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215 – ¿La película que mató a la era del blockbuster?

Publicado el 29 de febrero de 2024

Se le suele endilgar a una película el problema de todo un movimiento: que La puerta del cielo (Heaven’s Gate, 1980) de Cimino terminó con el New Hollywood, que Waterworld (1995) de Kevin Reynolds no sé qué cosa. La verdad, muchas veces, es bastante más simple.

Las cosas funcionan por un tiempo y luego el público pide otra cosa. ¿Pidió otra cosa justo cuando Cimino estrenó su western larguísimo? ¿Ese mismo día?

No, probablemente lo venía pidiendo de antes, pero fue con esa película que podemos fichar a 1980 como el fin del reinado del auteur yanqui y del llamado New Hollywood.

Interesante, si pensamos que ese mismo año se estrenó Toro salvaje (Raging Bull, 1980) de Scorsese, El resplandor (The Shining, 1980) de Kubrick y Vestida para matar (Dressed to Kill, 1980) de De Palma. ¿Tan muerto no estaba?

No estaba ni vivo ni muerto (ahora que lo pienso, qué mal timing para esta expresión), estaba viendo qué pasaba.

La historia necesita de esos eventos canónicos (como le gusta decir ahora la pibada) para sostener que “desde acá y hasta acá pasó esto”, cuando ya estaba pasando de antes y siguió pasando después.

Lo mismo pasó con el cine que viene inmediatamente después del hecho por el New Hollywood. La llamada era del blockbuster que tuvo películas de hombres aceitados y musculosos, comedias estudiantiles que ahora son puestas bajo la lupa de la corrección política y, por supuesto, high concepts.

Hablamos alguna vez (o veces) del high concept, pero nunca está de más refrescarlo.

Un high concept es una idea de película que se puede explicar en los treinta segundos de un spot publicitario. X tiene este problema que resolver.

Duro de matar, claro. Y se puede adaptar a cualquier setting: Duro de matar en un bondi, Máxima velocidad; Duro de matar en un barco, Alerta máxima y así.

Si bien podríamos definirlo como “una buena idea que se puede repetir hasta la estupidez” quien seteó las normas y mejor lo explotó en la década del high concept fue un productor de nombre Don Simpson.

Simpson, parte del directorio de Paramount y luego, excesos mediante, independiente trabajando para él junto a otro nombre que quizás te suene: Jerry Bruckheimer, moldearon lo que iba a ser el cine de los ochenta y las películas de “premisa”

Juntos hicieron Flashdance (1983), Un detective suelto en Hollywood (Beverly Hills Cop, 1984), Top Gun (1986) y… bueno, vas entendiendo la fórmula.

Para casi finales de los años ochenta, Paramount firma con Simpson y Bruckheimer un contrato impensado de trescientos millones de dólares por seis películas con control creativo total. En números de la época, un cheque en blanco absolutamente demente.

Y acá quizás haya que hacer un pequeño desvío y hablar de Simpson, porque si te divertían las anécdotas del Turco García en esa biografía que sacó hace unos años, te recomendaría que leas High Concept: Don Simpson and the Hollywood Cultures of Excess de Charles Fleming que es un delirio digno del imperio romano.

Sí te lo vendí rebién.

A Simpson le gustaban las fiestas, las mujeres y, sobre todas las cosas, la cocaína. Le gustaba más que meter un éxito de taquilla, y eso que le gustaba mucho. El punto: Antes de asociarse con Bruckheimer y meter esa lista de hits, Simpson trabajaba para Paramount como director de producción.

Su largo hábito y sus desplantes habituales hicieron imposible para el estudio mantenerlo en la planta sin comerse el costo político, así que decidieron que produjera su propio material desde afuera con la esperanza de que le fuera mal y listo, no hay rencores.

Lo que Paramount no esperaba es que el palero y el socio metieran todos esos hits. De ahí que un estudio de décadas le firma un cheque en blanco a uno que en cualquier momento les vendía la tele para ir a ver al transa.

Es muy común analizar ¿qué fue lo que salió mal? cuando se habla de una película así, pero quizás solo haya que empezar por el principio.

Tom Cruise tenía una idea.

Y todos sabemos que cuando un actor tiene una idea, bueno, pasa lo que pasa.

Chistes aparte, Cruise venía de Top Gun, de El color del dinero (1986) de Scorsese… bueno, de Cóctel (Cocktail, 1988) de Roger Donaldson que puso de moda a los barman malabaristas, de Rain Man (1988) de Barry Levinson y de Nacido el 4 de julio (Born on the Fourth of July, 1989) de Oliver Stone, decir que estaba en la cresta de a ola era poco, venía de meter hits y de estar del lado del prestigio al mismo tiempo.

Pero, el hit tira y cuando Simpson y Bruckheimer lo tantearon, les dijo que sabía lo que había que hacer: una película como Top Gun, pero ambientada en el NASCAR.

Cruise había estado obsesionado con las carreras de autos y a los productores les pareció que era una buena idea empezar a gasta la plata de ese “cheque en blanco” que les había dado Paramount en una película que “fuera a lo seguro”

La película, por si hace falta aclarar, era Días de trueno (Days of Thunder, 1990), La puerta del cielo del cine de los ochenta.



Llamaron a Robert Towne, un guionista multipremiado responsable de, entre otras, Bonnie y Clyde (1967) de Arthur Penn, Barrio Chino (Chinatown, 1974) de Roman Polanski, El cielo puede esperar (Heaven Can Wait, 1978) de Warren Beatty (pero acá podríamos decir que vino a romper lo que había construído Elaine May) así que… ¿mencioné la trilogía de El padrino?

Towne, que había empezado su carrera con Corman dijo amar los autos y saber de ellos por haber sido asistente de dirección del propio Corman en The Young Racers (1963) y todo parecía ir bien.

Para repetir el éxito de Top Gun el dúo de productores llamó a Tony Scott, que venía de dirigir la secuela de Un detective suelto en Hollywood.

¿Qué podía salir mal, no?

Bueno, como ya establecimos antes, Simpson era un cabrón, los del estudio eran unos cabrones y Towne, bueno, no se quedaba atrás.

Todo esto que viene ahora son una serie de especulaciones con una sola verdad. Empiezo: se dice que para el momento de empezar el rodaje el guión no estaba terminado, que Towne escribía a la noche y entregaba a la mañana, que Scott no estaba contento con eso y que Towne no estaba contento con Scott porque no era tan “realista” como el… Lo que sí es cierto es que sin terminar el rodaje, Town puso los pies en polvorosa y se fue a trabajar en el guión de Fachada (The Firm, 1993) que iba a terminar produciendo y actuando Tom Cruise, pero bueh.

Un guión que, por cierto, era calcado del de Top Gun, al punto que se podrían trazar los paralelos de personajes sin tener que ser el conspiranoico del meme.

Y acá llega la especulación mayor: cómo había llegado Towne a escribir Días de trueno. Acá hay una especulación más, pero… se dice que Simpson y Bruckheimer le levantaron muerto que tenía por una compra de derechos y que su escritura no fue más que una devolución de favores.

Solo podemos creer. Lo que sí deberíamos saber es que el estudio, incluso con la película pasada de presupuesto y pegada con moco, quería un hit para el verano.

Tanto lo quería, que en una de esas sacó el bizcochuelo antes de tiempo del horno y… el resto es historia.

Ahora tenés a todos diciendo “la película que mató a los ochenta” cuando los ochenta se mataron solos a costo de repetición y high concept.

El duo Simpson Bruckheimer se fue a cuarteles de invierno por un tiempo hasta que revivió casi a mediados de los años noventa con la seguidilla de Dos policías rebeldes (Bad Boys, 1995), Marea roja (Crimson Tide, 1995, que muchos sostienen que tiene el guión doctoreado por Tarantino, pero eso es para otro momento), Mentes peligrosas (Dangerous Minds, 1995, a la que le debemos la fama de Coolio) y La Roca (The Rock, 1996) en poco más de un año.
Lo voy a repetir por si justo andabas distraído: en poco más de un año.

Bruckheimer y Simpson, y sobre todo este último, iban muy rápido, tanto que en enero de 1996, con La Roca todavía en producción murió en su casa de una insuficiencia cardíaca producto de haber tomado tanta cocaína que lo haría merecedor de una plazoleta con su nombre en Medellín.

Fue fino, la verdad.

Bruckheimer siguió con altas y bajas haciendo películas exitosas, pero el ¿inventor? del high concept ya no estaba entre nosotros, pero qué lindo libro que dejó.

Sí, esta es la película en la que Cruise se conoció con Nicole Kidman (en lo que sería su primer gran papel, si no contamos Los bicivoladores (BMX Bandits, 1983), claro y que habría sido una sugerencia de Robert Towne), pero no le agreguemos desgracias.

Puede resultar ridículo, irónico o incluso anecdótico (dependiendo de qué lado decidas ponerte) que lo que “terminó” el cine de los años ochenta (ya citamos más arriba que no es con una película, sino con una sumatoria de cosas) fue lo que hizo “volver a creer en el cine” hace un par de años.
La vuelta de Top Gun refrescó una cartelera llena de superhéroes y cosas hechas con CGI con el valor del cine filmado sin mucho truco.

¿Es volver para atrás? No, viendo donde estábamos parados, sin dudas es ir para adelante.

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