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225 – Una no del todo creyente

Publicado el 9 de mayo de 2024

La verdad que, como casi siempre, no entiendo cómo llegamos hasta acá sin hablar más en profundidad de este señor. Un señor con el que estuve (y estoy) obsesionado hace años.

“Silvio Soldán”

No, pero ahora que me lo decís, casi casi.

“No sé si quiero seguir arriesgando”

Solo por la elección de Pantone en el cabello en sus últimos años de vida.

“Bob Evans”

Y estarías bien rumbeado de colorimetría, pero no del tema de hoy.

Larry Cohen.

“Hasta que lo dijiste”

Para los que no vieron una foto de Larry en sus últimos años, les dejo una:



Sí, la coincidencia de carmela con Silvio es notable. A diferencia de Silvio, Cohen era uno de los mejores guionistas de la historia y, a diferencia de otros que la gente se la pasa nombrando, quizás no tuvo el hype ni el amor que otros tuvieron.

Y eso no es porque sus ideas fueran peores (más bien todo lo contrario), sino porque a Larry (porque acá con su obra estamos en confianza) le gustaba divertirse cuando trabajaba.

Viste cómo es la crítica con los géneros y más con los géneros cuando tienen, en el fondo, un poquito de sentido del humor. El cine tiene que ser un velorio siempre o las estrellas o los laurelitos o los clarincitos o las poronguitas que estén en ese momento no abundan.

“¿Pero vos qué pensas de la crítica?”

Tendría que pasar mucho tiempo elaborando una respuesta. Y estoy acá para hablar (un poco) de Larry Cohen y (mucho) de una de sus películas.

Porque si bien hablé de él contando una de mis avivadas favoritas de su carrera, cuando vendió los guiones de Enlace mortal (Phone Booth, 2002) y Celular (Cellular, 2004) con pocos (casi) meses de diferencia, nunca profundicé en su carrera y su genio.

Y quizás, solo quizás, esto me lleve a hacer varias entregas (no seguidas, no le vamos a dar “el tratamiento Hitchcock”, o no por ahora) de varias de sus películas.

La de hoy está, por decirlo de alguna manera, a mediados de su carrera, así que podríamos empezar por el principio y seguir hasta ahí.
Cohen nació Lawrence George Cohen en Nueva York en 1936, en seno de la familia judía, por si quedaba alguna duda.

De chico tenía un apetito voraz por todo lo que fueran cosas proyectadas en una sala oscura. Y no agarró un mal momento para tenerlo. Su niñez y adolescencia coincidió con la aparición, como síntoma de la gran depresión, el miedo a la televisión y varios cucos más que tuvo el cine, de los dobles programas.

Así es como el pequeño Larry vio, de a pares, cientos de películas de ciencia ficción y terror que fueron moldeando su gusto y su imaginación.

No tardó mucho hasta que, ya un poco crecido y recibido de una carrera de cine, empezó a trabajar en la televisión, más precisamente en la cadena NBC.

En la cadena Cohen empezó produciendo, aprendiendo y siguió con la escritura. Pocos años después era autor de múltiples guiones para televisión y logró vender su primera idea. Una serie que quizás te suene de algún lado: Los invasores (1967-1968).

No, no estoy acá para hablar de series de televisión, porque por si hiciera falta aclararlo después de más de doscientos envíos, este es un newsletter de cine, pero quizás esto sirva para hacer un comentario de eso que se escucha tanto y que dan ganas de morir cada vez que uno lo hace: Los invasores duró dos años, y vino como coletazo de lo que ya había pasado más de un lustro antes con la mejor época de La dimensión desconocida (1959-1964)… te diría que si escuchás a alguien sentenciar “la época de oro de la series” le tires estos dos títulos por la cabeza, pero volvamos por el amor de Jehová—

Siguió en la tele algunos años, escribiendo cosas propias y ajenas, como capítulos de Columbo (1968-1978), o El fugitivo (1963-1967) y pasó a las películas. Porque la televisión; en aquel entonces y si me permitís la opinión y no información, hasta el día de hoy; siempre fue un medio menor.

Empezó con el western El regreso de los siete (Return of the Magnificent Seven, 1966) de Burt Kennedy, una secuela de la bastante mejor Siete hombres y un destino (The Magnificent Seven, 1960) de John Sturges y rápidamente consiguió trabajo no solo como guionista sino como director.

Y así fue como llegó la delirante Bone (1972), con Yaphet Kotto que si no la viste corré también y dos blaxploitation producidas por American International Pictures (cuándo no) y con Fred Williamson de protagonista: Black Caesar y Hell Up in Harlem, ambas 1973, porque así estaba el mercado.

Después de lo rendidoras que habían sido las anteriores, consiguió un poco más de dinero (pero solo un poco) para hacer la película que le iba a cambiar la vida El monstruo está vivo (It’s Alive, 1974)

Y acá vos seguramente pienses—

“Claro, vino a hablar de la película del bebé asesino”

— y a pesar de que ardo en deseos de hablar (y seguramente algún día lo haga) de hablar de la saga de It’s Alive, dueña del mejor tagline de la historia del cine…

“There’s only one thing wrong with the Davis’ baby: It’s Alive” (“Solo hay una cosa mala con el bebé de los Davies: Está vivo”)

… vengo en realidad a hablar de la película que Cohen hizo ensanguchada entre la primera y la segunda, de la que quizás no escuchaste hablar (tanto).

Sí, podés poner plata y ganás si pensás que hablo de God Told Me To (1976), una película, de más está decirlo pero si andás medio distraídx, que jamás se estrenó en nuestro país, máxime teniendo en cuenta el año en que fue hecha.



God Told Me To agarra a Cohen en la cresta de la ola de las películas de ese tipo: El monstruo está vivo había sido un éxito de ciertas proporciones y las productores, no te voy a decir “se pusieron fila para financiarlo” pero casi casi.

Uno de estos productores era Edgar Scherick, que tuvo una relación al menos extraña con la película.

Scherick, que venía de producir muchas películas para televisión que terminaban ganando Emmys, y por esto quizás demasiado prestigioso para la faena en la que se iba a meter, decidió hacer casi a ciegas un all in con el próximo proyecto de Cohen, facilitándole medio “hacer lo que quisiera”

Y ahí, justamente ahí, es cuando empezaron los problemas, porque si bien El monstruo está vivo podría categorizarse como una película de terror rendidora que “tiene mensaje”, lo que Cohen tenía pensado con God Told Me To no estaba dentro de ningún manual.

¿No la viste? Bueno, sería un gran momento que lo hagas, máxime habiendo copias preciosas para disfrutarla por ahí. Te dejo música de espera, por cualquier cosa.

Bueno, ahora que estamos todxs en la misma página voy a tener que hacer una breve sinopsis, para lxs que siguen leyendo: un loco con rifle mata a más de una docena de personas desde una torre. Cuando un policía va a atraparlo, se tira al vacío, diciéndole que “Dios lo obligó” a hacerlo. El policía es muy creyente. Y eso va a ser importante. Otros actos igual de casuales ocurren y en todos los casos no va que lo culpan a dios. El policía va a tratar de encontrar la respuesta al enigma, que va a ser más complicada de lo que pensamos.

Y si no la viste y solo leíste, estarás pensando “Qué tiene de distinta con otros productos de varios años antes o los que se harían casi al mismo tiempo como Míralos morir de Bogdanovich o Taxi Driver de Scorsese”

Y no te vayas a olvidar de Tormenta arrolladora de John Flynn.

“Nunca”

La principal diferencia que existía (y sigue existiendo, por eso God Told Me To es un animal tan particular) es que la película de Cohen tenía un componente sobrenatural. No era dios, era otra cosa, si querés que simplifiquemos todo al máximo, pero basándose en esa idea del lobo solitario que había existido y seguiría existiendo en el cine por varios años más. La pluralidad de lobos solitarios, conforme pasaba la trama en este caso, también la volvía más impredecible.

Hace un ratito hablábamos de Edgar Scherick, que cuando vio el primer corte pidió que lo sacaran de los títulos. Que un productor se vaya de un proyecto no ayuda mucho a venderla, pero eso iba a venir después.

El primero en irse a los pocos días de rodaje fue Robert Forster (para los más jóvenes, “el de Jackie Brown”, para los más viejos un actor exploitation de los más queridos) que no estaba de acuerdo con la forma gritona que tenía Cohen en el set. Aparentemente amigablemente, se fue a los pocos días y el protagónico fue tomado por el enorme Tony Lo Bianco.

No todos se iban a ir porque querían. Otros porque la vida así lo dispuso. Cuenta la leyenda que Bernard Herrmann entregó la banda sonora de Taxi Driver y murió a los pocos días. La que iba a hacer a continuación era la de God Told Me To. Es por eso que ambas películas tienen una dedicatoria en su memoria.

Y acá fue cuando Cohen la tuvo más difícil, porque venía de trabajar con Herrmann en El monstruo está vivo y quería repetir. En su lugar pensó en otro clásico: Miklós Rózsa, el compositor de las bandas sonoras de Quo Vadis (1951), Ben Hur (1959), o Rey de Reyes (King of Kings, 1961). Te imaginarás que este bagaje encima el húngaro declinó la propuesta con una humorada, diciéndole a Cohen que “dios le dijo que no lo haga”

Cohen salió a buscar un reemplazo para el que no pudo y para el que no quiso hacerla. terminó con Frank Cordell, un orquestador medio easy listening de la época que tuvo su período de música para películas. La banda sonora completa es bastante inhallable, a excepción de locos que bajaron la música de las ediciones en DVD de la película.

A eso sumale un rodaje sin permiso por las calles de Nueva York, con baleados falsos que la gente creía reales y varias alegrías más que nos dio desde siempre el cine de los setenta.

Y todavía faltaba el estreno. la película fue tomada, como casi toda oveja descarriada de la época, por New World Pictures de los hermanos Corman, que tenían una necesidad muy grande tener una película por mes para “hacer caminar el monstruo”

La crítica, para cuando se estrenó la hizo mierda, como no podía ser de otra manera, y los espectadores tampoco ayudaron.

La película tuvo una extraña sobrevida con el título Demon, puesta en doble programa con películas más nuevas de los años siguientes. Cohen terminó alimentando esos dobles programas que tanto lo habían marcado de chico y siguió con una idea que le iba a traer buenos dividendos: la secuela de El monstruo está vivo, llamada El monstruo vuelve a nacer (It Lives Again, 1978).

Pero el tiempo hizo que los melones del carro de God Told Me To se acomodaran, hoy citada en múltiples listas entre las mejores películas de terror jamás hechas. Cuenta la leyenda que mientras estaba dando una charla en un festival francés un joven le preguntó a Cohen si lo dejaba hacer una remake de la película, algo que Cohen aceptó entre risas. El joven era Gaspar Noé. Por suerte no tuvimos que ver esa película, o por lo menos todavía.

Quedará para otro día la saga del bebé de los Davis, y quizás también un lindo recordatorio de cómo Q, la serpiente alada (Q, 1982) es más madre de Perros de la calle (Reservoir Dogs, 1992) de Tarantino incluso más que Cty on Fire (1987) de Ringo Lam, pero viste lo tirano que es el tiempo en estos envíos.
Dejame acá abajo si querés que sigMENTIRA, VOY A SEGUIR IGUAL.

¿Cuándo? Solo dios sabe y ya viste cómo se pone si viste la película que nos ocupó hoy.

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