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239 – La maldición del anillo

Publicado el 15 de agosto de 2024

Hacía mucho que no escribía uno de maldiciones, y me pareció que podía estar bueno, la verdad. O me dio ganas, no sé.

“Bueno”

Ponele un poco más de ganas.

“Estoy”

Bueh, vamos a ver si te logro convencer. Lo cosa es (o fue, más bien) más o menos así:

Es difícil escribir sobre el Hollywood antiguo, sobre todo el del período mudo, porque la inmensa mayoría de lo que leés por ahí está sacado de alguna forma de ese problema para los historiadores que fue Hollywood Babilonia de Kenneth Anger.

No, no estoy diciendo que no hay otros libros sobre el período, estoy diciendo que el libro de Anger (del cual ya hablamos una vez en profundidad, y muchas otras veces mencionándolo), por algún motivo, fijó ciertos conocimientos errados en lo que podríamos llamar “el inconsciente colectivo”

Del mismo modo que el ídolo de cada generación llegó a la guardia de la clínica que estuviera de moda en cada época con algo alojado en su cuerpo, muchas de las historias del cine norteamericano del período mudo pueden trazarse al libro de Anger.

Esta que voy a contar hoy, si la memoria no me falla, creería que no fue así. O por lo menos eso quiero creer.

No, no me puse a leer de vuelta Hollywood Babilonia para escribirlo, pero estoy convencido de que es una historia que trasciende el pasquín (encantador, pero) mentiroso del bueno de Kenneth, que recuerdo que hablaba de juguetes sexuales, pero no de esto.

Rudolph Valentino.

“El galán”

Correcto. Había nacido con un nombre más complejo: Rodolfo Alfonso Raffaello Pierre Filiberto Guglielmi di Valentina d’Antonguella—

Si, parece el meme del árabe.

— en Puglia, Italia en 1895. Para cuando cumplió los 18 años se mudó a los Estados Unidos, desembarcando en un clásico de los inmigrantes, en la Ellis Island de Nueva Jersey. Ellis Island, para que se entienda, sería el La Boca de ellos.

Pero no llegó con ninguna ilusión de ser actor, ni de alcanzar la fama en… lo hizo con un diploma de una escuela de agricultura.

Empezó a tener todo tipo de ocupaciones: mozo, jardinero, cadete… El mundo del espectáculo le iba a golpear la puerta por casualidad, cuando empezó a ser bailarín taxi.

Permitime la traducción libre, un taxi dancer eran una costumbre de los años diez y veinte en los salones de los hoteles y los cabarets más de lujo. Los asistentes compraban un ticket que los habilitaba a un baile con alguno de los bailarines del establecimiento, elegían a uno y bailaban una canción.

Y Valentino consiguió trabajo en cualquier lado: lo consiguió en Maxim’s, uno de los cabarets más renombrados de la ciudad por esos días.

Es en una de esas noches de baile a cambio de tickets que Valentino conoce a una mujer de nombre Blanca De Saulles.

De Saulles aka Blanca Elena Errázuriz Vergara era una aristócrata chilena que estaba infelizmente casada con el empresario yanqui John De Saulles.
Blanca y Valentino cultivaron una amistad al punto que el (aún no) actor terminó testificando en un juicio de infidelidad que la mujer hizo contra su marido.

Hay rumores que dicen que Blanca y Valentino estaban a su vez infringiendo la misma ley, pero no estaría del todo documentado. Capaz Blance había comprado todo el talonario de tickets, nidea. El punto—

Es que la cosa se iba a complicar bastante poco tiempo después. Porque el (ahora ex) marido de Blanca no se iba a quedar de brazos cruzados y usó sus contactos políticos para meterlo preso a Valentino, asociándolo con una madama de la época, con cargos de corrupción.

El juez bajó el precio de la fianza y Valentino logró salir de la detención, pero conseguir trabajo con ese antecedente se le empezó a hacer cuesta arriba. Pero esperá que hay una más:

No va que (?) a Blanca se le escapa un tiro durante una discusión con De Saulles y lo termina matando.

Dándose cuenta que la cosa se le iba a complicar aún más Valentino pone los pies en polvorosa y se une al elenco de una troupe musical que lo termina dejando en la Costa Oeste de los Estados Unidos.

Ya en San Francisco, uno de los actores lo convence de ir a probar suerte a esa “nueva gran cosa” que era Hollywood por ese entonces. Se mudan juntos a la habitación de un hotel y empiezan a patear las calles de Hollywood.

Valentino consigue trabajos de extra, luego como villano por su apariencia “exótica”

Al poco tiempo de llegar, con ese imán para el quilombo que se ve que tenía, conoce a la actriz Jean Acker.

Acker estaba metida en una historia que algún día deberíamos contar, que era un triángulo amoroso con otras dos actrices: Grace Darmond y Alla Nazimova, porque si te creés que la inclusión llegó con Netflix, estás muy erradx.

Guardate el nombre de la última que te va a venir bien. Volviendo—

Para salir de esa, le propone matrimonio a Valentino, que acepta: se divorcian al poco tiempo.

El actor, que estaba un poco cansado de siempre hacer los mismos papeles, lee en un viaje a un rodaje la novela Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Vicente Blasco Ibáñez y se obsesiona con actuar en una adaptación.

Enterado de que Metro tenía los derechos para adaptarla, aparece en la oficina neoyorquina del estudio, donde lo estaban buscando para castearlo.

En esta oficina Valentino iba a conocer a June Mathis, guionista y la más joven ejecutiva del estudio con traintaypocos años, porque si te creés que la inclusión llegó con Netflix, estás muy erradx.

Valentino y Mathis trabaron un vínculo creativo algo tormentoso, se odiaron y se quisieron a lo largo de sus carreras.

Ese papel protagónico en Los cuatro jinetes del Apocalipsis (The Four Horsemen of the Apocalypse, 1921) de Rex Ingram, uno de esos directores que no sobrevivió mucho a la llegada del sonoro. El papel fue crucial y definitorio para la carrera del actor, ya que tuvo el hito para la época de recaudar más de un millón de dólares (que ajustado a inflación serían unos veinte palos de hoy), siendo la sexta película muda que más plata hizo en la historia.

De todas maneras, los del estudio no querían saber mucho con Valentino y decidió romper el contrato que tenía con Metro al que le quedan todavía tres películas y mudarse a Famous Players-Lasky el nombre que tenía antes Paramount, por si andás medio distraídx.

Quizás acá haya que hablar de la película un segundo para entender el contexto del contrato de Valentino: cobraba doscientos cincuenta dólares por semana y tenía que proveer su propio vestuario, fueras de las pocas cosas que Metro le daba del depósito. Valentino compró 25 trajes a medida que terminó de pagar recién al año siguiente. Ahora sí, al otro estudio—

Ese mismo año y en el nuevo estudio actúa en El sheik (The Sheik, 1921) de George Melford, que sí sobrevivió al sonoro y filmó unos film noirs de la gran siete, pero eso es para otro momento. El reconocimiento que Valentino había tenido con la película anterior se conviritió en un boom de star power.
Para que entiendas de lo que hablo, extrapolalo a la actualidad: el bobo de Kanye West se pone unas medias, todos quieren las medias, pero con el look de Valentino.

Se casó con una mujer a la que conoció en el set de Uncharted Seas (1921) de Wesley Ruggles, otro que zafó de la llegada del sonoro, y que dirigió mucha comedia y melodrama, pero eso no es importante. Estaba hablando de la mujer, y eso sí es importante porque tenía relación con las del triángulo amoroso del que te hablé antes: la directora de arte Natacha Rambova, quien a quien se le adjudicó un romance con Alla Nazimova pero, de nuevo, eso es para otra vez.

Bueno, un poquito, solo para complicártela: Rambova estaba escapando de una tumultuosa relación con el coreógrafo y bailarín ruso Theodore Kosloff, que tiene más vueltas que un trompo, en serio, no me insistas, en otro momento.

Para sorpesa de nadie, el casamiento iba a durar poco también y por el desliz Valentino se iba a comer un juicio por bigamia, porque no estaba del todo divorciado del otro matrimonio que también duró poco.

No se decidía por su relación con Famous Players, y empezó una huelga solitaria.

Sumado al juicio, la huelga y todo eso, Valentino quedó preso del estudio que, además, por todos los escándalos, no quería saber nada con él.

Empezó a promocionar una marca de maquillaje, siendo su cara para el público. Se transforma en juez en concursos de belleza, y la campaña con su cara termina estando en todos lados.

Tanto fue así que los del estudio lo vuelven a considerar para papeles por su inmensa popularidad fuera del mundo del cine. Porque si vos te creés que lo de los followers y los influencers empezó con Instagram, estás muy erradx.

Los del estudio le ofrecen subirle el sueldo, control creativo y todas las cosas que pedía cuando estaba de huelga y se vuelve para Hollywood.

Esto no iba a durar muchísimo, porque en 1924, los actores que estaban hartos de cobrar una miseria y ser parte del depósito de decorado de los estudios, comandados por Charles Chaplin, forman United Artists y lo llaman para ser parte.

Le pagan incluso mejor, pero ¿viste que te dije que el segundo matrimonio tampoco iba a durar mucho? Bueno, Velentino deja fuera de su acuerdo a Rambova, hecho que terminó de precipitar el divorcio.

Un divorcio que, si estuviste atento en la lectura, ya te habrás dado cuenta que no hizo sufrir a nadie, porque Hollywood en esa época era inclusivo como una serie de Netflix, pero solo puertas para adentro.

Mirá lo tarde que se nos hizo.

Porque acá, justamente acá es que Valentino, durante unas vacaciones en San Francisco, ve un anillo que lo intriga en una vidriera. Algunos dicen que era plateado, otros dorado. En lo que todos están de acuerdo es que tenía una piedra ojo de tigre incrustada.

Y acá, justamente acá es cuando empezaron los problemas, porque entró decidido a comprarlo y el vendedor le dijo:

“Está maldito. Se llama anillo del destino. Le trajo desgracias a todos los dueños anteriores.”

Y Valentino, en términos del histórico llamado de Tangalanga “hizo caso somiso” y se llevó el anillo con él.

“Dios, estoy al borde de mi asiento”

No es para menos con esta calidad de narración (?) Pero basta de hablar bien de mi—

Para cuando regresó a Nueva York, oficializó su pase de United Artists, con el consiguiente problema matrimonial que le traía que Natacha Rambova empezara a hacer el papelerío del divorcio.

No, uno no podría ni siquiera sugerir que, en el caso de Valentino que acumuló a lo largo de su corta vida una serie de matrimonios “para la prensa” que el divorcio este es parte de la maldición, pero lo que viene justo después sí.

Porque el 15 de agosto de 1926, con el anillo puesto en uno de sus dedos, Valentino colapsó en el Hotel Ambassador de Nueva York. Lo llevaron rápidamente a un hospital, donde le diagnosticaron que tenía una apendicitis y una úlcera corriendo el paralelo y lo llevaron apurado a la sala de operaciones.

Y vos dirás: “Bueno, una apendicitis le puede pasar a cualquiera” y tendrías razón, sin ir más lejos yo tuve la mía en unas vacaciones en la Costa a los ocho años, pero la cosa no iba a quedar ahí.

Aún internado, a los pocos días, empezaron a aparecer las complicaciones, pero los médicos creer que no para preocuparse tanto. El 21 de agosto aparecieron los síntomas de pleuritis, con compromiso de pulmón izquierdo.

El actor estaba muriendo pero, por costumbres de la época, los médicos no se lo informaban. Se pasó la mañana del 23 de agosto hablando animadamente sobre sus planes en el futuro cercano, poco antes de entrar en un coma del cual nunca se despertaría.

Rodolfo Valentino tenía 31 años.

Decenas de miles de personas llegaron a darle el último adiós y en el velorio hubo otra “nota de color” con la actriz Pola Negri, nacida en Polonia que se desmayó al menos media docena de veces y lloraba a los gritos diciendo que Valentino le había propuesto matrimonio.
Perdón por el desvío, pero me acordé. Una vez, haciendo research para una cosa que estaba escribiendo me reuní con varios funebreros y uno me dijo, sonriendo “Sabés que un velorio se va a poner bueno cuando llega una corona que dice Tu señora, después otra corona que dice Tu señora y otra más que dice Tu señora”

Perdón por el off topic, vuelvo—

Y hasta acá vos podrás decir “Bueno, una salud frágil, una fatalidad, le puede pasar a cualquiera” y tendrías razón, pero la cosa, no se iba a quedar ahí.

Porque Pola, sufrida como estaba, se iba a llevar un recuerdo de su ¿futuro esposo?

Sí, claro que se llevó el anillo, pero es parte de un quilombo más grande, porque: Valentino no había dejado un testamento, solo había dicho a sus abogados que le den solo un dólar a Natasha Rambova, porque a mala, mala y media, y terminó enterrado en la tumba que June Mathis había comprado para ella y su esposo en el ahora célebre cementerio Hollywood Forever.

Un breve desvío más: ahora el actor y la guionista que lo lanzó a la fama duermen el sueño eterno uno al lado del otro. Pero volvamos, por el amor de jehová—

Mientras veían que hacían con todo el lio que el actor había dejado, Pola cae enferma.

No, no tan rápido cerebrito, porque las noticias volaban rápido y la polaca, ni lerda ni perezosa le pasó el anillo a alguien más: se nombre era Russ Colombo, un cantante de la época que se parecía mucho al actor recientemente fallecido y a quien llamaban “el Valentino de la radio”

No es menor aclarar que, con posterioridad a ponerse el anillo, la carrera de Pola Negri, hasta entonces en ascenso, se amesetó como nunca antes. Tanto que con el tiempo la llamaron menos y menos, hasta que se fue por fade.

Pero volvamos a Colombo, un hombre enamorado. Enamorado de nadie más ni nadie menos que Carole Lombard.
Con ella tendría que haber cenado en un hermoso restaurante hollywoodense la noche del 2 de septiembre de 1934.

Notaste el condicional, ¿no? Bueno, porque—

Colombo esa tarde, justo antes de la cena, fue a visitar un amigo, el fotógrafo Lansing Brown, que quizás sea más famoso por lo que pasó esa tarde que por todas las fotos que sacó en su vida.

Porque a Lansing le gustaba coleccionar armas antiguas.

Sí, pocos foreshadowings más grandes que ese, al que solo le podríamos agregar que—

— con tanta mala suerte que, mientras le mostraba una de sus nuevas adquisiciones a Colombo, esta se disparó accidentalmente, dándole de lleno en la cabeza al cantante. Murió apenas llegado al hospital a los 26 años.

Tenía puesto el anillo que le había regalado Pola Negri.

Y acá capaz ya empieza a no ser “una fatalidad que le puede pasar a cualquiera”, pero ponele que creés mucho mucho en la serendipia. Sigamos—

Los hermanos de Colombo, para no hacer sentir mal a su madre, le hacen creer que el actor sigue vivo, y esto quizás sea para otro momento, con Carole Lombard mandándole cartas durante diez años imitando la letra del difunto.

Carole Lombard murió en un accidente de avión unos años después. Para cuando esto sucede, el anillo queda en manos de Joe Casino —un nombre genial, por cierto—, el mejor amigo de Colombo.

Casino, que ya había escuchado la leyenda del anillo, lo pone en una caja de cristal, convencido de que su energía maligna no va a salir de ahí.

Pasa el tiempo y Casino se confía y lo empieza a usar. Muere a la semana, atropellado por un camión.

Y no, no es “una fatalidad que le puede pasar a cualquiera”, ya no. Y esperá que hay más.

Porque el anillo pasa al hermano de Joe, Del Casino —sí, solo mejoran los nombres en esta familia— que lo guarda en una caja fuerte y no lo usa. Su vida transcurre sin mayores sobresaltos hasta que se corre el rumor del anillo, su maldición y, sobre todo, su valor.
Hace su entrada un señor de nombre James Willis, que entra a la casa del hermano de Casino, con el fin de robar la joya. Es abatido por la policía con el anillo en el bolsillo.

Pasan los años y un productor de nombre Edward Small decide hacer una película sobre la corta y tumultuosa vida de Valentino. Va juntando objetos de su vida, entre ellos el anillo.

Decide que un joven actor llamado Jack Dunn va a hacer el papel del latin lover. Tanto se quiere meter en el papel, que decide usar el anillo por dos semanas. Le diagnosticaron una extraña enfermedad sanguínea.

Jack Dunn tenía solo 21 años.

Hace unos pocos años, se subastó un cuadro del artista español Federico Beltran Masses que retrata a Pola Negri, Valentino y el anillo—



— por unos ciento sesenta mil dólares. Hasta ahora, no se han reportado víctimas fatales.

Ni se ha reportado por dónde anda el anillo, aunque los rumores son muchos: que está en una bóveda de un banco en Los Ángeles, que han intentado robarlo muchas veces, que se perdió en un incendio… Cada uno elige su propia aventura sobre el destino, pero una cosa es segura: a cruzar los dedos.

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