Bueno, quizás esto suene a polinización cruzada entre estos envíos y este podcast pero, como dice la pibada ahora, es solo bait. Porque no vengo ni por asomo a hablar de La bruja (The VVitch, 2015) de Robert Eggers sino de una que pasó casi cien años antes. “Ay no” Y que ayudó a moldear un poco todo lo que vendría después. Y por “ayudó a moldear” en realidad quiero decir “dejó todo asentado y los demás solo construyeron encima” Hablo, claro, de una película sueca de 1922, que muchos creen que es danesa. “Europea encima” Que no es otra que Häxan: la brujeria a traves de los tiempos (Häxan, 1922) de Benjamin Christensen— ![]() — que, muchas veces muy injustamente, no entra dentro de la currícula de “mudas obligatorias” cuando se habla de la historia del cine. Pero viste cómo es acá en Míralos Morir, esa deuda se paga hoy. Decía hace un instante que muchos la creen danesa por la nacionalidad de Christensen, que había nacido ahí y por la decisión de filmarla en su país. Lo cierto es que el dinero (mucho, más de eso en instantes) era sueco y parte de las cerca de quinientas películas mudas que el país produjo en ese período. Pero hablemos un segundo de plata— “Al fin, hermano, es tu fuerte” La película costó, a plata de hoy, unos nueve millones de dólares, convirtiéndola en la película muda más cara de la historia de Suecia y, probablemente, de muchos otros países. Pero, también sería importante aclarar, ayudó a catapultar la carrera de Christensen, que venía de filmar otras pèliculas entre ellas la bastante celebrada The Mysterious X (Det hemmelighedsfulde X, 1914) pero no tenía semejante éxito hasta el momento. Esa catapulta lo terminó poniendo en un Hollywood incipiente, donde se dedicó a hacer películas de terror mudas o en parte habladas como The Haunted House (1928), Seven Footprints to Satan (1929) o House of Horror (1929). Pero concentrémonos en su obra maestra. Häxan fue pensada como la primera en una trilogía de películas sobre dilemas religiosos y espirituales, pero las otras dos jamás se produjeron. Todo empezó cuando Christensen encontró un ejemplar del Malleus maleficarum, un tratado sobre brujería escrito por unos monjes franciscanos en el siglo XV y se dio cuenta que ahí había una película. Esto fue el 1919 y pasó casi dos años tratando de encontrarle el agujero al mate de cómo contar esa historia tan vasta. Para 1921 se encontró con la gente de Svensk Filmindustri, quizás una de los estudios más importantes de la historia de Suecia, firme hasta el día de hoy, y les contó la idea que había tenido. Y acá es cuando deberíamos destacar una cosa: la película de Christensen tenía una idea brillante. Estaba contada como un documental sobre la brujería, algo que para la época era absolutamente revolucionario: tengamos en cuenta que una de los primeros mojones de la historia del género, la muy puesta en escena y polémica justamente por eso Nanuk, el esquimal (Nanook of the North) de Robert J Flaherty se estrenaría ese mismo año. Sumándole insulto a la injuria, no estábamos en la época donde “la gente se asustaba viendo el tren llegar a la estación” en la pelicula de los Lumière (un dato falso pero simpático para entender la voluntad del espectador por creer en lo que veía) pero teníamos enfrente a un platea más que nada crédula, que podía tranquilamente creerse que esto que estaba viendo era mayormente cierto. Y en ese recurso es que radica, quizás, lo inoxidable de Häxan: en la noción de que el público vivía ese horror como “real” Sí, vivíamos en épocas donde el expresionismo alemán ya era un tema de conversación y El gabinete del doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920) de Robert Wiene o Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922) de Murnau estaban o iban a estar en instantes en el imaginario de los que iban al cine, pero Häxan era un bicho extraño. Porque, si bien existían películas sobre la brujería anteriores, como es el caso del corto The Witch (1908) producido por Vitagraph y dirigido por Van Dyke Brooke y la subsiguiente lista de películas sobre los juicios de Salem que aparecieron el período mudo, Häxan decidió hacer la milla extra. La película está contada en cuatro partes: la primera es una suerte de ponencia sobre demonios y brujas desde los comienzos del mundo hasta el medioevo; la segunda una serie de sketches sobre creencias en el medioevo; la tercera y más larga el juicio a una presunta bruja y la cuarta que pone en época actual (bueno, de hace cien años) esas creencias. Esas cuatro partes, de todas maneras, están divididas en siete episodios (por la necesidad de cambiar siete rollos por la duración de la película) que intentaban hacer eco de la estructura del Malleus maleficarum del que hablamos más arriba. Los espectadores que llegaban a las salas en el momento de su estreno recibían además un programa muy detallado con datos duros sobre lo que estaban por ver que ayudaban a entender más la película. ¿Fue Häxan la precursora de las infinitas notas y videos de “… ending explained” que sufrimos en nuestra cultura actual? Voy a inclinarme por el no, pero solo porque me gusta la película. Volviendo: quizás lo más interesante de todo es que Christensen no acusa, sino que se pregunta sobre el fenómeno que está narrando. Ahí es, quizás, donde radica la mayor magia de la película. Porque si le cambiamos “brujería” por “trastornos psicológicos” y metemos en la ecuación la época en la que fue filmada, bueno, quizás estemos antes una película bastante más compleja que una de brujas y demonios. El destino de Häxan también fue extraño: si bien fue un éxito en el momento de su estreno y la primera película en estrenarse simultáneamente en varias ciudades de Suecia al mismo tiempo, la crítica y la censura de la época encontraron intolerable lo que se veía en la pantalla. Así fue como la película a lo largo de la historia tuvo distintos cortes y versiones: la del momento del estreno de unos 80 minutos, las versiones extendidas de las restauraciones con veinte minutos más, la de reestreno yanqui con menos duración y música y la cuenta sigue hasta el infinito. Quizás lo más sensato sea verla como Christensen la había pensado: sin la música de jazz, sin veinte minutos de más y todo eso. Buena suerte encontrando versiones, puede sonar extraño, pero a veces más corto es mejor. Pero nos demoremos más, hablemos de la importancia. Häxan, esa piedra basal del cine de terror y de casi cualquier película que tenga “bruja” en el título es, además, pionera en una cosa más: poner el folk horror en el mapa. Sí, ese género por el que muchos empezaron a cambiarse la toallita en 2015 y del que aparecieron iteraciones dignas, no tan dignas y absolutamente indignas en la última década o así, también tuvo su origen en esta película sueca de 1922. Porque, al igual que La bruja, Häxan juega con un concepto bien claro desde el principio: no es el ocultismo, sino el desconocimiento de quienes rodean a los ocultistas lo que genera el horror. La ignorancia ha matado a más gente que las brujas a lo largo de la historia, dejame que te cuente eso. Para cuando se estrenó El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) de Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, los que ya nos habiamos mojado con el barro del cine mudo y toda ese lore (?) señalamos sonriendo cuando vimos el nombre de la compañía productora, que hacía un merecidísimo homenaje a la película de Christensen, que por ese entonces tenía ya como ochenta años: estaba producida por Haxan Films. Pero había una razón más: porque si estuviste leyendo bien, sabrás que tanto la sueca como la yanqui de la chica que moqueaba en cámara tienen algo en común: esa idea de blurear la realidad y la ficción, de usar el documental como una suerte de muleta para darle un viso de realidad a lo que se está contando. ¿Te estoy proponiendo un doble programa con la mamá y la tataranieta? Y, qué querés que te diga. En una de esas ver por primera vez (si no lo hiciste) y rever (si es que ya viste la más nueva) nunca ha matado a nadie y ha ayudado a fortalecer más cinefilias que cualquier cosa. A por ellas. PD: Yo podría ser muy malo y decir, como corresponde por rigor histórico, que la idea de falso documental en película de terror está precedida a El proyecto Blair Witch con Holocausto caníbal (Cannibal Holocaust, 1980) de Ruggero Deodato, pero tampoco te quiero arruinar el jueves. |