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32 – En la boca llevarás sabor a mí

Publicado el 27 de agosto de 2020

N de R: En esta edición hablo de una película que, además de todo, tiene la mejor música de títulos de todos los tiempos, a cargo del enorme Riz Ortolani. Te recomiendo ponerla en repeat mientras leés.

Para entender por qué estas cosas pasaban en Italia, es importante trazar un breve derrotero de los géneros que fueron apareciendo en el país de la pasta desde el neorrealismo italiano.

Sí, porque todas estas películas vienen de un mismo país, y si las ordenáramos caprichosamente por gentilicio, Ladrones de bicicletas (Ladri di biciclette, 1948) de De Sica terminaría en el mismo estante que Demonios (Dèmoni, 1985) de Lamberto Bava: algo que estaría mal, pero no tan mal.

Esto seguro lo vas a leer mejor y más completo en otro lado, pero lo resumo un poco para poder contextualizar: con posterioridad a la caída de Mussolini, los italianos que habían estudiado en la escuela que él mismo había fundado tomaron las calles y empezaron a filmar un cine un poco más real.

Es importante aclarar que previo a la aparición del neorrealismo, el cine italiano estaba conformado casi en su totalidad por comedias de gente que no se parecía al pueblo, que luego fueron llamadas “de teléfono blanco”

El neorrealismo planta la bandera de “la gente es así y no como en las películas” y cambia narrativamente un cine bastante quedado.

Claro que, como cualquier novedad, tampoco duró muchísimo.

Para cuando el neorrealismo se empezaba a apagar, aparece una segunda generación de directores con nuevas ideas y menos ganas de filmar cosas tristes, con nombres como Fellini, Monicelli, Rissi, etcétera.

En paralelo, otros directores empezaban a dedicar su tiempo a un cine menos prestigioso y a poner en la balanza “ir a festivales y que me aplaudan” contra “llenar cines de espectadores”.

Así es como aparecieron los Peplum, unas películas de bajo presupuesto con el Imperio Romano como escenario, un poco más tarde se aventuraron con su propia versión del western, luego llamada Spaghetti western, y hasta con su propia versión del cine de suspenso y policial, con el Giallo y el Poliziotesco respectivamente, casi llegando hasta mediados de los años setenta.

¿Por qué cuento todo esto?

Porque es clave para entender que algunas cosas no salen de un repollo. Que el mundo del cine es uno de polinizaciones cruzadas y que, muchas veces, directores que terminaron haciendo películas de caníbales, antes hicieron Giallos o Poliziotescos y hasta quizás fueron asistentes de dirección en algún Spaghetti western o Peplum.

La historia del cine italiano no es una de “buenos” y “malos” sino más bien una de “todos contra todos”

Decía: a mediados de los años setenta, el Giallo estaba por largar su último suspiro y, a pesar de que muchos de los que los hacían habían transicionando hacia un cine de terror más convencional, no parecía estar apareciendo un género como los anteriores que todos pudieran adoptar.

Hasta que Umberto Lenzi hizo una película que funcionó muy bien.

En 1972 Lenzi estrenó Sacrifice! aka The Man from Deep River aka Il paese del sesso selvaggio. La película contaba la historia de un fotógrafo que era capturado por una tribu y, después de varias sesiones de tortura en cámara, la hija del cacique principal lo acepta como esposo y su vida pasa a ser más confortable si no fuera porque ¡tienen que luchar contra otra tribu de caníbales!

… y la verdad que fue un hitazo, sobre todo en el circuito exploitation más recalcitrante yanqui.

Al resto de los tanos se le prendieron los ojos con signos de peso verdes y empezaron a producir a mansalva. Y ahí, amigxs, ahí es donde empieza un subgénero.

Unos años después, Ruggero Deodato filma En el infierno caníbal (Ultimo mondo cannibale, 1977) y arrancan los problemas, porque empieza a gestarse una nueva guerra de la historia del cine, y es la de paternidad de la criatura: porque, aunque parezca mentira, hay varios (bueh, estos dos, más que nada) que se disputan el dudoso honor de haber inventado las películas de caníbales made in Italy.

Y si tengo que ser bueno, la verdad que es un logro compartido, porque si bien Lenzi (que después contraatacó con la muy superior Los últimos caníbales aka Cannibal Ferox aka Make Them Die Slowly (1981)) fue el primero, Deodato, sobre todo con su segundo esfuerzo Holocausto caníbal (Cannibal Holocaust, 1980) sentó las bases de lo que sería el género narrativamente, estableciendo una serie de arquetipos narrativos que no iban a faltar a partir de ahí.

¿Arquetipos narrativos? ¿En películas de caníbales? Sí, capaz exageré un toque, pero…

A partir de Deodato, casi como en un slasher a contramano, las acciones crueles de las tribus iban a ser en oposición a alguna crueldad del hombre blanco para con ellos.

Se podría decir que Deodato elevó el nivel de crueldad en cámara, pero también el del dilema moral (?)

No contento con eso, Deodato, accidentalmente y queriendo filmar la película más barato, termina “inventado” el found footage, haciéndonos creer que lo que veíamos eran unas latas encontradas de los documentalistas que veíamos morir en cámara.

Y acá hay una historia hermosa, porque Deodato contrató actores desconocidos para darle más realismo, y les hizo firmar un contrato que debían “desaparecer” por unos meses para la fecha del estreno.

Con tanta mala suerte que la película le salió demasiado realista, y tuvo que llevarlos a que los vea un juez con vida para evitar que creyeran que había estrenado un snuff.

Pero no todo fueron este tipo de preocupaciones, porque también saltaron al barco los oportunistas de siempre: Sergio Martino con El dios de los caníbales (La montagna del dio cannibale, 1978) con una Ursula Andress que ya esa altura se subía a cualquier bondi o el mismismo Joe D’Amato aka Aristide Massaccesi (lo más parecido a un polirrubro de películas) con un volantazo de su serie de la Emmanuelle Negra con Laura Gemser llamado Emmanuelle negra y los últimos caníbales (Emanuelle e gli ultimi cannibali, 1977)

La novedad y el negocio, de más está decirlo, fue en picada hasta mediados de los ochenta donde la cosa, la verdad, ya estaba con más olor a cajón que a fruta.

Otros géneros primos, o hermanos o primos hermanos o andá a saber qué grado de parentesco, empezaron a picar en punta y todo era zombies después del éxito de Noche de pánico (Zombi 2, 1979) de Lucio Fulci.

Y ahí los mismos nombres cambiaron de género y el resto es historia.

Volviendo a los caníbales, no hubo grandes planes de “volver a fundar” como sí pasó con otros subgéneros italianos que corrieron mejor o peor suerte.

Y, la verdad, viendo cómo salió The Green Inferno (2013) del pelotudo de Eli Roth, que no haya pasado no es tan mala noticia.

Ah, no me digas que justo estabas desayunando: mala mía.

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