Creo que esta va a ser una de las primeras veces (en los ya casi quinientos envíos si contamos los de los martes, pero quién está contando) que en este pasquín vamos a hablar de un estreno. Y de un estreno el día de su estreno, bueno, inaudito. Lo cierto es que si sos de lxs que andan dando buen uso a su conexión de banda ancha, sabrás que esta película apareció por ahí la semana pasada. Y sí, desde acá pregonamos que las películas (y sobre todo estas películas) cuando se estrenan (a tiempo, digamos que este caso fue casi un tecnicismo y lo fue) deben ser militadas y vistas en sala. Pero viste lo que pasa con el puto drama de la anticipación. El hype, como le dice la pibada ahora. A veces hace que hagamos cosas que no queremos hacer. Sí, vine a hablar de Longlegs: coleccionista de almas (Longlegs, 2024) de Osgood Perkins. Hace unas semanas, hablando de cine de terror puro y duro en este podcast, se habló por arriba de la película, que dos de tres “no habíamos podido ver” aún. Y hablamos, según recuerdo, de la campaña que, dije bastante convencido, que me recordaba a la de El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999), una película que quizás fue la que inauguró (de manera masiva, eso es) el hype de internet. Y si bien Longlegs y la película de los que moquean en el bosque no tienen nada que ver estilísticamente, sentí con esta el mismo llamado a verla como fuera, lo antes posible. Con la del 99, tengo el recuerdo de haberla comprado en VHS ¡por internet! cuando todavía era extraña la noción, que me llegue en tiempo récord (mucho antes del estreno local) y pedir prestado el cine de la Universidad para pasarla ese mismo día a las 14 horas. Sí, la juventud te daba unas ganas que hoy no tendría ni de casualidad. Lo importante es: quería ver Longlegs, me había gustado la imaginería, pero no sabía nada de la película fuera de que era “de asesinos seriales” Tengo la costumbre de no ver trailers (en lo posible) y de no leer antes de ver las películas. Sabía sí, que era la nueva de Osgood (u Oz, como se lo conocía antes) Perkins, el hijo de Anthony Perkins. “Nepobaby” Bueno, claro, pero incluso yendo contra el prejuicio que todos (¿podríamos? ¿deberíamos?) tener contra los nepobabys, las películas anteriores de Perkins me habían gustado en un degradé de intensidades, que podríamos decir que fue de mayor a menor: empezando con la muy interesante The Blackcoat’s Daughter (aka February, 2015), siguiendo con la “directo a video” Soy la cosa bella que vive en esta casa (I Am the Pretty Thing That Lives in the House, 2016) y terminando con Gretel y Hansel: un siniestro cuento de hadas (Gretel & Hansel, 2020) que, bueno, no era para mí. Había, independientemente de los gustos personales, una carrera sólida que daba ganas de ver Longlegs como fuera. Y acá viene la parte donde quizás deberías ver la película antes de seguir. No creo que vaya a spoilear, o sí, o no creo que se pueda spoilear, en todo caso. Pero, como para gustos los colores, te dejo esta música de espera para que vuelvas cuando quieras. Y ahora que estamos todos en la misma página: no será esta entrega un “qué me pareció Longlegs“, porque si no qué sentido tiene que grabe un episodio nuevo de este otro podcast mañana. Por eso y porque por acá eso mucho no pasa. Este es un lugar de reflexión y de señalar cosas que de andar opinando. “Ya nos habíamos dado cuenta” No te lo decía a vos. El público se renueva. Porque Longlegs, sin lugar a ninguna duda, va a servir como el nuevo medidor de gente. Es una nueva La bruja, una nueva La cordillera, una nueva Mandy. Proliferarán los “se cae al final”, los “no es para tanto” y los “al final ¿es tal cosa o tal otra?” como hongos después de la lluvia. Y es, justamente ahí, donde radica el principal error. Encarar a la película como lo que pretende ser en su forma más básica: un thriller. Porque, claramente, no lo es. Nos quiere hacer creer eso, nos homenajea a muchos que amamos, y que ya tienen treinta años o más— La noción de que El silencio de los inocentes (The Silence of the Lambs, 1991) de Jonathan Demme o Pecados capitales (Se7en, 1995) de David Fincher ya sean películas “homenajeables” me hiela la sangre, pero sigamos. Con la idea (citando a la primera) de la joven agente del FBI que tiene por alguna razón “una conexión” con este asesino en serie que se busca si pensamos en la primera o apresándolo poco después de la mitad de la película si pensamos en la segunda. Claro que Longlegs tiene, además, una suerte de pata más “sobrenatural”, que se revela después de que nos quiere hacer creer que es ese thriller que homenajea a los años noventa hasta con el año en el que transcurre. Y acá hay otra clave más: que pase en “la época de Clinton” tiene un guiño a la locura del “pánico satánico” que, si bien había empezado en los años ochenta, en los noventa estaba bien presente con historias como la de los West Memphis Three y todo eso. Pero, incluso abriendo todos esos rabbit holes, aún estaríamos en la superficie, porque la verdadera historia de Longlegs es otra. Porque Longlegs es, en definitiva, una película familiar autobiográfica. “Momento ¿qué?” Y acá viene la parte donde le saco provecho a eso de “no leer, no mirar trailer” de la que hablo más arriba, porque ese pensamiento lo tuve mientras veía la película y recordaba esta triste historia de Hollywood: Osgood Perkins es hijo de Anthony Perkins con la actriz, modelo, fotógrafa de los años setenta Berry Berenson. Anthony Perkins, a su vez, era hijo de Osgood Perkins, un actor cómico de la era del cine mudo, lo cual convertiría a Oz Perkins en un neponepobaby, pero ya dije que no estábamos acá para contar costillas. Perkins se casó con Berenson, a quien le llevaba unos veinte años a principios de los setenta en uno de los casamientos más sospechosos de la historia de Hollywood. ¿Y por qué digo esto? Bueno, porque Perkins era gay y no lo ocultaba demasiado a su círculo íntimo por esa época. Sí lo debía ocultar al público, porque antes de convertirse en Norman Bates (y quizás encasillarse de más) era un actor consagrado que volvía locas a las mujeres. La carrera de Perkins vivió lo que se denominaba el Hollywood Closet, donde muchas figuras, obligadas muchas veces por las cabezas de los estudios so pena de “perder la popularidad si se sabe” fingían romances y hasta matrimonios con otras figuras del ambiente a quienes o no le importaba o que tenían una agenda similar. Sí, es monstruoso. Pero esperá, porque hay más y peor. Perkins vivía su sexualidad con tanto recelo (y culpa de perder todo) que fue uno de los pacientes de uno de los personajes más siniestros de la historia de la psicología: Mildred Newman. Newman era una defensora de la teoría de “la conversión”, veía a la homosexualidad como “una enfermedad” y creía que se podía “curar” Newman no tardó en meterse en la cabeza de Perkins y en convencerlo de que su vida sería mejor si era “normal” Claro que la “normalización” (por favor, entendeme la ironía) venía con el costo de medicaciones y hasta de electroshocks. Al poco tiempo de empezar la terapia con Newman, Perkins anuncia su casamiento con Berenson. Berenson vivió con Perkins hasta la muerte del actor en 1993. Ella, por su lado, murió como pasajera de uno de los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas en la mañana del 11 de septiembre de 2001. “No puede ser” Es. Así que no tardé mucho en hacer lo que hago después de ver las películas que es ponerme a leer sobre cosas que me pareció haber visto. Y ahí estaba, en cuanta nota de prensa hubiera dado el bueno de Perkins, estaba el dato que transpira la película más que cualquier otra cosa: “Mi padre era un actor que tenía una vida privada que no era aceptada por el mainstream, llamalo homosexual o bisexual o el término que le quieras poner. Porque no podías ser los dos. Al día de hoy.” “Todos lo sabíamos, incluso mi hermano y yo, pero nunca se puso en palabras. La idea de que ella pudiera… inventar, bueno, no inventar porque no está mintiendo… tapar, hacer una historia, fue lo que me inspiró para escribir Longlegs“ “Vivimos arrastrando nuestra niñez andrajosa detrás nuestro donde quiera que vayamos, como una sombra. Para algunos, solo vuelve en las fiestas. Otros están en neuropsiquiátricos por eso.” Y acá vendría la parte donde hago un remate tipo “Y vos que te quejabas de tu tío que en navidad tal cosa y no hiciste una película” o nos ponemos (como deberíamos) a ver la ridiculez del Hollywood Closet y las presiones de las cabezas de estudios a los actores para “hacer buena letra” y demás aberraciones como “eso que pasaba antes”, como los nazis o el macartismo, pero al cierre de esta edición (bueno, con la edición ya escrita, y con el otro chiste ya escrito) el ministro de justicia (sé que va con mayúsculas, pero en este caso me las reservo) dijo lo que dijo. Y ahí solo queda decir: “Ay, LCDMM acá vamos de nuevo” |