Llegó la época preferida del año de este newsletter cinéfilo: la spooky season o temporada de sustos. Bueno, o por lo menos, la mía. En años anteriores ya hablé de Halloween como una festividad cinéfila que nos brinda alegría, sin pedirnos demasiado (cocinar, comprar regalos, etcétera). Cubrí en esos textos mi desdén hacia aquellos que se quejan de que es una fiesta extranjera y que no es parte de nuestras tradiciones, blablabla. Hay que ser mala onda para no querer que la gente festeje lo que se le cante. Y como se le cante. Pidiéndole golosinas a vecinos desprevenidos, poniéndose una máscara de Jason o un disfraz de lo-que-sea-sexy; en fin, la interpretación de la fiesta debería ser lo que te haga feliz. En mi caso y vamos a suponer que en el tuyo, juzgando por tu suscripción a este newsletter, Halloween se festeja viendo películas de terror. Ahora que la temporada de sustos se convirtió en una herramienta de marketing, las plataformas de streaming te ofrecen las películas de sus catálogos empaquetadas en combos especiales de Halloween. Que, en realidad, no tienen mucho de especiales, porque son lo mismo que ya tenían, solo que llevado a un primer plano en la aplicación para llamar la atención. Después de haber escrito sobre algunas de mis películas de terror preferidas y sobre un descubrimiento de los años setenta, esta vez se me ocurrió que sería divertido armar un breve programa para Halloween, acorde a los valores de Míralos MorVIP. Suena a campaña política, pero, en serio, la idea es compartir algunos títulos que no sean obvios y, definitivamente, que no sean los que te ofrecen las plataformas, porque esos ya los tenés ahí a mano. Programar cine es una actividad complicada y fascinante. Claro que acá cuento con una ventaja enorme con respecto a programar en el mundo real (un festival, una sala): no tengo casi condicionamientos de ningún tipo, en especial, no tengo que ceñirme a un presupuesto que nunca alcanza para los títulos que querés (conseguir la película es un problema que te lo dejo a vos). Los condicionamientos, en todo caso, tienen que ver con la ilusión de que estas propuestas te resulten valiosas. Lo que no quiere decir que las películas te vayan a gustar; solo que te parezca que valió la pena verlas. La idea es que el programa tenga cierta coherencia, en contenido y estructura, como para que lo veas completo durante la noche de Halloween. Obvio que podés ver las películas sueltas y cuando quieras, pero el juego del programa funciona mejor así. Ahí se empiezan a revelar las dificultades de esta tarea. No solo tengo que pensar en lo que me interesa a mí y a mi espectador modelo, que sos vos, alguien de quien solo sé que se suscribió a Míralos MorVIP (lo cual, diría Calo, habla de tu buen gusto). También tengo que pensar en cómo las películas se conectan entre sí y en qué orden irían mejor, si la idea es verlas seguidas. En este recorte, me propongo una primera condición: nada de clásicos. No tengo nada en contra de los clásicos; amo los clásicos. Pero, ¿qué valor tendría que te diga que veas El exorcista (The Exorcist, 1973, de William Friedkin) o El enigma de otro mundo (The Thing, 1982, de John Carpenter)? Si es necesario, te lo digo: miralas. Listo. Encontrar películas que puedan ser atractivas y ser lo más original posible, en este mundo en el que la información circula a gran velocidad y con un lector/espectador del otro lado que se interesa por evadir las obviedades, es casi una tarea imposible. Así que tomé una decisión que voy a defender y después vos me dirás, o le dirás al CEO Míralos MorVIP cuando pidas mi dimisión, si te resultó una buena experiencia o no. La decisión es que las películas que te voy a recomendar estarán lejos de ser perfectas. No van a ser lo mejor que viste en tu vida; pero mi compromiso es que van a ser algo distinto que los clásicos y lo que te ofrecen las plataformas. Te van a sorprender, te van a dar bronca o te van a gustar; y es muy probable que te generen mil preguntas, entre ellas, qué es y que no es una película de terror. ¿Qué te parece? No me contestes, ya no hay vuelta atrás. Este es el riesgo de la programación; solo queda exponerse al aplauso o al abucheo. Para empezar este pequeño programa de Halloween 2024, vamos con una película del año pasado: Booger (2023), de Mary Dauterman. ![]() El título de la película, que puede traducirse como “moco”, es el nombre de un gato adoptado por las amigas Anna e Izzy. Tras la muerte de Izzy, Booger muerde a Anna, quien sale a buscarlo por el barrio, mientras empieza a notar ciertas transformaciones extrañas en su cuerpo. No es la premisa lo más interesante de Booger, sino su tratamiento en cuanto a tono y cómo se ubica dentro del cine de terror. Porque Dauterman toma como punto de partida el body horror y temáticamente se mantiene dentro de un tópico clásico del género, como es el duelo. Pero en vez de seguir un camino tradicional, la directora y guionista ubica estos elementos dentro de una película que comienza como una comedia de terror y termina siendo un drama bastante conmovedor. La transformación de Anna es una metáfora bastante obvia del proceso emocional por el que pasa tras la muerte de Izzy, pero Dauterman no le esquiva al clima de terror, ni a las escenas asquerosas, humildes en cuanto a efectos visuales, pero aun así efectivas. Lo que me resultó muy curioso de Booger es que parece un acercamiento mumblecore al terror. Habiendo dicho esto, podrás adivinar que la película tiene un ritmo tranquilo, no es terrorífica y que seguro no es apta para los que se quejan de que La bruja (The VVitch, 2015, de Robert Eggers) no asusta. Booger tampoco los va a asustar, está claro que esa no es su intención, pero valdrá la pena para un espectador atento y que tiene ganas de ver por qué otros caminos puede ir el terror. Con este mumblecore de terror, la noche de Halloween empieza lenta. Para la segunda película, hay que ir con algo un poco más fuerte. Acá no voy a ser tan original, por lo menos no en lo que respecta a mi propio trabajo. Porque voy a elegir una película que vengo militando desde que se estrenó en la Argentina, en 2017. Tal vez ya la nombré antes en este newsletter; si es así, te pido disculpas. Pero no voy a parar hasta escuchar a alguien que no sea yo misma hablar de En presencia del diablo (Goksung / The Wailing, 2016, Corea del Sur), de Na Hong-jin. ![]() El cine de terror coreano se caracteriza por ser elástico con los límites del género, mezclándose con otros. El drama familiar, por ejemplo, está casi siempre contenido dentro de las películas de terror de Corea del Sur. Si lo pensás, The Host (Gwoemul, 2006, Corea del Sur) es una película de un monstruo, una comedia y una alegoría ecologista, pero también un drama familiar. Más allá de las características propias del cine de Bong joon-ho, esta mezcla tiene que ver con la cultura y el cine de su país y En presencia del diablo es un ejemplo en el que esa combinación resulta poderosa. La película escrita y dirigida por Na Hong-jin empieza como un thriller y tiene como protagonista a un policía, que debe investigar una serie de muertes por una enfermedad desconocida. Pronto comienzan las sospechas de que un japonés recién llegado al pueblo es un espíritu maligno que trajo consigo esa enfermedad. Poco a poco, lo que empezó como un misterio que se buscaba desentrañar dentro del marco de lo “real”, se convierte en una lucha contra el mal, en un sentido sobrenatural. En presencia del diablo va del thriller al terror ancestral y de la comedia a la tragedia, sin problemas. La ambición de su narración tiene correlato en su estética, con un uso del color fascinante y encuadres impactantes. Si la ves después de Booger, el shock va a ser mayor aún, pero lo que las dos no tienen en común en términos estéticos, sí lo tienen en esa búsqueda de un tono propio dentro del género (algo que la película coreana, hay que decirlo, logra mejor que la norteamericana). Una de las cosas que más me llamaron la atención de En presencia del diablo es como representa distintas ideas religiosas y le da una vuelta de tuerca original a un tipo de historia que vimos mil veces. Lo estrictamente local se vuelve universal, como suele suceder, pero renovado, dándole trascendencia a la película, que te queda grabada en el cerebro. Un problema que tiene En presencia del diablo para programarla es que es un poco larga, algo más de dos horas y media, lo cual complica un poco el fluir de la programación. Y es un film potente, que no te deja indiferente. De todas maneras, nada que no pase con un recreo, una bebida y un snack de tu preferencia. Porque lo que sigue es bastante demencial, aunque menos “serio” que la segunda película del programa. Llegó el momento de preguntarte: “¿por qué carajo le hice caso a este mina?”. Llegó la hora de ver The Baby (1973, EE.UU.), de Ted Post. ![]() Cuando me enteré de esta película, me dio una curiosidad tremenda. La premisa sonaba a algo que solo podes calificar de bizarro y que, al final, te aburre y no tiene mucho sentido ver. Sin embargo, cuando hablaron de ella en un podcast que me gusta mucho, Pure Cinema Podcast, sospeché que podía haber algo más, aunque no sabía qué. Creo que tampoco lo sé ahora. La experiencia de ver The Baby me obligó a preguntarme todo el tiempo por qué la seguía viendo y qué más podía esperar. Su efecto era algo así como hipnótico. Entre los personajes extraños, las actuaciones en un tono melodramático rarísimo y escenas difíciles de ver, había algo que me mantenía atenta entre tanta incomodidad. Te cuento un poco de qué se trata The Baby, para que estés alertado y sepas que no es una recomendación, sino más bien una propuesta por si tenés ganas de ver algo inquietante y un ridículo por momentos, pero que tiene interés en su extrañeza. Una asistente social tiene como paciente a un hombre de ventiún años cuyo desarrollo madurativo está incompleto y se comporta como un bebé, durmiendo en una cuna, llorando y gateando. Así lo tratan su madre y sus dos hermanas, de las cuales decir que son siniestras es poco. La asistente social sospecha que Baby, como lo llaman, no tiene ninguna condición que no lo permita desarrollarse, sino que su estado es el resultado del trato abusivo por parte de su familia. Por supuesto que el creciente interés de la asistente por Baby se convierte en una amenaza para la madre y las hermanas, que viven del subsidio por discapacidad del hombre-niño. Entonces comienza una batalla, primero más sutil y luego declarada, por el cuidado de Baby. No te quiero contar más, claro. Si llegas hasta el final, apuesto a que no te vas a olvidar más de esta película (para bien o para mal). Su calificación como película de terror entraría dentro del subgénero del terror psicológico y, aunque al principio haya algo gracioso en toda la situación y en las hermanas, lo siniestro va ganando terreno y para el final el horror es innegable. Es una rareza que esta película haya sido dirigida por Ted Post, un realizador muy prolífico en televisión y quien tiene en su haber largometrajes como el western La marca de la horca (Hang’em High, 1967, EE.UU.); Bajo el planeta de los simios (Beneath the Planet of the Apes, 1970, EE.UU.); y Magnum 44 (Magnum Force, 1973, EE.UU.), la segunda película de Harry el sucio. Este director de películas tan masculinas es un extranjero en la narrativa de cuatro mujeres que se disputan el cuidado de un hombre. Eso tiene sus ventajas y desventajas, claras en el film. Desde mi punto de vista, los personajes femeninos horribles me parece que enriquecen al cine, aunque los de esta película son un poco mucho y cuando llega el final es francamente deprimente. Lo que quiero dejar en claro es que ver esta película es una experiencia poco agradable, aunque interesante. Mientras la miraba me reí y me enojé con la película, pero quería seguir viendo. Una parte en la que utilizan material documental de chicos discapacitados me parece nefasta e innecesaria. Por otro lado, tengo que reconocer que nunca había visto algo parecido y eso tiene su valor. No me resulta fácil decidir qué pienso sobre la película, lo cual no sucede tan seguido. Espero que a vos también te confunda. Y deseo, desde el fondo de mi corazón de calabaza de Halloween, que disfrutes de este breve programa ecléctico, cuyo leit motiv es el cuestionamiento de los límites del terror como género y el reaseguro de que el cine todavía tiene sorpresas para nosotros. Aunque el objetivo central de este texto y las películas es más simple: que te diviertas. ¡Feliz temporada de sustos! |