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3 – Todo lo que siempre quisiste saber sobre el Oscar y no te animaste a preguntar

Publicado el 6 de febrero de 2020

El tema de la semana

Y si: se entregan los Oscar el domingo. Esa ceremonia que aprendimos a querer. Y si no es a querer, por lo menos es a tolerar.

Porque, la verdad sea dicha, hay que tener ganas (o plata puesta, para que mentir) para quedarse hasta las 2 AM viendo una transmisión que, a menos que se equivoquen el sobre, no nos va a dar muchas sorpresas.

Porque es eso lo que nos termina quedando: el año que el pelotudo de Beningi hizo tal cosa, el año que Marlon Brando mandó a la chica Apache, el año que se equivocaron el ganador cuando lo dijeron… Nos queda eso y no mucho más.

Deberíamos pensar los PRODEs del Oscar como algo que hacemos deportivamente y no por convicción moral. Si votamos con el corazón, vamos a perder seguro.

Es por eso que les dejo este pequeño PRODE personal de lo que me gustaría que gane versus uno de lo que probablemente termine ganando. Solo las categorías principales. Las otras se las alcanzo por otro medio que no puedo confirmar ni negar en este momento*:

La lista, queridx lector, es esta: 

Mejor actor seguramente sea para Joaquin Phoenix por Joker, lo cual no está mal. Debería ir, pero solo por un tema de gusto personal, para Adam Driver por Historia de un matrimonio, pero solo porque no soy más partidario de la actuaciones más naturalistas.

Mejor actriz. Acá seguramente se de un batacazo y gane Renée Zellweger por Judy: una pleícula que pasó sin pena ni gloria, pero que es todo lo que es Oscar vota siempre. Debería ir para Charlize Theron en Bombshell. Ojo que esta se puede dar vuelta y ganar Theron, que está muy maquillada para el papel.

Mejor película: acá seguramente gane 1917, una bosta inmirable que todos olvidaremos en febrero. Debería ganar El irlandés Parasite, pero seguramente a esta última solo le den el de extranjera.

Mejor dirección: probablemente se lo den a Tarantino por Había una vez en Hollywood, como se lo dieron tarde y por una película que no era para tanto a Scorsese con Los infiltrados. Debería ir para Bong Joon-ho por Parasite

Eso si no me pongo a hacer la lista de las que deberían haber estado por lo menos nominadas. Ahí entramos en una que no termina más.

No es algo nuevo que la Academia premie películas que al año siguiente no recordamos. Es más bien su norma. Por cada Green Book (2018) que se alza con todos los premios, varias La favorita (2018) quedan en el camino. Lo gracioso es que el camión de la vida a la larga acomoda los melones y terminamos recordando a las que no lo ganaron y no a las que sí.

¿Y cuántas veces se equivocó el Oscar con los premios? Tantas, que no me alcanzaría la vida para contarlas todas. Y tantas, que el pifie tiene término propio: los yanquis los llaman Oscar snubs. Vamos con algunos que recuerdo rápido. Hay miles:

Pulp Fiction de Quentin Tarantino y Sueño de libertad de Frank Darabont perdieron frente a Forrest Gump de Robert Zemeckis. Como mínimo, polémico.

Toro salvaje de Scorsese perdió frente a la a lacrimógena Gente como uno de Robert Redford.

Buenos muchachos, también de Scorsese perdió frente a Danza con lobos de Kevin Costner.

Rescatando al soldado Ryan de Steven Spielberg y La delgada línea roja de Terrence Malick perdieron frente a Shakespeare apasionado de John Madden.

Red social de David Fincher perdió frente a El discurso del rey de David Seidler. En fin.

Munich de Steven Spielberg y Secreto en la montaña de Ang Lee perdieron frente a Crash de Paul Haggis. Lo escribo y me indigno como si fuera 2006.

El año que El padrino ganó mejor película, mejor actor y mejor guión el Oscar de director para Bob Fosse por Cabaret y no para Francis Ford Coppola.

Haz lo correcto de Spike Lee perdió mejor película contra Conduciendo a Miss Daisy de Bruce Beresford.

No le dieron el Oscar a Qué bello es vivir de Frank Capra porque la consideraron “una película estacional” y se lo dieron a Lo mejor de nuestra vida de William Wyler.

El ciudadano de Orson Welles perdió frente a Qué verde era mi valle de John Ford.

Alfred Hitchcock, Stanley Kubrick, Paul Thomas Anderson y David Fincher, entre muchos otros jamás ganaron Oscar. A Hitchcock le dieron uno a la trayectoria por lo menos diez años después de su seguidilla de obras maestras.

Así que quizás esta sea la mejor forma de prepararse frente al domingo: sabiendo que las cosas, por más indignantes que suenen incluso con años encima, no son siempre como queremos.

* Ah, qué curiosx que resultaste. Quizás mañana tengas una novedad.

La nueva (y olvidada)

Así es que, después de todo este análisis sesudo, esta semana voy con dos Oscar snubs: uno reciente y otro del pasado. 

El reciente es Uncut Gems (2019) la nueva película de los hermanos Benny y Josh Safdie que nos habían dejado la cabeza aturdida y colorida con su anterior esfuerzo Good Time (2017).

Es una producción de A24 comprada después por Netflix que tuvo estreno en salas en Estados Unidos y se distribuye en el resto del mundo vía streaming.

(Esto es importante para aclarar: Netflix no produce todas las películas que tienen su logo. Algunas sí, pero la gran mayoría las compra ya terminadas, como es el caso de esta.) 

Apareció el otro día y tiene a Adam Sandler de protagonista. Si, abrir Netflix y que te ofrezca “una de Adam Sandler” no es lo más feliz del mundo teniendo en cuenta todas las anteriores, pero en este caso es una muy buena noticia.

Qué digo muy buena: excelente noticia. De las mejores noticias del año. De esas noticias que no se tiene que poner un recordatorio para incluirlas entre las diez del año en diciembre.

Es básicamente una historia que vimos mil veces: un tipo —en este caso un vendedor de diamantes de “la calle Libertad” de Nueva York— ahogado en deudas de juego llega al final de la piola y tiene que pagar la deuda o las consecuencias.

¿Y qué es lo nuevo de una línea argumental que vimos en Calles salvajes (1973) de Scorsese o Pusher (1996) de Winding Refn? Cómo filman y, haciéndolo más general, cómo piensan sus películas los Safdie.

Se pueden trazar miles de paralelos con Good Time: la zona fea de una ciudad linda, la falta de “luz del sol” en la película y en el argumento, la noción de un personaje al límite, la integración de una banda sonora súper deforme, la fotografía, etcétera.

Y en esto último me debería detener por lo menos un instante. La foto es de Darius Khondji, el iraní loco que fotografió Delicatessen (1991) de Jeunet y Caro, Pecados Capitales (1995) de Fincher o La novena puerta (1999) de Polanski, solo por nombrar algunas. El delirio colorido dentro de la oscuridad planteada es algo maravilloso y para nada nuevo en la obra de Khondji. Uncut Gems es como si The Neon Demon (2016) hubiera tenido ganas de contar una historia y no parecer una publicidad de perfumes.

Para sumarle a la anécdota de amor por el cine, está fotografiada en fílmico, algo que más que un capricho como podría ser en las visuales chatas que nos suele regalar Tarantino en su cruzada por no abandonar el formato, se luce en el producto final, dándole una textura imposible de lograr por más que hagas lo que hagas en digital.

Tiene un costadito “caprichoso” o de “ahora que tenemos la guita” en la noción de que las celebridades que aparecen haciendo de sí mismas —Kevin Garnett y The Weeknd, por nombrar a un par—, lo cual no es un problema porque entran en la narración que se viene contando y no en la que caen otras películas que convierten al evento en algo totalmente autoconsciente. En Uncut Gems, las celebridades y los partidos de la NBA son reales y contribuyen a crear la realidad de la película: el final del tercer acto, con el partido en juego es uno de los momentos más electrizantes que nos dio el cine en un par de años, minino.

Ahora bien, parece que vamos a repetir esto cada vez que estrena de una de estas, pero: resulta increíblemente paradójico que Adam Sandler elija tan bien los proyectos en los que solo actúa y tan mal los que actúa y produce. Cuando “lo llaman para actuar” termina en Embriagados de amor (2003), Los Meyerowitz: la familia no se elige (2017) o esta. Cuando llama a su compañero de la facultad Frank Coraci para que lo dirija sin decirle a nada que no, ya vimos el prontuario que tiene… En fin, un hombre de muchos talentos.

Hubiera sido hermoso verla en cine, pero nos tocó esta. Si no la viste todavía corré a tu tele más cercana y hacete el favor.

Por si hace falta aclararlo, Uncut Gems no fue nominada ni a mejor catering en los Oscar de este año. Se ve que estaban muy ocupados viendo Los dos Papas (2019).

La vieja (y recordada)

El Oscar snub del pasado es Vértigo (1958) de Alfred Hitchcock.

Sí: lo repito por si no quedó claro en la primera: una de las películas olvidadas por el Oscar antaño es Vértigo de Alfred Hitchcock.

Te doy unos segundos para procesarlo.

¿Listx? Sigo.

Vértigo es, probablemente, la película más personal que filmó Hitchcock en su vida.

Si bien narrativamente el bueno de Alfred se valía de novelas que le adaptaban guionistas, hay en lo que él aportó al relato mucho de su mundo interior. Mucho más del que hubo jamás en sus películas anteriores y posteriores.

Esta no se sale de esa regla: es una adaptación de De entre los muertos, una novela francesa de Pierre Boileau y Thomas Narcejac. Y tampoco se sale de la otra regla del cine de Hitchcock: cuenta la historia de un tipo parado en el lugar incorrecto a la hora incorrecta.

En este caso el tipo es un detective retirado de la policía que sufre de vértigo al que un amigo del pasado le encomienda un trabajo de detective privado: seguir a su esposa, no porque crea que es engañado, sino porque cree que puede tomar alguna decisión drástica y terminar con su vida.

Vértigo marca, se supone, el debut del “plano vértigo” ese extraño movimiento de cámara que se hace haciendo zoom hacia adelante y travelling hacia atrás, que resulta una subjetiva de James Stewart cuando lo sufre. Se le atribuye la invención a Irmin Roberts, un camarógrafo de segunda unidad que trabajaba para Paramount en ese momento.

La fotografía es, al día de hoy, un caso de estudio: empezando por las secuencias oníricas dentro de la realidad (la escena del restaurante, la del hotel) y siguiendo por los cambios repentinos de luz para ayudar a la narrativa de lo que está contando (la escena de la librería) por nombrar algunas.

Pero, quizás lo más interesante, y por lo que digo que es su película más personal, es porque es la película donde Hitchcock se expuso más.

Se sabe que tenía una relación, siendo muy amables, conflictiva con sus actrices. Rubias, inalcanzables, de las que se “enamoraba” y “desenamoraba” en su mente sin que ellas se dieran mucha cuenta o a veces sí. 

Si nos ponemos a analizar Vértigo concienzudamente, nos vamos a dar cuenta que es una película sobre un tipo que quiere cambiar a una mujer, algo que Hitchcock siempre hizo en su rol como director y también dentro de su mente.

Vértigo estuvo nominada a solo dos Oscars: mejor dirección de arte y mejor sonido y no ganó ninguno. Ese año, mejor película fue para Gigi (1958), un musical de época con Leslie Caron que nadie en su sano juicio se sentaría a ver ni con un arma apuntándole en la sien y mejor dirección para Vincente Minelli por la misma película, como parte de los NUEVE OSCARS que cosechó en la ceremonía.

Vértigo es un caso de estudio, está prácticamente en todas las listas de películas importantes para la historia del cine y sigue siendo absolutamente joven a más de 60 años de su estreno ¯\_(ツ)_/¯

El drama de la semana

El drama de la semana no estuvo en film Twitter. sino más bien en los diarios mexicanos. Aparentemente, el oficialismo quiere impulsar una ley de doblaje obligatorio para todas las películas con una igualdad de salas.

Esto no es nuevo: ocurrió en España durante el franquismo —dejando como saldo un hueco cultural enorme, encontrar una sala subtitulada al día de hoy es una gesta heroica en comparación con las dobladas—, en varios lugares más y en Argentina en 2013 con los productos que se pasaban (y pasan) por televisión.

Puedo entender la excusa de “dar trabajo local a actores de doblaje” desde un costado humano, pero desde un costado cinéfilo me parece trágico. 

Que nosotros lo hagamos con las series del cable, teniendo la posibilidad de usar el SAP y elegirle los subtítulos después —como ocurre con gran parte de los decodificadores más modernos— vaya y pase. Un esfuerzo extra, pero salvable, máxime teniendo en cuenta que ya casi nadie ve una serie en cable estos días.

Que lo hagan los mexicanos, que son “la puerta de entrada” al mercado de distribución latino en una realidad distribuidora donde la gran mayoría de lo que se exhibe es de una major y generalmente las órdenes “vienen de arriba” es bastante cercano al fin del mundo.

A eso sumale que, si existe una obligatoriedad, llega a distribuidores de todos los tamaños. Y todos deberán pagar de su bolsillo ese doblaje: no es lo mismo que lo pague una major que que lo pague un distribuidor chico, que trae películas, no sé, iraníes. Esto va a inclinar incluso más la balanza a favor de las películas “grandes”: una balanza que, a esta altura, difícilmente pueda estar más inclinada.

Si había una cosa que teníamos para reírnos de los yanquis creyéndonos superiores era nuestra capacidad para leer subtítulos. Mientras que ellos, “Mire qué bruto, póngale cero”, llegaban a hacer remakes de películas en otros idiomas para no tener que leerlos.

Parece estúpido tener que explicarlo, pero lo que te perdés cuando ves algo doblado es básicamente media película. Tenés a un actor de doblaje —los hay buenos y malos, eso no lo estoy discutiendo— haciendo de, no sé, Nicolas Cage en Mandy (2018), de Adam Sandler en Uncut Gems o, si lo querés extremar incluso más, de Klaus Kinski en Fitzcarraldo (1982).

Sumale a eso que tampoco hay una variedad enorme de actores de doblaje en comparación con los actores convencionales. El actor que hace de Cage, Sandler o Kinski va a tener la misma voz que otros actores en otras películas: como pasaba con las series viejas donde todos tenían la voz del Superagente 86. 

Tengo plena conciencia, igual, que ciertos géneros como la animación, el terror y la comedia, dependiendo del circuito en el que se exhiban, vienen sufriendo este drama en nuestro país. Conseguir una función no doblada en Provincia de Buenos Aires de una película de terror es un logro dino de mención. Que esto se convierta en algo obligatorio “bajado de casa central” solo va a hacer crecer el problema exponencialmente.

Ojalá no prenda.

* N de R: Sí, ya sé que Chayanne no es mexicano, pero no me digas que la foto no contribuye al drama 🙂

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