Skip to content

29 – Un historia un poquito sórdida

Publicado el 6 de agosto de 2020

Quizás ni sepas quién fue Bob Crane. Es razonable: o no tenés la edad o nunca leíste de él ni viste su momento más importante en la tele yanqui como protagonista de una comedia que duró seis años.

Y si nunca escuchaste hablar de él, te vas a enterar de más cosas de las que hubieras querido, porque el viaje de esta semana tiene más pozos en la ruta de los que te puedas imaginar.

Bob Crane empezó su carrera como conductor (o dee jay, como le gusta decir a los yanquis) de programas matinales en la radio. Tras un breve éxito en Nueva York, se fue a Los Ángeles y se convirtió en el rey de las mañanas.

Por contactos con los invitados que iba entrevistando, logró que Carl Reiner le diera una chance con un papel invitado en El show de Dick Van Dyke.

Una cosa llevó a la otra y consiguió un papel fijo en El show de Donna Reed, donde estuvo casi dos años.

Había pasado exitosamente de la radio a la televisión y esperaba algo más. Y ese algo más llegó en forma de un papel protagónico de otra serie de televisión.

Se llamaba Hogan’s Heroes y era una comedia ambientada en un campo de prisioneros de guerra durante el nazismo. Sí, puede sonar poco a comedia, pero el show funcionó, con el propio Crane nominado a dos Emmys y siendo uno de los favoritos de la temporada 66, con un éxito que fue declinando recién la sexta temporada, fecha de su cancelación definitiva.

Pero no estoy acá para hablar de una comedia televisiva de los sesenta. Estoy acá para contarte lo que pasó con Bob Crane. Y para contarte, tengo que hablarte de Hogan’s Heroes, porque ahí conoció a la persona que le iba a cambiar la vida para siempre: John Carpenter.

No, ese John Carpenter, no. Otro John Carpenter. John Henry Carpenter, para ser más exactos.

Carpenter era experto en productos electrónicos, que por aquel entonces eran televisores, equipos de audio carísimos y poco más. Estaba bien conectado, trabajaba para celebrities como Hitchcock y Elvis y un compañero de elenco de Crane los presentó.

La coincidencia en intereses de ambos hizo que la amistad fuera prácticamente inmediata.

¿Y cuáles eran esos intereses, te preguntarás? Bueno, ahí es donde la cosa se pone un poquito más sórdida.

Crane tenía, para ponerlo en términos amables, una pasión por la infidelidad solo comparable con la de Nito Artaza. Estaba casado hacía 20 años y tenía tres hijos, pero aprovechaba cada oportunidad que tuviera para tener una aventura.

Crane no tardó en confesarle a Carpenter su hobby: le gustaba sacar fotos mientras tenía relaciones sexuales.

Carpenter, lejos de decirle “Qué hacés, estás loco” le sugirió que perdía el tiempo sacando fotos, que el futuro era una tecnología que recién estaba apareciendo: las cámaras de video.

Y bueno, Crane tampoco le dijo a Carpenter “Qué hacés, estás loco” y antes de lo que canta un gallo la dupla andaba de bar en bar buscando chicas para conquistar.

Generalmente Crane presentaba a Carpenter como “su manager” y, en términos quizás un poco francos, Carpenter terminaba con las candidatas que Crane descartaba.

Muchas de esas conquistas terminaban grabadas en video en cámaras que, según se pudo saber con posterioridad, estaban más escondidas que a la vista.

No queda del todo claro si Crane y Carpenter tenían algún tipo de consentimiento para hacer las grabaciones que hacían. Si bien el hijo de Crane declaró varias veces que su padre “Siempre pedía consentimiento”, la sorpresa de muchas mujeres contactadas con posterioridad a los hechos hace pensar que quizás este sea un esfuerzo de un hijo por mantener la memoria de su padre lo más limpia posible que otra cosa.

Había que aclararlo, ahora sigamos para adelante.

En 1970 Crane se separó de su esposa y a los pocos se meses se casó con Patricia Olsen, una compañera de elenco con la que tuvo un hijo.

Por supuesto que nada de esto hizo que las aventuras de Crane y Carpenter se detuvieran ni por un segundo.

Para 1971 Hogan’s Heroes terminó y comenzó un declive en la carrera de Crane.

Si bien actuó en películas de Disney (¡Cuándo no está Disney en una historia medio oscura!) como Superpapá (Superdad, 1973) y Gusel burrito campeón (Gus, 1976), además de tener roles invitados en series de la época como El crucero del amor, Crane no tardó en terminar de gira por el interior profundo de los Estados Unidos con obras de teatro.

Y a cada gira que salía, Crane se llevaba una cantidad de equipo de video bastante injustificable, sobre todo para la época.

Para 1978, Crane ya se había separado de Olsen también y estaba de gira con una obra con la actriz australiana Victoria Berry.

El 6 de junio llegó a Scottsdale, Arizona sin saber que esa iba a ser su última función.

Crane estaba en Scottsdale con su gira de teatro, donde se juntó con su amigo John Carpenter, que estaba por la zona vendiendo productos electrónicos para la firma japonesa Akai.

Ni bien se encontraron, Crane le mostró a Carpenter un álbum de fotos de sus últimas conquistas. Guardá este dato, porque te puede ser útil en un ratito.

Carpenter se estaba quedando en un motel no muy alejado del departamento que tenía Crane. Lo fue a ver a su obra de teatro y salieron a la que sería la última noche del actor.

Antes de la medianoche, los amigos se encontaron y salieron a romper la noche. Para las dos de la mañana, estaban en un bar comiendo algo con dos mujeres con las que se fueron cada uno para su casa.

Carpenter no tuvo suerte con su candidata y decidió llamar a su amigo, que le comentó que él tampoco. A la mañana siguiente, Carpenter voló de vuelta a Los Ángeles.

Poco después del mediodía Victoria Berry, la compañera de elenco de Crane, decide ir a buscarlo al departamento y se encuentra con una escena del crimen sangrienta: tirado en la cama, ahorcado con un cable y con la cara irreconocible por los golpes de lo que parecía un objeto contundente.

Berry llamó a la policía, que llegó al poco tiempo. Mientras los oficiales hacían las inspecciones de rutina, sonó el teléfono: era Carpenter.

Y acá es cuando el caso comienza a convertirse en un “ellos dijeron”, “el dijo”:

Según el testimonio de la policía, nunca pidió hablar con su amigo cuando le dijeron que “había habido un accidente”, mientras que Carpenter sostiene que no le quisieron dar ninguna información, a pesar de haberla solicitado.

Antes de que la policía terminara sus tareas, Carpenter volvió a llamar.

La autopsia determinó que Crane había muerto por los golpes de un objeto contundente que, a juzgar por la forma de las heridas, podrían haber sido hechos con un trípode de fotografía. Un trípode como los que se llevaba cada vez que salía de gira y que nunca nadie pudo encontrar.

La investigación descartó de entrada que fuera un robo que había salido mal: no faltaba ningún objeto de valor en el departamento, y las cosas empezaron a apuntar a alguien que fuera conocido de la victima.

Un rápido vistazo de la escena del crimen no tardó en desnudar el hobby de Crane, con una enorme cantidad de fotos íntimas y hasta un cuarto oscuro para revelados improvisado en el baño.

La policía siguió investigando y pudo saber que Crane tenía una larga lista de enemigos: desde un actor con el que se había peleado en su paso por Texas hasta un montón de maridos enojados por las relaciones que había tenido con sus esposas, pasando por su ex esposa con la que se había peleado esa misma noche por teléfono o su propia compañera de elenco que negó haber tenido nada con él, cuando en realidad sí estaba teniendo.

Muy a pesar de todo esto, la policía se concentró en un sospechoso: el pintoresco John Carpenter.

Fueron a buscar el auto que había alquilado durante su estadía y descubrieron una macha de sangre minúscula. Los tests de laboratorio arrojaron conclusivamente que se trataba de sangre tipo B, uno de los más extraños y el tipo de sangre de Crane.

La policía logró que Carpenter fuera de Los Ángeles a Arizona a declarar y obtuvieron de él poco y nada, apenas la mención de un faltante: el álbum de fotos íntimas que Crane le había mostrado esa noche.

En una segunda entrevista, Carpenter se ofreció a someterse un test de polígrafo si fuera necesario, aduciendo que sería ridículo para él matar a Crane porque “Era mi amigo y era la gallina los huevos de oro para conocer mujeres.”

Sí, bueno, capaz que no es un argumentazo, pero la policía tampoco tenía mucho en su contra.

Recién en 1992 con una nueva investigación lograron detener a Carpenter y llevarlo a juicio.

Las pruebas seguían siendo pocas: la mancha de sangre, testigos que decían que los habían visto pelearse y una teoría que se desprendía de las propias palabras del acusado: “Crane era la gallina de los huevos de oro y había decidido poner fin esa amistad.”

Ninguna de las pruebas era muy conclusiva, nunca se encontró el arma homicida y todo era un enorme supuesto.

En octubre de 1994 Carpenter fue absuelto de los cargos en su contra. Murió cuatro años después, a los 70 años.

A pesar de que la investigación se haya reabierto en 2016, al día de hoy no sabemos quién mató a Bob Crane.

Y por si llegaste hasta acá pensando “Eso me suena de algún lado”: sí, tenés razón.

La historia de Bob Crane fue llevada al cine de manera bastante espectacular en Auto Focus (2002) de Paul Schrader, una extraña fábula moral contada de la manera más inmoral posible.

Si nunca la viste, corré a verla. Si la viste hace mucho, corré a verla. Si la viste hace poco, corré a verla por las dudas que me estés mintiendo.

Compartir