No tengo idea —sí, esto va a seguir siendo una constante en las aperturas— de cómo te tomas el proceso electoral. Si lo vivís como un Boca – River, si lo vivís como un Boca – Boca, o si simplemente mirás el resultado cuando terminó el partido.
Independientemente de como lo vivas, estos meses suelen ser muy audiovisuales, sobre todo en épocas donde un montón de sobrinos de los candidatos “saben usar la computadora”
Pero no será esta una entrega en homenaje al spot de Walter Wayar, aunque ganas no me falten.
Esta será una entrega sobre una película basada en una novela que tuvo también una remake.
“Está cantado”
Verdad que sí. Pero—
“Ya tenías que poner el pero”
Seguramente sea sobre la original solamente, y de la otra nos ocupemos en otro momento, porque nos lleva a hablar de una gran conspiración.
“La única conspiración que conozco es contra mis nervios cada vez que no decís la película”
¿No estaba cantada? Decila.
“La película es El embajador del miedo (The Manchurian Candidate, 1962) de John Frankenheimer”

o lo podría haber dicho mejor. Pero para poder hablar de ella, vamos a tener que hacer—
“Un poco de historia”
Porque la historia de El embajador del miedo, como era de esperarse, tiene sus bemoles.
Empecemos por la novela, de Richard Condon (sí, el que estaba en la casa de George Reeves el Superman la noche que ¿se suicidó?) quien de por sí ya tenía una historia bastante curiosa.
Había trabajado durante años de escritor publicitario para United Artists, además de ser agente de un par de artistas, pero odiaba el trabajo. Tenía ganas de concentrarse en convertirse en escritor.
Sin que él lo supiera, su jefe del momento Max E. Youngstein le sacaba plata del sueldo hasta llegado el momento de echarlo. Cuando lo hizo, se la devolvió toda junta en una cuenta en México, donde el escritor pudo comprar una casa en la playa y, por consejo de Youngstein, escribir finalmente sus novelas.
La segunda, El candidato de Manchuria fue un éxito de ventas y el propio Youngstein quiso comprarla para United Artists y lo logró sin mucho problema: estaba dedicada a él.
Claro que el resto de los ejecutivos no veía con tan buena cara la idea de la película, y quizás no haya sido del todo errado: en ese momento, Estados Unidos estaba saliendo del Macartismo y de las listas negras, con ese terror de que los comunistas podían aparecer en cualquier momento, con una presidencia de John Fitzgerald Kennedy que llevaba un tercer año de mandato.
El punto es que Kennedy tiene un papel fundamental: cuenta la leyenda que era muy fan de la novela de Condon y que él mismo intercedió ante los ejecutivos de United Artists mandando emisarios para que la película se hiciera.
La dirección cayó en manos de un todavía “venido de la televisión” (una pésima palabra por esos días) John Frankenheimer, que ya había dirigido La celda olvidada (Birdman of Alcatraz, 1961) pero que todavía no se había demostrado como el auteur que resultó con esta y la genial El otro señor Hamilton (Seconds, 1961).
La película, de todas maneras, tenía cierta fe encima: con Frank Sinatra de protagonista, Vivian Leigh recién salida de Psicosis (Psycho, 1960), Laurence Harvey que por entonces era absolutamente popular y Angela Lansbury haciendo un papel que hubiera sido para alguien mucho más grande, pero quiénes somos nosotros para juzgar la lógica de edades de Hollywood.
La película, por si no la viste, es sobre un soldado que vuelve de la guerra con el cerebro lavado y con una sola orden puede ir a matar a un candidato a presidente, pero no te quiero contar más.
Sumándole un poco más de sal a la cosa, la película se estrenó en octubre de 1962, justo coincidiendo con la crisis de los misiles de Cuba.
Sí, una película que se reía de una manera muy retorcida de todo eso y de los comunistas que, quiso el destino, terminó siendo absolutamente coyuntural.
Lejos de que todos dijeran “too soon”, la película fue un éxito absoluto de público y críticas.
Pero hay que eso. Porque existió durante años un rumor que decía que el propio Sinatra había hecho su magia para que película no se pudiera ver después del asesinato de Kennedy. Rumor que fue desmentido por los directores del estudio de aquellos años, aduciendo que la película, para el momento en el que Kennedy le ensució el vestido a Jackie Onassis en Texas, ya había hecho su recorrida por los cines.
Hay otro rumor que sí es cierto, y quizás mucho mejor. Después del asesinato de JFK se vino el asesinato de RFK, o sea de Robert Kennedy, el hermano del otro. Como dijimos antes, el propio JFK intercedió ante el estudio para que la película se haga. ¿Era porque amaba la novela? Puede ser, pero también porque su hermano era amigo de Frankenheimer. Tanto, que estaba con él la noche que lo mataron.
Ah, era medio un Míralos Embrujar al final.
La película tuvo una adaptación —genial, por cierto— El candidato del miedo (The Manchurias Candidate, 2004) del genial Jonathan Demme (qué tiempos aquellos, donde una remake era dirigida por Demme), donde la idea del “lavado de cerebro en manos de los comunistas” hace un foco distinto y en lugar de mirar para allá, para la otredad, sugiere mirar para adentro: sin ir más lejos, el concepto del “candidato manchuriano” es parte de los documentos luego desclasificados del Proyecto MK Ultra del FBI donde agentes sin saberlo eran tratados con ácido lisérgico para determinar su nivel de manipulación.
Es por eso que solo queda hacer la pregunta del millón: ¿sigue esto el jueves que viene? ¿Podríamos convertir a estos envíos por una semana en un newsletter de conspiraciones y hablar del Proyecto MK Ultra? Dejame acá abajo qué te parece y dale a la campanita que me re ayudAHRE.
Pero sí, decime.