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230 – Una (pequeña) anomalía

Publicado el 29 de octubre de 2024

Viste que por acá no hablamos mucho de novedades, y después hace como tres meses que venimos hablando de ellas. Bueno, qué querés que te diga, mi mente a veces funciona así, que va y viene.

Lejos estoy de justificar mi accionar (o cualquier accionar), pero quizás tenga que ver con lo que este newsletter predica desde hace más de ¡cuatro años! que es: la cinefilia es un recorrido que va y viene, que pendula entre una cosa y otra, que encuentra en ciertos lugares ciertas cosas un tiempo, se corre, vuelve y así, casi como el deambular de un borracho después de una noche larga.

“Bueh, se justificó”

*Suspira* Qué querés que te diga hermano. Lo cierto es que hace un tiempo vi Las tres hijas (His Three Daughters, 2023) de Azazel Jacobs—



— y he vuelto a pensar en ella más veces de las que hubiera vuelto bajo condiciones normales de presión y temperatura.

Porque ya sabrás si leés esto hace ¡cuatro años! o así que a mi la cosa altmaniana medio que no convoca. No me parece que Altman sea malo ni que tenga que quemarse su cine en una hoguera, simplemente no es para mí.

Sí, podríamos forzar el altmaniano y decir cassavetiano y que me cambie la cara como a la señora del meme, pero igualmente, las películas de neoyorquinos traumados en departamentos demasiado chiquitos nunca fueron lo mío.

Pero qué importa lo que yo opino, si el cine no se vio deslumbrado no una sino varias veces con este tipo de películas, siendo la última —o por lo menos de la que tenga memoria— la época del mumblecore.

Y quizás si esto fuera dicho y no leído, me escucharías decir eso con el tono con el que podría decir “la época de la peste negra”

Pero, como ningún pibe nace cryptobro, quizás sea prudente poner el mumblecore en su lugar de importancia cinematográfica porque, gustos aparte, la tuvo. Como ya creo que hablé del mumblecore antes, y aprovechando los ¡cuatro años! de estos envíos y por eso de que el público se renueva me voy a autocitar:

El mumblecore era (o es, nidea si sigue tan vivo) un movimiento que “tomaba prestado” mucho del cine independiente norteamericano de los primeros sesenta (de Cassavetes, para ser más preciso) con un gran porcentaje de improvisación, de actuaciones naturalistas y de “dramas humanos” que en general le pasaban a personajes alienados que vivían en grandes ciudades.

Y charlaban. Charlaban sin parar. De ahí el nombre: mumble, del inglés balbucear.

Fin de la autocita.

“Este robo no tiene límites”

Claro que del mumblecore, además de literalmente docenas de películas iguales salieron algunas otras un poco distintas, y nombres que al día de hoy nos hacen levantar una ceja o dos, como los hermanos Duplass, Andrew Bujalski y Adam Wingard por un lado y Greta Gerwig o Joe Swanberg por el otro.

Te imaginarás que para alguien vio las de los sesenta y setenta, que vivió las de los noventa y después el mumblecore, la idea de una película donde tres hermanas disímiles esperan en un departamento neoyorquino que el padre estire la pata está más cerca de traerme shock postraumático que otra cosa.

¿Y sabés que no? ¿Sabés que es un lindo ejercicio? Ejercicio bien entendido, no bajándole el precio como los que dicen “un director de oficio”

Porque Jacobs tiene la filmografía suficiente con los suficientes traumas, Nueva Yorks y departamentos como para que lo que, a proiri, podría sonar a “teatro filmado” se convierta en una película independiente como “las de antes”, de esas que íbamos a ver al Lorca en los noventa en un reestreno, quizás en blanco y negro, no por la época sino por lo acotado del presupuesto o que de, no correr con esa suerte, alquilábamos en Liberarte, siempre tentados de llevarnos los tres VHS de Fidel Castro habla de la deuda externa.

N. de R: Sí, en Liberarte se alquilaban discursos de Fidel Castro en VHS. No, no sé dónde habrá quedado ese archivo demente y único.

Pero volvamos al presente que nos ocupa—

Sí, quizás Las tres hijas no sea el tipo de material que tocamos acá ni con un chorro de soda, para eso hay razones de las buenas y sobradas, pero a la vez, en los tiempos que corren sí se convierte en esa anomalía que andamos buscando por acá todo el tiempo.

No, no te lo voy a dar con final abierto y misterioso: te lo voy a explicar.

En una época (esta) donde a diferencia de otra (aquella) en la que había una película de estas por hora, en la que este tipo de películas de “neuróticos en departamentos medio chiquitos de la ciudad de Nueva York” se repetían creyendo que estaban haciendo algo distinto al vecino y terminaban hasta siendo una parodia de ellas mismas, del vecino y de todo el barrio, hoy por hoy, en épocas donde el cine parece estar yendo a un lugar donde “la reflexión”, “el silencio”, “la contemplación” o como lo quieras llamar es una mala palabra, reflexionar, estar calladx o contemplar parecen un acto de resistencia a la altura de poner efectos especiales prácticos y monstruos llenos de sangre en una película.

Sí, Las tres hijas, a como está el patio, es una película más parecida a La sustancia (The Substance, 2024) de Coralie Fargeat o Las habitaciones rojas (Les chambres Rouges, 2023) de Pascal Plante que a “otra hija de Altman, ya son tantas que voy a llenar este tupper de Colombraro de los grandes con solo estas películas”

Es todo tan extraño, la distopía es tal que una película de tres mujeres, como dijimos antes, prácticamente “haciendo una obra de teatro” en una locación y dos o tres exteriores es un acto revolucionario inusitado.

Pero, siempre hay un pero, quizás sea el momento de preguntarse sobre la viabilidad de este tipo de producto porque, en el fondo, no deja de ser algo que se paga con el valor de un día de cátering de Venom, y con actrices que traccionan espectadores (y “producen ejecutivamente”, lo cual no hacen pensar que hicieron la película más porque la querían hacer que como modo de vida y supervivencia de la más básica, a cambio del llamado a veces con crueldad vanity title), con el único fin de terminar comprado para ser puesto en la calesita de un streaming.

También la podemos pensar, si vemos su recorrido (se estrenó en Toronto el año pasado, la compró Netflix, al año se programó en poquitas salas (allá) a principios del septiembre siguiente y una semana después ya estaba en la ene roja), en la idea del prestigio, de cómo los streamings muchas veces producen (en menor medidas) o compran (en mayor medida) estas anomalías (puedo pensar en Mank (2020) de David Fincher, en la reconstrucción de The Other Side of the Wind (2018) de Orson Welles, o incluso en las dos extrañas para la media películas de Jeremy Saulnier Hold the Dark (2018) y la más reciente Rebel Ridge (2024) por solo poner ejemplos de esta cadena sola) para quedar en el lado del prestigio, no queda claro si por un approach comercial de “no todos los huevos en la misma canasta” o, como hacía Claudio Villaruel en Telefé, que producía Televisión por la inclusión y subía en los Martín Fierro a hablar de la cultura cuando había sido uno de los compositores de Marta, soy el número uno.

Sí, a veces los ejemplos pueden ser crudos, pero la letra con sangre entra (?) Te dejo este espacio para que lo reflexiones.

Sea cual sea la razón, que entre “tirar tiros a todos lados” y “quedar bien” nos pinta un horizonte bastante tristón, pero que estas anomalías existan y, como cuando hay una buena de terror dando vueltas que quizás no vio tanta gente y la comentamos acá o acá, vale la pena señalarla como tal y festejarla.

Sí, es medio trágico que algo se arregle porque sí, sin que nadie haya usado su conocimiento y decir “Dejalo así que funciona”, pero son los tiempos que nos tocaron.

Sí, la otra mitad de la tragedia se completa con que esta película se haya tenido que hacer y estrenar en un festival prestigioso para que un streaming, que podría pagarla entera con menos de lo que se daba gastar en agua para una de sus oficinas, recién ahí la compre.

¿No viste Las tres hijas? Bueno, quizás sea un lindo viaje a ese cine pequeño, traumado, neurótico y neoyorkino que ¿no existe más? A por ella.

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