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211 – Un autobombo muy entretenido

Publicado el 1 de febrero de 2024


Como (casi) siempre: “No tengo idea de…” Dónde vivirás, ni si la ciudad de Buenos Aires te quedará cerca, pero tengo una novedad que me llenó el alma de gozo y me pareció que estos envíos eran un buen lugar para anunciarla.

“Vas a ser papá”

Es más probable que sea Papa. No, no viene por ese lado.

Viene por un lado muy hermoso y tiene que ver con una invitación del querido Fernando Martín Peña para hacer una cosa el mes que viene que está acá a la vuelta.

Voy a programar la sala de Malba durante febrero con una programación porque podríamos llamar… ¿ecléctica? compuesta en su totalidad por copias en fílmico de Filmoteca Buenos Aires.

Sí, viniendo de “unx de lxs que descubrieron la copia completa de Metrópolis” la invitación pasa a tener un peso enorme y ser un gran honor.

Peña es, sin sacarle el culo a la jeringa, el role model que todos los que nos dedicamos a esto con mayor o menor seriedad tenemos o deberíamos tener. Una invitación de su lado vale doble, triple, cuádruple o andá a saber el múltiplo.

Las exactitudes —esto es: días y horarios— no las tengo, pero todo eso se develará en un futuro brevísimo en la web de Malba.

Lo que sí tengo es la programación, que al momento de esta escritura tenía el título tentativo de 25 estupendas razones para quedarse en febrero en Buenos Aires y sería difícil de explicar.

Porque haber tenido a disposición el enorme catálogo en fílmico de Filmoteca Buenos Aires es, primero, una gran responsabilidad y, segundo y quizás más realista, una de las cosas más aterradoras que a alguien con un poco de ansiedad le pueden proponer: ¿cómo elegir veinticuatro? ¿Cómo solo veinticuatro?
Es por eso que la selección se podría definir simplemente como “variopinta”, haciendo lo posible por balancear entre las muchas cosas que me hubiera gustado programar (la primera lista era de cerca de cien), las que ya se habían visto mucho y las que no se habían visto tanto.

Se podría decir que es, salvo honrosas excepciones, un catálogo de “rarezas”, de películas con poca proyección en el último tiempo y una hermosa oportunidad para volver a enamorarse del fílmico, del ruido del proyector y de la falla del material como parte de la magia del cine. Ese cine que conocimos así y del que nos enamoramos para siempre, porque cualquier cinéfilo lo puede decir, las películas son la relación más estable que hemos tenido en nuestra vida.
Es por esto que, sin las específicas, te dejo la programación en orden alfabético, que fue el primero que se me ocurrió.

Estos textos, obviamente, van a estar disponibles en la web cuando se anuncie la programación, pero acá tenés la primicia.


Adrenalina, la películas (Adrenaline, 1990) de varios directores
Una extraña colección de cortos de humor negro que tuvieron su estreno comercial en nuestro país en los turbulentos (y por cierto, muy libres) años ochenta. Una fija de los videoclubes de pocos años después, funcionando casi como una rareza que se solía alquilar a repetición. Como toda película episódica, tiene altibajos, pero los altos son tan altos, que los bajos casi que ni se le notan.

Cobra (1985) de George P. Cosmatos
Otra de las ¡tres! películas de Cannon Films de la lista, y una película providencial por muchos costados. Dirigida por George P. Cosmatos es la madre de gran parte de la estética del videoclip de su época y épocas que vinieron después. Mucha de esa modernidad con cierta nostalgia por una época (muchas veces) no vivida que se respira hoy en día sería nada si no hubiera existido Marion Cobretti.

Comiéndose a Raul (Eating Raoul, 1982) de Paul Bartel
Paul Bartel tuvo una filmografía corta pero genial. Cada una de sus películas es una pequeña obra maestra cruel y graciosa. Esta es, quizás, la más representativa de todo el lote y un buen muestrario de sus obsesiones: el amor, los fetiches más extraños, el sadomasoquismo, el canibalismo… ¿o estoy dando demasiadas pistas? Comiéndose a Raúl es, quizás, una de las comedias más geniales de todos los tiempos.

Corazón salvaje (Wild at Heart, 1990) de David Lynch
Un Lynch fronterizo entre el cine que hizo en los ochenta y el que iba a hacer en los noventa. Y, quizás y solo quizás, más cercano a lo que Tarantino iba a terminar haciendo pocos años después. Con una banda sonora de canciones que van del thrash metal a Chris Isaac sin solución de continuidad y un Nicolas Cage que ya en este momento nos quería avisar que era un genio de la actuación y no lo quisimos escuchar. Una película poco recomendable si está dejando de fumar.

Delirio de pasiones (Shock Corridor, 1963) de Sam Fuller
¿Es esta película de Fuller un noir a contrahorario? ¿Es un thriller? ¿Es un comentario social —aún vigente— sobre cómo se trata la salud mental en Estados Unidos y probablemente el mundo? Probablemente sea todo eso y más, siendo que estaría entre las mejores películas de la historia del cine, si los libros de historia fueran más justos. Una película sin la cual La isla siniestra de Scorsese nunca hubiera existido.

Desaparecido en acción 2 (Missing in Action 2, 1985) de Lance Hool
¿Por qué la segunda parte? Bueno, porque como pasa con la mayoría del cine de Chuck Norris, no es vital haber visto la primera para disfrutarla como niños yendo a un videoclub en la década del ochenta. Una de las ¡tres! películas de Cannon Films de esta lista y quizás la más extraña y disfrutable. Sí, es la de secuencia de la rata.

Embrujada (1976) de Armando Bo
Es muy difícil elegir una película favorita del tándem Sarli-Bo, porque en el momento en que uno se decide por un título, le aparecen dos o tres más al instante. Embrujada, para no ser categórico, está en esa lista corta. Y quizás esté ahí no por su pericia ni por su solidez narrativa, sino por el nivel de delirio que es: una mujer insatisfecha que busca un hijo a toda costa termina en manos del Pombero en nuestra mesopotamia. Incluye la inolvidable: “No soy feliz: solo ansío lo que tú no puedes darme”

La fortaleza maldita (The Keep, 1983) de Michael Mann
Porque muchos hablan, justamente, de La puerta del cielo de Cimino, pero pocos hablan de esta, la segunda película de Michael Mann que, probablemente, sea la quintaesencia del terror que muchas veces da (a directores y espectadores) la que viene después de una que fue genial. Mann venía de filmar Mi profesión: ladrón y tuvo todo lo que pidió en esta, y quizás pidió demasiado. Mucho se ha hablado de esta “oveja negra”, de los excesos presupuestarios, de los productores haciéndole cortes y varias cosas más. Es momento de revisitarla.

El francotirador (The Deer Hunter, 1978) de Michael Cimino
Muchas veces se habla de Cimino como “el que terminó con el New Hollywood”, como si eso lo hubiera podido hacer una sola película. Pocas veces se habla del exceso que fue, previo a La puerta del cielo ese movimiento. Muchas veces se habla de Apocalipsis Now de Coppola a la hora de hablar del cine bélico sobre Vietnam. Pocas veces se habla de El francotirador, quizás una de las películas más crudas sobre ese conflicto bélico. Será porque la secuencia de la ruleta rusa sigue siendo difícil de pasar, incluso 45 años después.

Hermanas diabólicas (Sisters, 1972) de Brian De Palma
Quizás una de las películas más “de género” y, se me permite, explotativas de Brian De palma, que para el momento de rodar esta estaba nadando en las turbulentas aguas del cine más experimental que, incluso en esta, se puede sentir un poco por el uso de determinadas trucas visuales que después perfeccionaría en un carrera posterior. Increíblemente, la película que hizo justo antes de Fantasma en el paraíso.

El hombre increíble (The Incredible Shrinking Man, 1957) de Jack Arnold
Hablar bien de Jack Arnold (responsable de Llegaron de otro mundo o El monstruo de la laguna negra) sería una tontería. Discutir su importancia —muchas veces relegada— mucho más. En El hombre increíble Arnold nos despliega un arsenal hermoso de lo mejor que sabía hacer: películas donde la fantasía rebalsaba por todos lados. Una película estupenda para curar a los que preguntan aterrados “¿Es en blanco y negro?”

Homo eroticus supermacho (Homo eroticus, 1971) de Marco Vicario
El “supermacho” del título es un invento de la distribución local, Lo que sucede en la película —un hombre insaciable por una condición médica que lo hace cargar con tres testículos y un montón de problemas— no. Quizás la películas “más famosa” (notar las comillas) en estas tierras del cómico italiano Lando Buzzanca, que era un llamador de los espectadores en algún momento de los años setenta, donde la férrea censura dejaba pasar estas comedias livianas, no sin antes hacerle un montón de cortes.

El horrible Dr. Orloff aka Gritos en la noche (1962) de Jesús Franco
Con Jesús Franco pasa algo similar a lo que pasa con el tándem Sarli-Bo: es imposible poner el dedo sobre una sola. Pero, con una filmografía de más de dos centenas de películas, todos los caminos terminan, a la larga o a la corta, llegando a él: de qué manera y con cuál de todas esas, pasa a ser absolutamente accesorio. En esta, llamada originalmente Gritos en la noche, Franco intenta hacer una reversión de Los ojos sin cara de Georges Franju de una manera muy, pero muy personal y a poco tiempo del estreno de la francesa.

House: la casa del miedo (House, 1985) de Steve Miner
¿Quién no recuerda el afiche de House: la casa del miedo de Steve Miner? Miner, protegido de Sean Cunningham, venía de filmar las segunda y tercera parte de la saga Martes 13 y decidió estar a tono con los cambios en el cine de horror de mediados de los ochenta y hacer una película un poco más graciosa. Solo un poco. Si Creepshow o La hora del espanto son de su agrado, probablemente una dosis de House: la casa del miedo entre en su recetario.

Infierno en el cosmos (Starcrash, 1978) de Luigi Cozzi
Una de las pocas películas del querido Luigi Cozzi con estreno comercial en nuestro país. Y una película —quizás como toda la filmografía del italiano— algo oportunista. Basta con ver el año de estreno y el Star del título para entender de qué estamos hablando. Pero por si justo nos encontramos con un lector distraído: una extraña explotación de La guerra de las galaxias, con interiores mucho más italianos que nos recuerdan a Barbarella, sin el presupuesto ni de Lucas ni de Vadim.

La marca de la pantera (Cat People, 1942) de Jacques Tourneur
¿Es usted devoto de la iglesia de Jacques Tourneur? ¿Está interesado en recibir su palabra? Quizás uno de los directores más geniales del noir, del horror y del cine en general, al que no se le han prendido las suficientes velas nunca. Una película de horror que va despacio, pero que, como si fuéramos ranas en una cacerola, para el momento donde nos damos cuenta dónde nos metimos, ya es demasiado tarde.

Masacre en Nueva York (Rumble in the Bronx, 1995) de Stanley Tong
Una de las películas de transición entre Hong Kong y Estados Unidos de Jackie Chan y una de las más explosivas e inolvidables. La clásica historia de “sapo de otro pozo” de Chan, esta vez casi de turista en Estados Unidos. Dirigida por Stanley Tong, un nombre que debería estar en la lista de directores hongkoneses si no fuera porque su carrera se cruzó con Mr Magoo a mediados de los años noventa.

Ni un paso en falso (52 Pick-Up, 1986) de John Frankenheimer
¿Un neo noir? ¿Un proto Tarantino? Una cosa es cierta: es una película de John Frankenheimer y como tal, debe ser vista. Basada (bastante tempranamente, si tenemos en cuenta su año de rodaje) en una novela de Elmore Leonard y con algunas secuencias que hoy, sinceramente, serían imposibles. Repitan conmigo: cualquier película con Roy Scheider es inherentemente buena.

Pasajeros profesionales (Boxcar Bertha, 1972) de Martin Scorsese
Mucho se dijo (y seguramente se dirá si el mundo es un lugar justo) del aporte invaluable de Roger Corman como “descubridor” de talentos, endilgándosele una lista de nombres notables dando sus primeros pasos tras las cámaras. Uno de esos nombres es el de Martin Scorsese, que en 1972 dirigió esta, su segunda película después de ¿Quién golpea a mi puerta? que podría considerarse más de “arte y ensayo”. Una película relativamente oportunista a la luz del fuego que había encendido Arthur Penn con Bonnie y Clyde unos años antes que aún ardía.

Polyester (1981) de John Waters
La última película del período salvaje de John Waters o la primera de su período más amable. Es imposible de precisar, como es también imposible saber qué es “más amable” en la obra de John Waters. Un melodrama kitsch sobre una madre sufrida, encarnada por la siempre genial Divine y con algunos de los pasos de comedia más geniales de todos los tiempos. Waters da una clase magistral de comedia, mostrándonos que, muchas veces, es más inteligente abrazar a los personajes que reírse de ellos.

Prisionera del destino (My Name is Julia Ross, 1945) de Joseph H. Lewis
La segunda Hitchock honoraria de la lista, una película de serie B que con el paso del tiempo se ganó la A que tendría que haber tenido desde un principio. Una obra maestra del cine de suspenso, con temas que resuenan al día de hoy en el inconsciente colectivo y un lindo secreto para andar recomendado a los cuatro vientos. Dirigida por Joseph H. Lewis, que pocos años después iba a dirigir Vivir para matar, quizás uno de los mejores film noirs jamás filmados.

El rey de Nueva York (King of New York, 1990) de Abel Ferrara
Quizás el Ferrara más “medido” de este período. Uno de los neo noirs de la lista y una película con extrañas conexiones: financiada por Silvio Berlusconi por interpósita persona y con el aval de Donald Trump para filmar en el hotel Plaza a cambio de una foto de Christopher Walken con su por entonces esposa. Escrita por el siempre misterioso Nicholas St John, que dejó de trabajar con el director por oposición moral. Dejando de lado la trivia, el Ferrara medido es un “cualquier otro director” absolutamente desatado.

Tres rostros para el miedo (Peeping Tom, 1960) de Michael Powell
Una de las dos Hitchcock honorarias de la lista, una película británica estrenada el mismo año que Psicosis que llega a muchos de los mismos lugares que la obra maestra de Hitchcock. Un ejercicio voyerista muy particular, que nos enseña tanto de punto de vista como de narrativa y que, tan solo jugando, nos hace preguntarnos si todas esas velas que le prendimos a Blow Up de Anotnioni estaban tan justificadas.

¿Y…dónde está el piloto? (Airplane!, 1980) de Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker
La primera película realmente grande del trío Zucker Abrahams Zuker, que había empezado haciendo teatro de improvisación y llegaron al cine con la extraña y genial “película de viñetas” Locura yanqui. En lo que ni ellos creían que estaban haciendo (se cuenta que mandaban fotos del rodaje a sus familias, porque no les iban a creer), ¿Y… dónde está el piloto? inaugura ese cine satírico y sin mucha cuarta pared que ellos (y solo ellos) pudieron hacer a la perfección. Usando el slogan de una pizzería low cost: siempre imitados, jamás igualados.


Bueno, hice lo que pude. Espero que nos crucemos en alguna función este febrero inminente.

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