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179 – Contacto en Argentina

Publicado el 22 de junio de 2023

N de R: nada de lo que se cuenta acá es 100% real. No hay forma de comprobar muchas de las cosas que se dicen y, en muchos casos, se habla en base a supuestos y especulaciones. Pero, como decía Chiche Gelblung: “No dejes que la verdad te arruine una buena historia.”

Poco se sabe de François Chiappé. O lo mejor dicho: lo poco que se sabe es que nación en Córcega en 1920 y que vivió una vida de “aventuras” (en su totalidad cuestionables y aberrantes) y que “tuvo mucha suerte.”

¿Se dedicó al cine Chiappé? Bueno, no directamente. Pero eso viene más adelante.

Cuando todavía era joven, formó parte de la Legión Extranjera francesa y no tardó en engordar la filas del ejército de resistencia contra el ataque de los nazis.

Pero esta bio buena y heroica le iba a durar poco: apenas terminada la guerra, se descubrió que Chiappé era informante de la Gestapo y se lo empezó a rastrear por cielo y tierra.

Recién para 1950 se lo encuentra en el sudeste asiático, muy cerca del llamado “triángulo dorado” que conforman las fronteras de Tailandia, Laos y Myanmar, base por aquel entonces de la fabricación de heroína mundial, mucho antes de que Afganistán agarrara la pelota.

Había algo en eso que se ve que lo había iluminado.

Ya en los años sesenta se lo identifica en el (por entonces) Congo Belga, y se lo sindica con la muerte de su presidente Patrice Lumumba.

Por si no te diste cuenta hasta acá, Chiappé era lo que después se conoció como “mercenario blanco.”

A instancias de la presión mediática mundial, un coronel lo mete preso junto con otros mercenarios después de la extraña muerte de un secretario de las Naciones Unidas, que se ve que había hecho muchas preguntas.

Claro que no tardan en fugarse de la cárcel (algo que deberías guardarte, por que te va venir bien después) y el rastro de Chiappé vuelve a aparecer en Argelia pocos años después como miembro de la OAS u Organización Secreta del Ejército.

La OAS no era otra cosa que un grupo paramilitar que pugnaba por la no independencia de Argelia, cometiendo los atentados más sangrientos que te puedas imaginar.

El gobierno francés, que ya había pedido su captura por “el temita de los nazis” ahora lo condena a muerte.

Viendo que la cosa estaba espesa en Europa, Chiappé decide viajar a América de polizón en un barco. Llega a Montevideo y luego a Buenos Aires.

Ve en nuestro puerto un terreno fértil para un negocio que vio funcionando décadas atrás: el tráfico de heroína desde el triángulo dorado a los Estados Unidos, usando la ciudad porteña de nexo.

Se instala en La Falda, Córdoba y lleva su negocio no sin sobresaltos: termina preso junto con otros “de los argelinos” acusado del robo de varios millones de dólares de la época a una sucursal del Banco Nación.

Finalmente es sobreseído por falta de pruebas: lo único que sabían era que los ladrones hablaban francés. De todas maneras las sospechas sobre Chiappé y el “tráfico de alcaloides” como se lo llamaba en ese momento eran un un poco pesadas y finalmente deciden llevarlo a la cárcel más segura de ese momento: Devoto.

Ingresa en Devoto, donde se encuentra con un montón de presos políticos de la época del Onganiato y con un viejo conocido: Lucien Sartí.

(Sobre Sartí, si querés entrar en un hoyo de investigación interminable, vas a encontrar teorías que lo sindican como el verdadero asesino de JFK, para empezar a hablar.)

Y acá es donde la historia argentina empieza a jugar un papel interesante en esta historia:

Como parte del ascenso al poder de Cámpora en 1973, se pudieron ver películas que venían prohibidas de la época de Tato (no sé, Último tango en Paris (Last Tango in Paris, 1972) de Bertolucci), se devolvió la normalidad a las universidades y se mandó a indultar a los presos políticos.

Y ahí fue, precisamente, que Chiappé y Satié salieron, nadie sabe muy bien cómo, de la cárcel de Devoto como parte del indulto masivo que después se conoció como el “Devotazo” del 25 de mayo de 1973.

Fuentes que no terminan de confirmar nada nunca empiezan a trazar una extraña historia: como parte de los presos políticos que no lo eran que dejaron Devoto ese día estaban Chiappé, Satié, el luego secuestrador célebre y (se supone) cerebro de la Triple A Anibal Gordon.

Entra en el terreno de las especulaciones que, teniendo en cuenta el savoir faire de Chiappé para llevar mercadería ilegal de un lugar a otro, fue parte fundamental de la “primavera armamentista” de la Triple A algunos años después, participando en secuestros extorsivos de la banda de Gordon, que nos llevan incluso al mismísimo Clan Puccio.

Para terminar con el terreno especulativo se dice que Gordon, Satié y el propio Chappié fueron parte de “los argelinos” que, se supone, abrieron fuego (Osinde y López Rega mediante) en la vuelta de Perón al país en 1974, llamada a los postres “La masacre de Ezeiza.”

Chiappé pasó el resto de sus años entre Francia, Estados Unidos y la Argentina, lugares en lo que por alguna extraña alineación cósmica pasó más tiempo libre que preso y logrando indultos incomprensibles.

Murió a causa de una demencia senil en un geriátrico de La Falda, Córdoba en abril de 2009, llevándose a la tumba la confirmación o negación de la mayoría de las cosas que se dicen acá arriba.

Se dice que Chiappé rechazó cuanto ofrecimiento de entrevista tuvo, diciendo que “nadie tenía que escribir su historia”.

No sabía, o no le importaba, que su historia ya había ganado cinco Oscar, incluyendo el de mejor película en 1972.

Contacto en Francia (The French Connection, 1971) es la primera película “grande” que hizo William Friedkin. Venía de dirigir cosas para televisión, documentales y películas chiquitas y la había pegado con la adaptación de la obra de Off Broadway Los muchachos de la banda (The Boys in the Band, 1970) que fue un sleeper hit de ese año.

Su película siguiente era ambiciosa, pero no contaba con un presupuesto enorme. Aún así, Friedkin se las ingenió para filmar uno de los más grandes clásicos de la historia del cine.

En la película, que si no la viste te diría que corras ahora mismo a hacerlo, dos policías que hoy no te pasan un filtro de decencia y corrección política van tras la caza de un narcotraficante francés que siempre se les escapa que se llama Alain Charnier.

Alain Charnier, Phillippe Chiappé.

La película estaba basada en la novela homónima de Robin Moore de 1969. En el libro, los policías investigan a unos neoyorquinos que, parece, están en contactos con unos franceses.

La novela, después adaptada para la pantalla por Ernest Tidyman, centraba toda la acción en Charnier, que por un error de casting fue Fernando Rey.

(Esta historia no tiene nada que ver, pero: Friedkin quería “al actor de Belle de jour (1969) de Buñuel.” El jefe de casting se confundió a Francisco Rabal con Fernando Rey, a quien contrató al instante. Recién cuando llegó el rodaje se dieron cuenta de la confusión y decidieron quedarse con Rey, que terminó componiendo un villano aterrador.)

Se dice que Tidyman rebautizó al personaje de la novela después de leer mucho sobre mafia y narcotráfico francés y encontrarse con el nombre de Chiappé en múltiples ocasiones.

¿Viste que la final era de cine?

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