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220 – Mueve la la risa y mueve al espanto

Publicado el 4 de abril de 2024

No sé si lo notaste, pero este es el envío 220.

“Como los volts”

O watts, no me acuerdo.

“No, yo tampoco”

Bueno, el tema es que quiero hacer un chiste con el número.

“Vas a hablar de Shocker de Wes Craven”

No hubiera sido mala, pero voy a sumar los envíos de los martes.

“Ya la complicaste”

Sí, capaz que tiene tanta explicación que el chiste resulta choto. O capaz que es que el otro día me reí con la rima de El Doctor que dice “Infancia, truchos y trenes / Ricos estupefacientes” que capaz se te pasa porque o, no escuchar al Doctor o quedaste obnubilado por la otra en la misma canción que dice “Ni Macri ni Kirchner / Ni Steven ni Spielberg”

Sí, fue muy largo este fin de semana.

El punto es que 220 envió de este lado y 200 del otro lado de la reja da 420 y me acordé de una vez que siendo muy joven investigando diossabequé fui al Museo del Cine que estaba todavía sobre Sarmiento ¿tres sedes atrás? y pedí los sobres de varias películas con títulos sugerentes: Marihuana (1950) de León Klimovsky, Humo de Marihuana (1968) de Lucas Demare, Los viciosos (1962) y Los drogadictos (1969) de Enrique Carreras e Insaurralde, un archivista de por aquel entonces levantó la mirada y me preguntó: “¿Estás escribiendo algo sobre alcaloides?”

Y me reí recordando eso como escuchando la rima del Doctor te dije por qué no.

Pero no vamos a hablar de cualquier película de alcaloides, vamos a hablar de la piedra basal del terror a la droga en el cine porque estamos viviendo en unos tiempos tan extraños que en cualquier momento van para atrás con el divorcio porque “mata a la familia”

La película, por si hiciera falta aclarar, es Reefer Madness (1936) de Louis J. Gasnier.



Gasnier venía de dirigir varias películas para la Paramount con Carlos Gardel, buena parte de la filmografía del astro ¿rioplatense? es su obra.

Pero eso es lo menos importante, porque quizás sea el momento de explicar antes—

“Ay, no sabía”

— una cosa y es por qué, efectivamente, la marihuana estuvo prohibida en Estados Unidos tanto tiempo.

Vos pensarás “se juntaron unos científicos y dijeron que hacía mal a la salud” y sería razonable, pero con este tema, en realidad, pasó algo bastante parecido a lo que pasó con el código moral de Will Hays, pero con otro señor.

Su nombre era Harry Anslinger, y sus miedos eran muy fáciles de detectar.

Anslinger, en principio, le tenía terror a todo lo que no fuera blanco: llamalo negro, llamalo mexicano, Harry no quería saber nada.

Si bien la marihuana se plantaba y era parte de la economía yanqui durante décadas, tras el final de la Primera Guerra Mundial, los inmigrantes del caribe y los soldados que volvían empezaron a introducir la marihuana en las zonas más pobladas por afro americanos.

¿Estás viendo por dónde viene, no?

Zonas que, por cierto, empezaban a ser económicamente muy prósperas, “poniendo en peligro” la supremacía del hombre blanco.

A eso sumale la revolución mexicana, que trajo una subida en los inmigrantes de ese país que, vamos, estaba tan al lado que a veces la frontera era medio difusa.

Todo esto que pasaba en el sur ponía en peligro el rígido sistema que los hombres blancos querían para su país.

Y a esto le tenemos que sumar el jazz, que empezaba a aparecer en todos lados, y a Anslinger tampoco le gustaba porque, en sus palabras: “Los negros atraen e nuestras mujeres con el jazz y la marihuana”

Poniendo en palabras, el segundo mayor terror del cine de Olmedo y Porcel (siendo el primero “que te cojan”): “que te cojan a tu mujer”

Sí, puede sonar infantil, pero esa es la razón por la que la marihuana estuvo prohibida en Estados Unidos por casi cien años. Una suerte de “impuesto al cheque”, “una joda que quedó”, o como le quieras poner.

No, esta no es una entrega apologista, no creo que Míralos Morir deba ser “la puerta de entrada” a nada (o sí: a abrir tus horizontes cinéfilos), me estoy riendo mientras escribo esto.

Pero vamos de una vez con la película, porque la verdad que es preciosa.

Para lxs que nunca la vieron, y para lxs que nunca la van a ver porque esto del exploitation lxs divierte, pero no como para hacer el esfuerzo, la película empieza con una placa que habla de “el verdadero enemigo público número uno” y después nos cuenta la historia del hombre que fuma, atropella a alguien con el auto y lo mata, le pega un tiro accidentalmente a una chica y la mata, golpea a un hombre con un palo mientras otros drogadictos como el se ríen histéricos y lo mata y, finalmente, abre una ventana y se mata.

Porque, claro, esta droga mata.

Pero Reefer Madness no se quedaba ahí, porque terminaba con alguien que nos explicaba el cuento por si no lo habíamos entendido. Aparecía un “director de escuela” que instaba a los padres: “Tenemos que trabajar incansablemente para que nuestros hijos estén obligados a saber la verdad, porque es con el conocimiento que podemos protegerlos. Si fallamos, la próxima tragedia puede ser la de su hija. O su hijo. O la suya. O la suya” y terminaba señalando al medio de la pantalla “O a la suya”

Lo cierto es que la película, que era de 1936, no podría haber caído en un mejor momento: todavía estaba dando vueltas por cines de mala alfombra para cuando el gobierno puso el primer paso en la prohibición que fue cargar a la marihuana de impuestos y la convirtió en un tema de conversación nacional.

Y, como todos sabemos, si pasa a ser uno “de los grandes temas”, pasa a ser oportunidad para el cine de explotación. Porque, en palabras del maestro del género David F. Friedman:

“La esencia del cine de explotación era cualquier cosa que estuviera prohibida: mestizaje, aborto, maternidad sin matrimonio, enfermedades venéreas. Podrías vender los siete pecados capitales y agregarle doce más. Cualquier tema era presa fácil siempre y cuando estuviera contado con el peor gusto posible”

Cómo no amarlo, ¿no?

Pero ¿de dónde salió esta obra maestra y cómo llegó hasta nuestros días?

Bueno, ahí también hay una historia entretenida.

Porque Reefer Madness o The Burning Question o Dope Addict o Doped Youth o Love Madness no tuvo ninguno de esos títulos (ni esa intención) que después tuvo en un principio.

Empezó como el esfuerzo (cuándo no) de un grupo cristiano que quería una película para pasar en su circuito. Se llamó Tell Your Children, y fue posible vía un productor de nombre George Hirliman.
Hirliman estaba casado con una actriz de la época y produjo varios policiales B que resultaron vehículos para su carrera.

Pero claro que Hirliman en el fondo no fue tan importante. Simplemente alguien con el conocimiento que acercó a esta grupo cristiano “al cine”

Dijimos antes que la película es de 1936 y que surfeó la ola del impuesto a la marihuana y su subsiguiente prohibición.

Y eso no fue por el estreno (limitado, en el ámbito escolar cristiano) de la película en ese año sino por la aparición de otro genio de la explotación en escena.

Hace su entrada Dwain Esper.

Esper, que ya debemos haber hablado de él, pero por las dudas: para el momento donde este hombre del bien entra a cuadro, ya había producido gemas de títulos tan llamativos como Narcotic (1933), Sex Maniac (1934), Modern Motherhood (1934), Marihuana (1936) o How to Undress in Front of Your Husband (1937).

Sí, ya te podés hacer a la idea.

Esper compró la película de los cristianos, le agregó “cosas picantes” (para la época, más vale) y salió por los pueblos a predicar su palabra.

El resultado fue el ¿reestreno? en 1938 de esta versión. La versión que sí surfeó la ola, porque lo que Esper hizo fue ver el diario y ver que esa rotisería ya estaba abierta para comprar la comida ya hecha.

Y caramba que Esper fue “más allá”: esos cuatro títulos que puse más arriba eran porque la película se llamó distinto dependiendo del territorio al que iba, haciéndola “siempre nueva”, incluso cuando ya la habías visto capaz.

Reefer Madness, o el título con el que la hayas agarrado en sala en caso de estar parado en el tiempo y lugar correctos, estuvo de gira más de una década, hasta que en 1950 fue comprada a Esper por otro explotador, incluso de más baja calaña de nombre Albert Dezel que la llevó por el circuito de circos trashumantes durante gran parte de esa década.

Y todavía no habían llegado los verdaderos fumones.

Porque para finales de los años setenta, con la escena de las Midnight Movies y el Nuevo Cine Americano y todo eso, el circuito universitario desenterró una copia y se la empezó a pasar al público que debería haber tenido en un principio: gente que había consumido el narcótico justo antes de entrar a verla.

Reefer Madness se convirtió en la quintaesencia de la “película de culto”, con adaptaciones musicales en teatro y cine (como la versión de 2005 para televisión) y hasta una versión coloreada irónicamente (con humos de colores y demás cotillón) que quizás sea más lógica si la película es sobre otra droga de la que, seguramente, hablaremos en otro momento.

Reefer Madness fue aprobada para su preservación por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos—

Y nosotros seguimos (y seguiremos, por lo que se ve) sin Cinemateca.

—y actualmente se encuentra en dominio público, así que si la buscás por ahí ni siquiera estás cometiendo un delito.

No sé qué estás esperando para entrar en este vicio (?)

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