Mucho se ha discutido sobre Taxi Driver (1976) de Martin Scorsese— Tanto, que a veces da pereza hasta referirse a ella. Es por eso que después de todos estos envíos que ya habrás leído (y muchos más si estás subidx al de los martes) sabrás que nunca hablamos de ella más que de costado. Porque sí, hablamos de las películas que generó —sin ir más lejos la querida Tormenta arrolladora (Rolling Thunder, 1977) de John Flynn ¿qué te pensabas? ¿Qué iba a decir Joker (2019)?— o lo importante que fue para tal o cual época del cine. Pero de Taxi Driver, Taxi Driver nunca hablé. “Y hoy llega el día en el que—” No. “¿Y entonces?” Bueno, a medias. No vamos a hablar de por qué es tan importante, ni los colores, ni el método actoral, ni— Bueno, te das una idea. Vamos a hablar de dos leyendas (¿o debería decir “anécdotas no hegemónicas”?) que se suele repetir sobre la película de Scorsese que son bastante maravillosas. “Bueno, todo lo que sea hipotético, estoy” Lo bien que hacés. Volviendo y solo para cerrar antes de ir a lo importante (?)— No le voy a sacar el culo a la jeringa: Taxi Driver es una de las películas de lo que hemos dado en llamar “el canon de los Film Bros” que se completa con menos de media docena de films. Y quizás por eso de pereza siquiera nombrarla, porque, como el resto de esa lista corta, y siendo El club de la pelea (Fight Club, 1999) de David Fincher el ejemplo más acabado de eso, son reivindicadas por las razones incorrectas. Películas que no le hicieron mal a nadie que, de buenas a primeras, terminan pagando justas por pecadoras. Pero bueno, incluso haciendo la revisión del por qué sigue dando paja, máxime cuando se escribió tanto y (algunas pocas veces) tan bien. Así que sumerjamonos mejor en el terreno especulativo, ese mundo vidrioso y apasionante donde no todo tiene por qué ser cierto, sobre todo si las ganas de que lo sea son mayores a las que no. “Me gusta tu forma de ver las cosas” Porque, en palabras del pionero del periodismo argentino (no, Mariano Moreno no: Chiche Gelblung): “Nunca dejes que la verdad te arruine una buena historia” La primera viene del lado de Tarantino que, todos sabemos, le suele agregar musiquita a anécdotas menos interesantes. La cosa es más o menos así: sobre el montaje final de la película, Scorsese no tenía muy claro como solucionar el tiroteo final, y decidió llamar a Spielberg, que ya había pasado por el rodaje (más de esto en un instante, con la segunda anécdota) porque, bueno, son todos de la misma generación, tamaños de las cuentas bancarias aparte. El punto es que, después de ver el material y quedar totalmente sorprendido de lo que había visto, Scorsese le planteó a Spielberg su problema: los de la MPAA le dijeron que si no bajaba el nivel de violencia del final, no iban a tener más remedio que calificarla con la tan temida X. Sí, hoy con el Easy Riders, Raging Bulls del lunes (?) a nadie le asusta una X sino que más bien lo enaltece: tal había sido el caso años antes con Perdidos en la noche (Midnight Cowboy, 1969) de la que ya hablamos largo en estos envíos hace no mucho, pero en el caso de la película de Scorsese que pretendía una escala mayor de estreno, en una de esas acceder a un cine con peor alfombra no era una situación ideal. ¿Qué es eso de la X? Bueno, te lo resumo por si justo te lo perdiste: Hasta bastantes años después del estreno de la película de Scorsese, la MPAA solo tenía dos calificaciones posibles para una película para público adulto: una R de Restricted, que podríamos argentinizar como un “solo apta para mayores de 16 años” y una X, que sería un “prohibida para menores de 18 años con reservas”, históricamente la calificación más alta de nuestro país, sin contar el inexplicablemente llamado “de exhibición condicionada”, pero eso es para otro día. Una X significaba un extraño certificado de defunción, porque había una enorme cantidad de salas que se habían impuesto pasar solo “hasta R” Y si bien las grandes urbes ya para esa época estaban llenas de cines porno que pasaban películas mucho peores, el porno chic ya estaba entrando en decadencia y las piojeras no eran más que piojeras, por más que unos años antes hubiera sido una “salida distinta” para la inteligencia. Y aún así, con todo ese porno dando vueltas, los de la MPAA estaban dispuestos a ponerle una X a Taxi Driver, algo que con el paso de tan solo un par de años se ablandó en el paso de Perdidos en la noche. Un terreno intermedio llegaría recién para los años noventa, con la aparición del NC-17, pero, de nuevo, esa es otra historia. Así que no, no era una idea genial que te metieran una X de calificación por más gallito que fueras. Entonces Scorsese ahí estaba, un poco nervioso con todo el tema. El censor le había explicado muy concretamente que no podía tener la escena donde se vuelan los dedos de un tiro y los muertos con sangre que les sale de la boca si lo que quería era una R y, claro, cines con mejor alfombra. Spielberg sugirió una que otra cosa, pero veía que había dos problemas mayores: el primero, que la escena funcionaba como estaba y el segundo, bueno, es un poco más complejo. Cuenta la leyenda (o bueno, cuenta Tarantino, para qué mentir) que Scorsese por aquel entonces no era el viejito simpático con cejas de Schnauzer: era más parecido a los personajes de sus películas. La cita con Spielberg en la sala de montaje había sido con un Scorsese armado. Sí, puede ser toda una enorme fabricación, pero dejame creerla. Decía— Entre que Spielberg no tenía respuesta para su pregunta y de la MPAA solo volvería una X si no hacía los cortes que el estudio le había dicho que tenía que hacer. ¿Mencioné que además de armado, cuenta la leyenda, que estaba tomando como un legionario normando? Bueno, Marty no tardó en urdir un plan, mirando su pistola: si mataba al ejecutivo que le había dicho a la MPAA que iban a hacer los cortes, todo estaría solucionado. Spielberg se dio cuenta que tenía otra misión esa noche: quedarse en vela hasta que se le pasara el estado etílico homicida a Scorsese. Y eso hizo. En el correr de la noche, a Scorsese se le ocurrió una solución: desaturar el color de la sangre dos puntos. Eso iba a hacer que fuera menos brillante e, incluso quedando todo tal cual, menos presente. Y así fue como, con ese simple truco de laboratorio, Taxi Driver se estrenó con una R y con todos los implicados vivos. Sí, puede que no sea del todo creíble, pero bueh. Te dije que había — La segunda, cuenta la leyenda, sucedió durante el rodaje de la película, cuando a Spielberg se le ocurrió pasar a visitar. Coincidió en su visita con la de Bernard Herrmann, el compositor de la banda sonora. Sí, Taxi Driver también es famosa por haber sido el último trabajo de Herrmann antes de morir. En el rodaje, Spielberg lo faneó a Herrmann, hablándole de lo mucho que lo admiraba y llegó a decirle que si él la música del cine en su conjunto no sería la misma. Herrmann se limitó a escuchar y, con una sonrisa en el rostro solo le respondió: “Y aún así para hacer las bandas sonoras de tus películas lo llamás a John Williams” También es hermosa, quién sabe si es cierta. Lo que sí es dato duro es que Herrmann terminó de grabar la banda sonora de la película, volvió al hotel en el que se estaba quedando, se durmió y nunca se despertó. Tenía 64 años. Como siempre con estas cosas, solo nos queda pensar cómo hubiera sido alguna de las películas que Spielberg filmó después del 76, no sé, Encuentros cercanos del tercer tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977) con música de Herrmann: inquietante por lo menos. |