los grandes temas del cine. Esas cosas son importantes y han dado inmensas películas, pero creo que son meros pasatiempos mientras pensamos quien coge con quien y cuando vamos a coger nosotrxs.
El otro motivo, quizás el fundamental, es el mercado. El cine como fenómeno social de masas se fue volcando al cine para todo público, como bien contás una y otra vez, gracias al bueno de Spielberg (a quien no me animaría a criticar ni por Amistad) y al malo de George Lucas (igual de Star Wars consumo todo, hasta esto)
Luego del rodeo te respondo que si. Creo que hay algo de miedo a incomodar, y a mí la incomodidad no solo me gusta, sino que me parece necesaria. Sino nos quedamos con películas que solo nos reafirman lo que ya sabemos, que pasan a formar parte de nuestra realidad burbuja, y para eso ya están Instagram y Netflix (que cada día se parecen más).
También puede ser que haya cierto grado de pereza o hasta temor de algunxs directorxs a filmar este tipo de escenas. Es más fácil filmar gente caminando y hablando que gente cogiendo. Hay que preparse más, hay menos referencias y tradición de donde agarrarse, hay que elegir actores/actrices que quieran hacerlas, luego hay que trabajar con ellxs y con el equipo para lograr el clima que la escena necesita y, sobre todo, después te tenes que sentar en un cine con tu familia y ver esas escenas en una pantalla. Ahí es donde volvemos al tema de la ineludible y necesaria incomodidad.
Lo que seguro no podemos decir es que el sexo sea un tema que no le interesa a nadie. Mirá a la industria del porno, que mueve 10 mil millones de dólares por año, más que todos los deportes principales de EEUU sumados.

Tu película anterior (de la que sabés, soy fan) también planteaba un thriller con “miedos” comunes de clase media. ¿Creés que hay un lugar para explorar ahí y nadie lo está haciendo?
Primero que nada, gracias. A ver, ahora que ya entendimos que el terror de autor no existe (o que existe desde que existe el terror, que es lo mismo), quizás sea el momento para traer al frente y poner la lupa sobre los thrillers, otro género ninguneado por las “inteligencias” del cine. Si nos detenemos acá un momento creo que existe una grieta.
De un lado estarían los thrillers modelo internacional para pasar el rato, sobre los que no me explayaría para no hacerle perder el tiempo a nadie. Te ocupan una hora y media de tu vida al final de un día largo y desaparecen de la memoria mientras te lavás los dientes antes de meterte en la cama.
Del otro habría una serie de películas que te van a complicar un poco conciliar el sueño, de las que vas a tener que seguir hablando un poco porque te hicieron sentir algo que no entendés bien. Te plantaron una serie de ideas oscuras y confusas, que no es tan fácil meter en esos casilleros morales que te dejan la consciencia tranquila.
Hablo de películas como Elle (2016) de Verhoeven, La piel que habito (2011) de Almodovar, Carancho (2010) de Trapero, Animales Nocturnos (Nocturnal Animals, 2016) de Tom Ford, Bolivia (2001) de Caetano, Perdida (Gone Girl, 2014) de Fincher.
Más allá de la total variedad en formas y contenidos de estos films, creo que una de las cosas que los aúna es que tienen consciencia de clase. Ya sea que estén lidiando con una, con otra, o con las tensiones entre ellas, son películas que entienden que las condiciones socioeconómicas nos atraviesan y que no se puede narrar pasándolas por alto.
¿Por qué los thrillers europeos (no sé, pienso en Haneke, pero podría ser cualquiera) le pasan a sujetos más normales (como pasa en tus películas) y en los de Netflix a una “clase media” que no existe y vive en pisos en Recoleta?
Siguiendo con lo anterior, voy a aventurar que tiene que ver cierta tradición relacionada con el estado de bienestar europeo. Cuando tanto el estado como lxs ciudadanxs entienden que hay que regular o al menos morigerar las desigualdades sociales, se prepara un terreno fértil para que florezca la consciencia de clase que permea al cine europeo. Más allá de la metáfora con la jardinería, yo estudié cine y no ciencias sociales, así que sobre todo puedo decir que hay gente a la que le encanta vivir en el tupper de la ausencia de conflicto de clases y de la meritocracia (ese invento de lxs que ya llegaron a la cima de la pirámide). Y entre esa gente también hay directorxs, productorxs y una buena cantidad de público, claro.

Tanto con El incendio como con Sangre da la sensación de que hay un subtexto de cuento de película de terror… ¿Estoy flashando?
No estás flashando, o quizás los dos estamos flashando. Ambas películas están pasadas por el tamiz del terror. A la hora de pensar la puesta en escena del comienzo y también del final de El Incendio la única pregunta que me hacía es: ¿Cómo se filmaría esto si fuese una película de terror?
Así aparece ese plano cenital ominoso del comienzo y esa puesta en escena maquinal del final, que opera como sentencia de muerte, como descenso al infierno de la convivencia. Esa idea de película de “terror de pareja” también está presente en el uso del sonido en el fuera de campo. Sobre todo en una de las escenas finales, en las que Marcelo destroza el departamento pero la cámara permanece en Lucía en el baño, que se paraliza, aterrada.
En Sangre no voy a ser tan específico para no spoilear, pero el gran arco del protagonista lo pienso como la historia de origen de un monstruo. Uno de esos que caminan al lado nuestro todos los días, que son los peores.
Mientras que el Nuevo Cine Argentino (salvo honrosas excepciones) dejaba rodar la cámara con la esperanza de que algo sucediera, el cine argentino de la generación de El amor (primera parte) tuvo un interés más grande por contar historias y, en mi opinión, ganó. ¿Creés que fue así? ¿O qué fue algo pensado?
Estoy de acuerdo en que para vos y para mí ese cine ganó, pero creo que es más porque estamos más grandes y dejamos de darle tanta bola a ese otro cine del que hablás.
Para mí el cine es una máquina narrativa, un intento ampuloso, y en general caro, de comunicarse con mucha gente a la vez. Y encontrar el tono justo en esa comunicación es como tratar de hacer funcionar un motor lleno de engranajes en tensión, que pugnan por escaparse y destruirlo todo.
Te puedo decir que cuando teníamos 20 años lo que queríamos era contar historias, que esas historias siempre estaban atravesadas por los géneros y que, de manera quizás inconsciente, ya aparecía una incipiente vocación popular.
Ahí están las aventuras quijotescas de Ale Fadel, quien a fuerza de empatía, sensibilidad y potencia logra que Muere monstruo muere (2018) haya sido un éxito que me sorprende y me llena de esperanza. Igual creo que el único de nuestra generación que, hasta el momento, pudo encarnar todo eso es el querido Santiago Mitre. Y lo hizo a fuerza de trabajo, de buenas ideas y de un olfato social/político que le envidio horrores.
¿Por qué no se filma tanto en el Delta? ¿Es mucho quilombo? Porque a juzgar por locación debería haber un subgénero de “thrillers en el Delta”
Si, es un quilombo. Filmar ya de por sí es una tarea absurda; hacerlo con calor, humedad, nubes de mosquitos y a merced de las mareas bordea lo ridículo. ¿Pero sabés que? Uno después se olvida y vuelve a escribir una escena que te va a complicar la vida, porque escribir es una tarea hermosa llena de posibilidades que luego el dinero se va a ocupar de arruinar.
Por ejemplo, el último día de rodaje en una de las islas, justo después de la última toma, empezó a caer una lluvia torrencial con sudestada incluída. Bajo ese temporal y ya de noche los técnicos cargaron un barco con infinidad de equipos pesados y metálicos, los cuales luego bajamos entre todxs en el muelle inundado de otra isla, en la que estaban las cabañas en las que dormíamos. Otros barcos más pequeños nos pasaban a buscar y tenían que atravesar un Paraná de las Palmas tumultuoso y cruzado por rayos cercanos. Eso es filmar en el Delta, una aventura pseudo Herzogiana, con algo de gesta épica y mucha incomodidad.

¿Por qué nos tenemos que enterar por este Míralos Morir que la película se estrena?
Para las películas chicas y medianas que no tienen estrellas locales que traigan algo de prensa aparejada, a veces son los festivales los que suplen algo de esa visibilidad.
En el caso de Sangre te puedo contar que todos los festivales internacionales importantes (y unos cuantos no tanto) nos dijeron que no. En un punto los entiendo, ocupar el slot de película latinoamericana con director hombre cis con este film no tiene sentido para los festivales extranjeros. Esta es una película que intenta hacer algo parecido a lo que hacen ellxs, un thriller elegante con elenco internacional. Eso puede ser permitido y hasta celebrado en los países centrales, pero que lo hagamos acá no les interesa. Me cuesta un poco más entender las negativas de los festivales locales, pero no dije nada cuando celebraron El Incendio, así que tampoco me voy a quejar ahora. Estas son las reglas y a llorar al campito. ¿Quizás este newsletter sea el campito?
Ah, la película ya se estrenó en Japón con el título Remolino de lujuria y un poster insólito. Pronto se viene el estreno en Corea y en Hong Kong, así que podemos decir que no hay prestigio, pero sí hay mercado asiático en el mundo del thriller erótico.

¿Cómo es estrenar “en pandemia”? o, mejor preguntado: ¿qué pensás de este modelo de estreno online? ¿Ayuda o perjudica?
La falta de estreno en sala me hace mal al alma, a decir verdad. Esa función en la sala grande del Gaumont la voy a extrañar muchísimo. El estreno online con 8 semanas garantizadas en Cine.ar Estrenos por un lado te permite una comunicación más relajada, ya que no tenemos que salir a matar o morir en ese primer fin de semana para ver en cuantas salas quedamos. Genera una forma de difundir la película que permite la acción directa: ves un posteo de la película con el link a Cine.ar y listo, lo cliqueaste y ya tenés acceso. Eso tiene algo positivo, que nos acerca al público. Pero como evitar pensar en el ritual del cine, en el momento en que la sala se oscurece, en las expresiones sutiles de quienes están en la sala que modifican nuestra percepeción del film.
Lo que les voy a pedir, en la medida de sus posibilidades, es que vean la película en una tele grande y con el sonido fuerte, en la respuesta siguiente les explico por qué.
¿Qué le dirías a alguien que nunca vio El incendio? ¿Qué se va a encontrar en Sangre?
Nada de esto queda muy bien que lo diga yo, pero… Sobre todo creo que se van a encontrar con una película intensa, sólida y bien hilada, que te propone algo nuevo ante cada giro de la historia. También con unos actores comprometidos que dejan la piel en sus papeles, en una película que les exige todo e intenta devolverles mucho también. Es una película con una imagen elegante con un trabajo sutil en el color y en las luces bajas que parte del trabajo conjunto de la DF Soledad Rodríguez, el arte de Marina Raggio y el vestuario de Flora Caligiuri; un diseño de sonido arrollador a cargo de Santiago Fumagalli y una música incisiva que agrega una capa de melodrama compuesta por la malagueña Paloma Peñarrubia e interpretada por una pequeña orquesta. Con ellxs y todo este equipo de amigxs hicimos una película algo anómala para el cine argentino, una que se quiere animar a medirse con algunos thrillers internacionales. Ustedes dirán si salimos airosos de esa.
Ah, y sino vénala porque nos trajimos a a filmar a Argentina a Natalia Tena, que estuvo en Game of Thrones, Harry Potter, Black Mirror, The Mandalorian y Un gran chico. Solo a dos dementes como mi productor/amigo Ezequiel Borovinsky y quien les habla se les ocurriría algo así.
Por último les diría que El Incendio ahora se puede alquilar acá. Está un poco cara, pero seguro esa guita se la iban a gastar en giladas y lxs directorxs no vivimos del aire.
¿Qué tenemos que hacer para salvar al cine argentino?
A veces me dan ganas de decir que lo tenemos que dinamitar todo y empezar de nuevo, pero no. Argentina era, hasta hace algunos años, uno de los países en los que era más fácil filmar una película. Al menos una película pequeña.
Hay algo hermoso y la vez terrible y deformante en no tener que correr casi ningún riesgo financiero y poder filmar lo que uno quiere sin pensar en el mercado. Hay una libertad para cuidar ahí, una libertad que lleva a que un director bárbaro como Benjamín Naishtat pueda dar el salto a la masividad con Rojo (2018) después de filmar dos películas más extrañas.
Cuando afuera me hablan de la calidad del cine argentino suelo responder que eso tiene una relación directa con la cantidad de películas que hacemos. Se filma mucho acá y, casi por una cuestión de probabilidades, algo de eso es excelente.
A lxs que dicen que habría que hacer menos películas y más grandes, que son los mismos que viven en ese tupper del que hablaba antes, les respondo que no funciona así. Que el cine argentino es bueno no porque seamos especiales, sino porque somos muchos.
Más allá de eso, el INCAA se tiene que poner los pantalones: apoyar la deriva de parte del IVA que tributan las plataformas para engrosar el fondo de fomento, fiscalizar la cuota de pantalla para que de verdad haya lugar para el cine argentino en todas las salas, plantear un plan de fomento que se ocupe de contener la diversidad del cine que hacemos y que incluya a lxs distribuidorxs y festivales nacionales como piezas intrínsecas.
Y nosotros, lxs directorxs, tenemos que acercarnos a nuestro público. No necesariamente en términos de mercado, pero entendiendo el cine como un gesto de comunicación amoroso en el que nos brindamos con alegría y generosidad al intercambio.
Que el futuro nos encuentre en los sets y en las salas, que es donde somos mejores.
Sangre va a estar disponible desde hoy por un plazo de ocho semanas en Cine.ar Estrenos. No te tomes tan a la ligera el “ocho semanas” que ya te vi llorar por Muere monstruo muere, La larga noche de Francisco Sanctis y varias más.
Verla cuesta treinta pesos (creería que no alcanza ni para un bonobón) y te regala una hora y media de tensión y sentirte mal.
¿Y por qué eso es un programón? Porque vamos al cine a sentirnos inseguros en un lugar seguro. Para sentirme seguro en un lugar ídem, me quedo en mi casa.