No es que quiera empezar esto con una autorreferencia, pero bueh, viste cómo es. Como parte del trabajo que significa hacer estas remeras, paso habitualmente por la Hemeroteca a buscar afiches de películas con la fecha de estreno en mano. Lo que pasa cuando hacés eso es que encontrás lo que estás buscando y descubrís “lo que estaba pasando alrededor” Y muchas veces eso que estaba alrededor no da para una remera— Bueno, viendo como se vota, en una de esas sí, pero no quiero spoilear. — pero sí para tener una conversación por acá. No me acuerdo qué estaba buscando cuando me crucé con el anuncio del diario del día de estreno de Un día de furia (Falling Down, 1993) de Joel Schumacher. Ni tampoco entiendo dónde fue a parar la foto que le saqué, de la que estoy convencido, así que vamos con el afiche yanqui: Como siempre: no sé si tendrás la edad de lxs que lxs que la vieron en el cine, o en video (como es mi caso), o en el cable con subtítulos, o en la tele de aire doblada en una de las mil pasadas que tuvo (me gustaría creer que) por Telefé. Lo cierto es que ya desde la primera vez que la vimos (porque la vimos todxs, vamos) había un tufillo extraño. Recuerdo haberla visto, no sé, a los quince y pensarla casi como una comedia, como si ese personaje no fuera real. Como si un personaje de The Office estuviera en un mundo más cruel y real. Obvio, no había The Office, pero podríamos poner cualquier sitcom y se entendería igual. El punto— “Sí, por favor, el punto” Es que mucho se ha discutido sobre el fascismo, racismo, y todos los ismos que tiene Un día de furia, pero casi siempre se ha llegado a la misma conclusión, siempre cercana a “matar está mal” o la condena de Rusherking a lo que pasó con Lali— Ah, esa no te la esperabas. — y no mucho más. Y no, no vengo acá a iluminarlxs a todxs con este paper, porque no hay nada que me torre más, pero hablemos un ratito de la película. Empecemos por lo básico: la película recontra funcionó. De los veintipico de palos que costó, recaudó casi cien. Pero los números viste que en el fondo no son importantes. O sí, para entender ese promedio “crítica / público” que tratamos de descular cada día de nuestra vida. Un día de furia tuvo, podríamos decir siendo muy amables, un “rodaje accidentado” ya que las semanas de 1992 en las que ocurrió coincidieron con los LA Riots, o “Disturbios de Los Ángeles de 1992”, Rodney King y toda esa mano que, si te gusta el hip hop te la sabés de memoria, o por lo menos deberías. La misma época en la que Body Count sacó su primer disco y tuvo que retirar las copias del mercado porque capaz que Cop Killer era apagar un incendio con nafta. Que Ice-T haya terminado haciendo de policía en La ley y el orden UVE por veinticinco años después habla de puesta en escena más que cualquier libro de Aumont, pero de nuevo, no nos distraigamos. Entendamos que esta película, que a los ojos de ayer podía ser entendida como una “comedia border” y a los de hoy como una “película problemática”, fue filmada en quizás (y hasta el momento de los disturbios de Black Lives Matter hace unos años) en el momento de mayor tensión racial en Estados Unidos desde las Panteras Negras. Y mientras estaba pasando esto, el equipo de rodaje de Schumacher corría las locaciones de un lugar a otro porque “había cortes” y seguía filmando la película del hombre blanco enojado. Sí, puede sonar a una provocación, pero también tenemos que entender que las películas no se hacen de un día para el otro y capaz, en una de esas, el guión de Un día de furia se había escrito el mismo año que se filmó, no sé Los jóvenes defensores (Red Dawn, 1984) de John MIlius y hubiera quedado mejor en épocas más reaganistas. ¿Qué quiero decir con esto? Bueno, que podemos analizar la época y entender por qué esta película existió. Por qué los yanquis votaron dos mandatos seguidos a Reagan y, uno entendería que después de eso se iban a calmar un poco y no, votaron a Bush padre, que nadie sabía de qué trabajaba hasta que le dieron a comandar la CIA y que casualmente estaba en Dallas el día que lo mataron a Kennedy, pero este es un newsletter de cine. Lo que iba a decir era: todo ese reaganismo que tuvo el cine de los ochenta con la llamada Guerra Fría iba a tomar otro cariz durante el gobierno de Bush, cambiando la amenaza exterior y lejana (los comunistas, la cortina de hierro, los rusos, el cine que pasaban en el cine Cosmos (?)) por uno también exterior pero más cercano: “estos extranjeros que vienen acá a robarnos el laburo” Sí, si las balas están sonando cerca es perfectamente lógico, porque si hay algo que tiene la historia (del cine, del mundo, de lo que sea) es que es cíclica y circular. Volvamos— Porque estaba hablando del guión, que está firmado por un tal Ebbe Roe Smith, que seguramente te motive a preguntar— “¿Quién?” Y la verdad que tendrías razón. Porque, al margen de un par de esperpentos para televisión y de algunas actuaciones menores en ese mismo medio, solo escribió esta película. Un loco solitario. Pero nos adelantemos. Seguramente Ebbe Roe Smith, que por supuesto es blanco, vive de los cheques de las repeticiones de su único guión vendido y eso está perfecto. Ya con todas las veces que la pasó ¿Telefé? debería estar hecho. Lo cierto es que a raíz de la revisión (para mal, habitualmente) que suele tener la película, el señor sale del ostracismo y contesta preguntas de medios que se preguntan por Trump. Esto fue lo que dijo hace unos años: “A los que se preguntan por la posición moral del personaje les diría que miren mejor:; ese hombre está enfermo. Tiene problemas reales. No es un héroe.” Bueno, no me hagas adelantar lo que vengo a decir, sigamos un poco con esto… Viste cómo son los yanquis, se preguntan “Por qué terminamos con Trump” y salen a buscar en las películas y no en el vecino. Sí, podríamos hacer un paralelo, y encontrar otros culpables que no son las películas, pero no hagas ir ahí, te lo pido por las nenas. El tema es que también dice que— “Igual pienso que pasan dos cosas en la película. Una es lo mal que estaba, y la otra es que hacía cosas que hacían sentir bien a la gente. Cosas que la gente quería hacer yu no hacía por el riesgo de ponerse en ese lugar peligroso” Bueno, bueno, bueno. Quizás debamos hablar de los problemas que tiene Un día de furia, ¿no? Bueno, tiene un protagonista blanco (conocido como D-Fens por la patente de su auto, encarnado por un Michael Douglas siempre víctima) que trabajó toda su vida en defensa que un día, en el medio de un embotellamiento deja su vehículo en el tráfico y empieza a caminar por la Los Ángeles que encuentra cada vez más extraña y esquiva. Y vos dirás— “Ví mil de estas” — y probablemente tengas razón, pero con quiénes se cruza, quizás, sea menos casual. “La vas a troskear” Puede que si. Y después puede que no. Y al revés. “Me confundí” Acompañame, por favor. En palabras del propio Schumacher en entrevistas de la época, donde ya tuvo que salir a dar explicaciones: “No es un mal tipo, pero está harto” Bueno, Joel, qué decirte. No es una sorpresa enorme teniendo en cuenta que (como ya hablamos de su cine la vez que salí a defenderlo un poco, porque tampoco era para tan poco) sus películas tenían una postura mayormente “moralista”, si se quiere. Pensar en 8 milímetros (8mm, 1999) quizás sea una buena idea. Pensar cómo hubiera sido filmada por Fincher o por Romanek también. Pero volvemos a Un día de furia— La respuesta de la crítica (no tanto del público, pero sí de la crítica) cuando se estrenó estuvo perfectamente dividida: a la mitad le pareció horrible, los otros la pensaron como un entretenimiento (fallido o no) pero se ciñó bastante a un “nosotros” y “ellos” dependiendo de qué lado del pensamiento se encontraran. Varios diarios le hicieron dos críticas (comandando una a favor y otra en contra) de lo confundidos que estaban. Confundidos como estaba Estados Unidos durante el período Reagan-Bush —como se habló hace un instante—, viendo a esta película (los que estaban en contra) el último tiro de la era de ese cine reaccionario que tanta caja había hecho ocho, diez años atrás, y como una película de vigilante más. Establecer ese “nosotros” y el quiénes eran los “ellos” de los que hablaban, bueno, todavía no sucedió. Pero te dije que no era un paper, así que pensemos con quiénes se cruzaba D-Fens en este día tan particular, por más sea casi redundante si tenés vista la película: Con un minimercadista oriental que no le quiere dar cambio, con una pandilla de chicanos que le quiere robar, con un homeless que le demanda que le de dinero, con los empleados de un restaurante de fast food (blancos en su mayoría) que sí, está mayormente poblado por gente de color y minorías… Bueno, eso es lo que nos acordamos. Ahora, que la viste de nuevo: ¿y el hombre negro que está vestido igual que él que protesta fuera del banco porque no le dan un préstamo? ¿y el cruce de miradas que tienen? Y agrego otra: ¿y el nazi que mata cuando cree que D-Fens es igual que él? Bueno, hasta acá el “puede que sí”, porque si esto fuera un paper, acá iría la parte del “es más complejo” Igual, en el fondo, lo que pasa con Un día de furia, al margen de toda la troskeada que me mandé más arriba, es un error de interpretación. Aca viene el “puede que no” Porque la película no es más que otro ejemplo del (a esta altura) subgénero “hombre blanco enojado”, que suele ser un llamado a la mala interpretación. El subgénero de “hombre blanco enojado” o “lobo solitario” o como le quieras decir, generalmente, tiende a contar una historia de un personaje con el que no y repito NO te tenés que identificar: Travis Bickle en Taxi Driver (1976), Tyler Durden en El club de la pelea (Fight Club, 1999), el Joker en Guasón (Joker, 2019) y siguen las firmas ad infinitum. El problema con el subgénero es que no solo “se puede dar a la mala interpretación” como en los ejemplos del párrafo anterior, sino que quizás puede estar hecho adrede, como Walt Kowalski en Gran Torino (2008) de y con Clint Eastwood. ¿Qué pasa cuando un hombre blanco enojado ve estas películas y confunde a los pobres tipos que las protagonizan con role models? Bueno, se ganan elecciones. Perdón por el gag tiempista. Tengo una más: y se decoran barberías. Ya está sigamos— Lo que dice el guionista más arriba, eso de “Ese hombre está enfermo. Tiene problemas reales. No es un héroe” debería, en un mundo más real, aplicar a todas las películas de hombre blanco enojado, lobo solitario o como le quieras llamar. El problema es que viene, como dice Tarantino en su genial Meditaciones de cine, del cine de los ochenta, donde esa idea de “perdedores” del New Hollywood había desaparecido y la gente quería que al protagonista “le fuera bien”. Los noventa hicieron lo contrario justo para la fecha de estreno de Un día de furia, volviendo a levantar a los perdedores y casi que fundando un New New Hollywood y algunas películas quedaron colgando de ese precipicio. Pero dejemos de analizar el pasado y hablemos del presente, con elecciones ganadas y barberías decoradas. Y acá viene el “y al revés” Lo que pasa además en esta maroma es que se pierde el mensaje de la película: los horrores de la guerra, la masculinidad tóxica, la salud mental y se lo cambia por una remera y un “qué capo el chabón” No es casual que en redes la mayoría de los picantes tengan imágenes de este tipo en los avatares, una señal más de la falta de lectoescritura en la que vivimos, donde una película lo suficientemente lineal hace cuarenta o veinte años se vuelve lo contrario con solo el paso de los doblajes y las películas que nunca terminan porque viene la secuela. Y bueh, no te la pude terminar bien. Mejor suerte la próxima vez. |