Bueno, esto va a empezar con un flashback algo personal, pero supongo que tampoco te va a espantar. Corría el año ¿2004? y por alguna razón había empezado a prestarle especial atención al cine asiático. Bueh, “por alguna razón” no: el J-Horror, esas películas donde mujeres pálidas con pelos larguísimos reclamaban cosas desde el más allá (más menos, había variaciones, pero medio que ahí andaba) había explotado un par de años antes y renovado el género de horror “occidental” que, como vimos en incontables ocasiones anteriores, venía: o muy estancado o muy explícito con el comienzo del torture porn. Sí, lo nombro tanto que un día vamos a tener que hablar de él. No será hoy, a pesar de que la película que nos convoca es, no le saquemos el culo a la jeringa, bastante perversilla. En ese buscar sin parar de películas japonesas, uno empezaba a ponerse permeable a otros “cines de latitudes” que vinieran del “lejano oriente”. Así fue como aparecieron algunas chinas rendidoras, descubrí que Tailandia tenía lo suyo, lo mismo que Indonesia y trataba de entender de qué país venía cada una descifrando si eso que estaba en el poster —que no podía entender de ninguna manera, pero podía inferir el género por los colores o lo que se veía en la imagen— eran ideogramas chinos, japoneses o coreanos. “Ahí lo nombraste” Estás atentx, me copa. Eran época de los foros de Asiateam —que creo que al día de hoy me siguen mandando saludos por mi cumpleaños, o por lo menos hace un par de años era así—, que tenían una bizarra —y rapidísima, teniendo en cuenta fechas de estreno— cantidad de links de Emule, que merecería un capítulo aparte y probablemente algún día lo tenga. Pero solo para titular: Emule era, en plena época de conexiones más o menos rápidas y una internet de colaboración que estaba empezando a aparecer, lo más parecido a un acto de fe. Estaba el link, lo ponías a bajar y te ibas. En algún momento del día, de la semana, del mes, del año, volvías a mirar qué había pasado y, o estaba bajado y para ver o iba a por el 3%. ¿Formas de saber? Ninguna. Solo creer que ese hecho mágico iba a pasar. Emule no enseñó a todos a desarrollar algún tipo de esperanza en algo que no se podía explicar racionalmente pero que eventualmente daba algún tipo de buen resultado a la larga. ¿Cristianismo, alguien? “Pero ya había torrents en esa época” Llevan verdad tus palabras, pero los sitios de aquel momento —salvo ese oasis de películas asiáticas cuyo nombre no recuerdo, pero que eran los nazis de la sopa de Seinfeld pero con el ratio— no tenían tanto material “de aquel lado”. La otra salida elegante era el Parque Rivadavia, donde gente que se ve que le funcionaba mejor el Emule vendía copias en Divx —y Xvid cuando la cosa se puso mejor de compresión— en CD-R simples y dobles, dependiendo de la duración. Para lxs que no hayan vivido esta época, si una película estaba cerca o pasaba las dos horas, venía en dos discos, para no atentar contra la calidad de compresión. Sí, era un dolor de huevos supino levantarse a cambiar el disco en el aparato de DVD que leía Divx —una inversión necesaria por aquel entonces—, pero era lo más moderno que había. “Pero se podía poner una placa de video en la PC y…” Eso si tenías la PC cerca de la tele, que muchas veces no era el caso. Lo cierto es que en uno de esos revoleos —sinceramente, no recuerdo si de Emule, de Parque Rivadavia o de dónde, una película terminó en un CDR en mi poder. Había leído alguna que otra cosa e incluso con ese poco que había leído había un consenso de que era “la próxima gran cosa.” Y “la próxima gran cosa” por aquel entonces era un montón. No era una época de hype desmedido. Si había hype era por algo. “Dejá de hacer hype vos, hermano. No aguanto más de la ansiedad” Oldboy (Oldeuboi, 2003). La película era Oldboy de Park Chan-Wook. “Me volvió el alma al cuerpo” Me alegro mucho. Recuerdo haber tenido el CDR ahí arrumbado un tiempo y, una noche que mi novia de aquel entonces salía a la noche —o trabajaba en un rodaje, algunas cosas son medio un blur— decidí darle una oportunidad en mi tele Philips de 28 y pantalla plana, la aliada del cinéfilo de por aquel entonces. Decir que fue una experiencia transformadora se puede llegar a quedar chico. Oldboy me arruinó la cabeza por un tiempo. Tanto que tuve que verla de nuevo ni bien terminó, como me pasó con el disco de Kendrick que salió el viernes, tratando de entender qué era todo eso que se me había presentado delante. Que el planteo general, que el martillo, que el pasillo, que el reveal final. Todo en Oldboy estaba hecho para destruirte. Naturalmente, y como cualquiera que esté en esto de la cinefilia con un dejo de seriedad,. terminaron estos dos visionados y me puse a investigar más sobre este ser de luz (?) llamado Park Chan-Wook. Descubrí que tenía cuatro películas anteriores, las que encaré —via Asiateam y paciencia, como expliqué antes— en una serie de links de Emule que en un momento se les dio por bajar. Así fue como fui de atrás hacia adelante —me gusta ver la evolución al revés, que la historia me juzgue— con las geniales Sympathy for Mr Vengeance (Boksuneun naui geot, 2002) y Joint Security Area (Gongdong gyeongbi guyeok JSA, 2000) de pocos años anteriores. También me aventuré con la episódica Three… Extremes (Sam gang 2, 2004), donde Park aportaba un segmento junto con Fruit Chan y Takashi Miike y descubrí que preparaba para el año siguiente Lady Vengeance (Chinjeolhan geumjassi, 2005), la película que, después íbamos a saber, cerraba la “trilogía de la venganza.” Emule —o no recuerdo si para esta altura algún envío de Ed Sullivan en una de sus motos rapidísimas con DVDs en sobres con números y poco más— finalmente llegué a Lady Vengeance al año siguiente. El cine coreano se había transformado en mi pasión. Todo lo que estuviera etiquetado como thriller u horror y viniera de ese país era poncho. Un hecho que, para cuando Parásitos (Gisaengchung, 2019) ganó el Oscar a mejor película, nos agarró como “cero sorpresa, negri” a los que habíamos estado en esta de puros entusiastas. Pero no estoy acá para decir que la vi antes, porque verla antes no tiene ningún valor si lxs demás no la vieron. Lo único que tiene valor de eso es, si viste algo antes y te partió la cabeza, que la evangelices con quien puedas y tengas a mano, cosa de que se haga más grande la bola de nieve. No sé ni para qué explico esto casi todas las semanas, supongo que me parece crucial: la cinefilia no es para canutxs: es para compartir lo más que se pueda y que todxs lleguen a las películas que nos deslumbraron y se deslumbren también. Pero no estaba acá para bajar línea tampoco: estaba acá para hablar de Oldboy y de por qué, a casi veinte años de su estreno, sigue siendo una película enorme. Peeeero, a veces, contar como uno llegó a A o B puede servir para conectar un contexto histórico, una forma de llegar a esas cosas y capaz terminamos descubriendo que nuestros mecanismos de arribar a lugares son más parecidos que otra cosa. “Pero estás acá para hablar de Oldboy” Gracias por llevarme por el buen camino. Si nunca la viste —no es ninguna vergüenza, puede pasar por edad, porque justo no te cruzó, o porque lo que sea— te diría que vayas, la veas y vuelvas. Acá te vamos a estar esperando. Dejo música de espera para lxs que ya la vieron. Bueno, ahora que estamos en la misma página: Empecemos por el sinopsismo, porque seguro que lxs que dijeron que se iban a verla nos mintieron y siguieron leyendo: tras quince años de cautiverio sin ninguna explicación en una cárcel que parece un cuarto de hotel, un hombre es liberado y sale a buscar venganza, con la psiquis destruida y no sabiendo muy bien para dónde disparar. Oldboy, es justo decirlo, es una “adaptación de comic” del bien, basada en un manga de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi. “Pero vos dijiste que las las adaptaciones de comic…” Chito la boca. Pero, para entender como Park Chan-Wook llegó a Oldboy, quizás lo mejor sea hablar un poco de su vida. Estudió filosofía, pero empezó a interesarse en la estética y sobre todo en el cine. Armó un cineclub en su universidad y decidió que quería hacer películas después de ver por primera vez Vértigo (1959) de Alfred Hitchcock. “Ah, la vara alta” Verdad que sí. Empezó a colaborar en medios especializados, escribiendo de películas y de ahí saltó a la asistencia de dirección y luego a sus propias películas. Las dos primeras (The Moon Is… The Sun’s Dream de 1992 y Trio de 1997) no funcionaron muy bien. Fue recién en JSA que fue un éxito de taquilla descomunal que logró que le diran libertad creativa para la próxima, Sympathy for Mr. Vengeance, que nombré más arriba. Sin saberlo, estaba inaugurando la llamada “trilogía de la venganza” que tenía como objetivo terminar contando lo inútil de la misma, y de cómo terminaba arruinando la vida de todos los involucrados. Si solo viste Oldboy, lo sabrás. Si viste las tres, lo sabrás aún más. Pero hay varias cosas más que se salen de su forma narrativa y estética que deberíamos destacar, más específicamente tres. Por empezar, su relación casi perfecta con Edipo rey, la tragedia griega de Sófocles. Si nos concentramos en el macro, vamos a ver que Yocasta medio que podría ser Mi-Do, que no se arranca los ojos, pero sí se corta la lengua, y varias delicias más que incluso dos mil quinientos años después nos dejaron con la boca abierta. También podríamos ver en Oldboy señales inequívocas de film noir o, si nos queremos poner bien específicos, de neo noir. El cine coreano de los últimos tiempos tiene por costumbre tomar cosas occidentales y transformarlas hasta hacerlas propias. Si analizamos los arquetipos del noir, vamos a ver que la película de Park los tiene todos: un protagonista con una moral ambigua, una femme fatale, lluvia y cosas que pasan de noche en una cuidad, flashbacks, voces en off y algo que pasa alrededor de la violencia o de un crimen. Sí, Oldboy es un neo noir. Pero también es algo más. Porque, quizás de todas las cosas que Park hace con Oldboy, la más increíble sea la manipulación que ejerce sobre los espectadores. Porque prepara todo para ese giro final que nadie está esperando, es cierto, pero lo hace casi como un mago que está escondiendo una paloma. Porque hay algo en el ritmo y la rápida sucesión que tiene Oldboy que hace que el espectador no pueda prestar tanta atención al detalle y que ese reveal del final sea, realmente, insospechado. A eso sumale que construye el vínculo amoroso entre Oh Dae-Su y Mi-Do de una manera tan amorosa que queremos que la pareja prospere: sí, haciéndonos cómplices del horror del reveal. “Un sádico” O un gran contador de historias. Quiénes somos nosotros para juzgar. “Ni Barrio chino se animó a tanto” Tú lo has dicho. Pocos años después del estreno, apareció una película de Bollywood llamada Zinda (2006), dirigida por Sanjay Gupta. Y la verdad que se parecía bastante. Lejos de usar la defensa de Critters —más de esto pronto, seguramente— de “te juro que la teníamos escrita de antes”, los abogados coreanos se pusieron a investigar, pero la cosa quedó medio en la nada. La principal preocupación era que, como se habían vendido los derechos de remake a Dreamworks, la cosa se cayera por la desprolijidad. Y ya que tenemos el tema enfrente, no le saquemos el culo a la jeringa: hay una remake yanqui de Oldboy (2013) que, en un principio iba a dirigir Steven Spielberg. Si, cuando leímos eso en el momento, todos pensamos qué podría interesarle de toda esta sordidez a Spielberg, y quizás tuvimos razón porque terminó abandonando el proyecto y cediéndoselo a ¡Spike Lee! que hizo con él una de las peores películas de su carrera, algo que, si sabés en qué alta estima lo tengo, es hasta difícil de distinguir. |