Bueno, volví de vacaciones. Una semana nomás. No me juzgués. Y estando en estado de ocio me puse a pensar en ese tema que nos desvela por acá, que es esa noción nueva, posterior a los film bros, que incluso los deja a estos como unos moderados, y son los nenazos. Y los nenazos (a veces llamados nenazis con justa razón) merodean alrededor de una serie de películas (que nos pueden gustar, claro) pero que no entienden del todo. Y ahí, justamente ahí, está una de las cosas más simpáticas. Porque, del mismo modo que tenés que tener un retraso severo para ver El club de la pelea (Fight Club, 1999) y decir “Capo Tyler Durden”, con la (acertadísima, incluso más que la de los film bros) de los nenazos, la incomprensión es total. Es tan corta la lista (casi tan corta como sus mentes, pero me parece que la mente gana en este caso) que podría sugerir solo dos títulos: Robocop (1987) de Paul Verhoeven y Terminator (The Terminator, 1984) de James Cameron. ![]() Claro que las leen mal y deben pensar “capo Murphy” o “Capo Arnold” como si viéramos una Martes 13 y dijéramos “capo Jason”: el nivel de lectocomprensión es nulo, el mensaje se cambia y todos esos etcéteras. Pero… ¿qué hacemos con esas películas? Porque, ponele, a mí me jode cercano a cero “entregarles” Joker (2019) de Todd Philips o, qué sé yo, incluso El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013) de Scorsese, pero no sé si estoy tan dispuesto a entregarles la de Verhoeven o la de Cameron. Pero no estoy acá para andar consultando sobre lo que debo o no hacer, vengo acá a hablar de la segunda en la lista de películas de nenazos, porque aunque no lo creas, cumple cuarenta años. Y no, no se las vamos a dar tan fácil, porque nos gusta mucho. Les presentaremos batalla. Si bien podemos decir varias cosas de la carrera de Cameron, sobre todo después de Titanic (1997), lo que hizo antes de ese hito de las películas espectaculares (y si la querés estirar un poco, todo el daño que eso causó en términos de “tanto presupuesto” como claim principal de venta de una película, pero es para otro momento) es por demás maravilloso. Y es quizás en este momento, una bisagra en su carrera, que la cosa tiene ese encanto de lo primitivo por un lado y fresco por el otro. Porque, no sé si alguna vez te lo pusiste a pensar, pero Terminator es la ¡segunda! película de Cameron, y la hizo después de ¡Piraña II: Asesinos voladores (Piranha Part Two: The Spawning, 1982)! y antes de ¡Aliens: el regreso (Aliens, 1986)! Breve desvío para decir: puede que otra película de nenazo sea Aliens, incomprensible también, una película con heroína mujer, pero no nos distraigamos ni le hagamos más larga la filmografía. Volviendo— La noción de pasar de Corman a esto es, como mínimo, bastante difícil de creer o, por lo menos, de meter en la mente, pero también es una marca más en el cinturón de la lista de cosas casi infinita que hay que agradecerle al bueno de Roger. Es muy difícil que estés suscritx a un newsletter de películas y que no hayas visto Terminator, y si tenés mi edad o menos, está claro que no llegaste a verla en el cine. Si andás por mi franja etaria, hay una chance de que la hayas visto en video, caja celeste Legal Video, pero muchas muchas más que la hayas visto en ese momento en el que Canal 11 dejó de llamarse así para pasar a ser Telefé. La llegada de Telefé, con la reprivatización de los canales de televisión en los años noventa, trajo una serie de películas bajo la manga mientras terminaba de armar una programación. Y acá podríamos hablar del efecto en todo que tuvo El regreso de los muertos vivos (Return of the Living Dead, 1985) de Dan O’Bannon en nuestras (por entonces) jóvenes mentes o la que tuvo el ¡estreno absoluto! de Terminator de Cameron, seis años después de su pasada en cines. Sí, los tiempos definitivamente eran otros, más si tenemos en cuenta los actuales que vemos que una película fue más o menos y vamos a darle refresh a la página de torrents. Te estoy hablando a vos Megalópolis (2024), pero no me quiero desviar, decía— A Cameron le había ido muy bien con Piraña II, y cuando digo muy bien, digo muy bien. Si bien la anterior ya había sido un tiro en el blanco en la serie de balas perdidas que Corman lanzaba con la esperanza de pegarle a algo, la saga, motivada por los infinitos terrores acuáticos que había generado Tiburón (Jaws, 1975) de Spielberg unos años antes, Y fue justo mientras estaba promocionando la película en Italia que se enfermó y tuvo que estar en cama unos días. Fue ahí que tuvo una serie de sueños (no sabemos si motivados por la fiebre, la medicación o simplemente parte de una origin story que todo parece tener que tener) donde veía una suerte de torso metálico que se arrastraba saliendo de una explosión. Cameron había visto Noche de brujas (Halloween, 1978) y amaba la película de Carpenter, y a pesar de que habían ya pasado varios años (y varias películas derivadas y sagas y todo eso) tenía ganas de filmar su propio slasher. Y acá quizás vos pienses “¿Cameron? ¿Un slasher? Está fuera de personaje” y es un pensamiento que solo podés tener si no viste Piraña II. ¿No lo hiciste? Esa deuda se paga hoy mismo, ya que Terminator, incluso doblada y con cortes en Telefé, está visualizada seguro. Y acá deberíamos pensar en qué pasaba en el cine género de ese momento. El slasher, que venía de casi tan atrás como las películas de gente con miedo a meterse en el agua estaba, por aquel entonces, con más olor a cajón que a fruta y mutando, justo ese mismo año a la misma fórmula, pero con algún elemento sobrenatural. Sí, podríamos decir que Wes Craven con Pesadilla en lo profundo de la noche (A Nightmare on Elm Street, 1984) y Cameron con Terminator llegaron a la misma conclusión al mismo tiempo. Porque, como sije hace un instante, lo que Cameron quería en un principio, era hacer una película relativamente barata, que fuera comercial y que tuviera una suerte de estructura de slasher. Pero volvamos a Cameron y el génesis de Terminator, que por favor no deberías confundir con Terminator Génesis (2015) de Alan Taylor que es para cortarse las bolas con una galletita de agua— Ya recuperado y vuelto a California, cameron escribió una suerte de primera versión del guión de Terminator, pero necesitaba que un guionista lo ayudara. Así fue como llamó a Bill Wisher, que por aquel momento solo tenía como crédito de guionista ser su amigo de la adolescencia. Así fue como empezaron un ida y vuelta de ideas por teléfono y llegaron a algo que les gustaba: no viajaba un solo Terminator sino dos: uno bueno y uno malo y uno, un modelo más avanzado, tenía la posibilidad de, con una estructura de metal que iba cambiando de formas, inmiscuirse mejor. Sí, quizás te suena de algún lado. Es que Cameron y Wisher llegaron a Terminator 2: Juicio final (Terminator 2: Judgment Day, 1991) antes que a Terminator pero, se dieron cuenta, no estaba ni la tecnología ni la plata en ese momento para hacerlo. Qué bien que me di el pie de la plata, porque acá es justamente cuando empiezan a buscar algún tipo de financiación. Y cuando entra Gale Anne Hurd a cuadro. Hurd había trabajado con Cameron en New World Pictures, en la época donde era la asistente del propio Corman y se interesó en el proyecto, sobre todo si Cameron iba a ser quien lo dirija. Así fue como aparece la primera gran leyenda que hay de la película y es Cameron vendiéndole por un dólar los derechos de Terminator a Hurd, a cambio de que ella se ocupe de conseguir la financiación. Sí, genia Hurd, la vio más que los que compraron bitcoin a centavos de dólar. Pero genia Hurd también salió con un Tramontina entre los dientes a buscar la guita. Tenía amigos en Orion (siempre Orion, qué querés que te diga) que se comprometieron a distribuirla, si conseguían la guita por otro lado. Y ahí es cuando entra Hemdale Film Corporation, que termina poniendo cuatro millones de dólares en el proyecto, que no serían los seis millones y medio con los que salieron a filmar, esos los iban a terminar de aportar entre Pacific Western Productions, Euro Film Funding y Cinema ’84. Y acá es cuando decimos que Terminator no distaba mucho de una de esas películas de festival que tienen veinte placas al principio. Quizás, y solo quizás, un poquito en lo temático. Conseguida la guita, el tema era el casting: Cameron quería a ¡Lance Henriksen! Sí, pensar en Terminator con Lance Henriksen es casi un sketch de SNL, pero pasó. Pasó al punto que Henriksen se vestía de Terminator e iba (antes de que llegue Cameron) a las reuniones a generar “clima” con los estudios interesados. No hay más testimonios que los orales, pero supongo que habrá sobreactuado en persona como lo hizo toda la vida en cámara. Lance Henriksen, el Klaus Kinski de los pobres (?) Y acá, y por sugerencia de Orion es que entra a cuadro Schwarzenegger. Venía de actuar en Conan, el bárbaro (Conan The Barbarian, 1982) de John Milius y terminó actuando en Conan el Destructor (Conan The Destroyer, 1984) de Richard Fleischer antes de Terminator por un capricho de Dino de Laurentiis, pero no se lo pensaba en un principio como el robot sino como Kyle, el novio de Sarah y padre de John Connor. Schwarzenegger estaba, claramente, en alta y Cameron sentía que iba a necesitar alguien incluso más famoso para hacer de Terminator. Algo que, con un presupuesto de seis palos y medio, capaz se hacía cuesta arriba. Ahí fue cuando Stallone, Mel Gibson y varios más dijeron que no. Y ahí fue cuando ocurrió la segunda leyenda de la película y que OJ Simpson fue considerado para el rol y dado de baja por el propio Cameron con el argumento de que “no era creíble” como asesino. Te voy a dejar que lo medites un instante y sueltes una risita. Volvamos— A Cameron no le gustaba Schwarzenegger como Kyle, era una sugerencia de Orion y se lo quería sacar de encima. Se reunió con él, con la idea de llevarle la contra hasta que se enojara y decir que no podrían trabajar juntos y volvió con otra idea: la de que fuera el Terminator y no el ¿interés afectivo? de Sarah. Schwarzenegger aceptó, pero tenía un interés cercano a cero. Durante la ronda de entrevistas de Conan el destructor llamó a la de Cameron “una película de mierda que estoy haciendo con dos semanas de rodaje” y agregó que no dañaría su carrera porque iba a volar sin que los radares la detecten. Cameron le habrá vendido a Hurd los derechos por un dólar, pero Arnold tampoco andaba bien de termómetro, seamos buenos. Y también seamos buenos y digamos que Terminator, por aquel entonces, era un poco eso: una película chiquita de un director con una sola película antes (y producida por Corman) que había que ver cómo salía. La película se estrenó en octubre de 1984 con Orion haciendo lo mínimo indispensable y teniendo cero fe en el proyecto. Quedó primera en su fin de semana de estreno y, bueno, el resto es historia. También quizás sea pertinente aclarar que fue un éxito y recaudó casi diez veces su presupuesto, pero de un presupuesto bajo. Sirvió para que Schwarzenegger fuera un poco más Schwarzenegger, para que Cameron fuera Cameron finalmente, y para que el canadiense empezara su larga carrera de enamorarse en los sets de filmación que tantos juicios de alimentos le costó a lo largo de su carrera. Pero volvamos un instante al principio de todo esto y digamos: Terminator es, esencialmente, un slasher con un poco de ciencia ficción encima. Un asesino busca a una chica para matarla y mata a todo lo que se cruza en su camino. La chica, una final girl hecha y derecha como hay pocas en la historia del cine, sobrevive al metraje muy a pesar de todo. ¿Qué le ven los nenazos? ¿Qué están entendiendo de todo esto? Será un misterio, o algún día lo entenderemos. Lo cierto es que no, esta no se las vamos a dar tan fácil. |