La mejor película de todos los tiempos
Remontémonos a los años 80, ciudad de Buenos Aires. Tengo el recuerdo de haber ido a cenar con mi familia a la casa de una tía.
Tengo una edad complicada para mi familia, porque mis primos o son mucho más grandes o mucho más jóvenes. Esto me dejaba en una posición medio chota a la hora de estas cenas familiares y generalmente terminaba o viendo la tele o leyendo un libro.
¿A donde quiero ir con todo esto? A lo que viene ahora: esa noche en la tele (lo recuerdo como canal 13, pero puedo equivocarme. Quizás fue El mundo del espectáculo, pero también le puedo estar pifiando) pasó una película que agarré mínimamente empezada sobre unos señores medio disfrazados que secuestraban un subte y pedían rescate.
Parecía “vieja” para la modernidad de los años ochenta y tenía una música extraña. Tengo el recuerdo de quedar fascinado: daba la sensación de estar viendo una película “para grandes”, aunque también buena parte de los que se programaba en la tele después de las diez de la noche en esa época lo era.
(De más está aclarar que la película no tenía ni tetas, ni sangre, ni una violencia excesiva, ni ningún otro commodity que un chico de mi edad podría haber apreciado como valioso en el momento.)
Corte a años después…
… ver películas en cantidades industriales, etcétera. Empezar a tener un poco de marco teórico. Por alguna extraña razón la película de los que secuestraban el subte cada tanto me volvía pero, todavía sin internet, el dato podía estar en la mente de alguien o en algún libro que habría que barrer con mucho cuidado.
Fines de los noventa, principios de los dos mil. En un DVD club, esa extraña cosa que se había popularizado un poco, que no era un videoclub, pero tampoco era un lugar tan high end como ellos se imaginaban, me topo con una cajita que me llama la atención.
(Es pertinente que recordemos que los DVD club de esa época traían las películas “de interés” (que podríamos definir como “los estrenos”) y casi todo los que se editaba que, por aquel entonces, no era tanto tampoco.)
Doy vuelta la cajita y veo las fotos: la película de los que secuestran el subte. Se llamaba La captura del Pelham 1-2-3 (The Talking of Pelham One Two Three, 1974) era de un tipo que se llamaba Joseph Sargent y, finalmente, me la había vuelto a cruzar de la misma forma casual en la que la había conocido.
Volver a ver una película con marco teórico encima puede ser un arma de doble filo. Con marco teórico o, simplemente, con el paso de los años. Pasa con muchas de las series que disfrutábamos de chicos y vemos de grandes. Algunas cosas mejor dejarlas en el cajón de los recuerdos: te estoy hablando a vos, Brigada A.
Por alguna razón, supongo porque todavía no me había quemado viendo Brigada A, o He-Man o Mazinger de grande, me la llevé fascinado.
Es importante destacar que yo estaba en un rush de ver cine de los 70 que me había vuelto hacía poco, después de abandonarlo por un rato largo tras una larga obsesión con blaxploitation a mediados de los noventa que me dejó un poco aburrido de los wah wahs en las bandas sonoras y los trajes de determinados colores.
Y la verdad que seguía intacta. Y era mucho mejor de lo que la recordaba.
Por si nunca la viste: en la Nueva York de principios de los años setenta, un grupo de hombres armados que se hacen llamar Azul, Verde, Gris y Marrón secuestran un subte y piden un rescate de un millón de dólares para una hora determinada. Pasada esa hora, van a empezar a matar un rehén por minuto.
La película está basada en la novela homónima de John Godey, que fue un éxito editorial de la época y dirigida por Joseph Sargent, un director de televisión que trancisionó al cine, hizo algunas y volvió a la televisión sin mayor conquista.
Bueno, “sin mayor conquista” no, porque dirigió esta. Se ve que la regla de “todo el mundo tiene un gran libro adentro” se cumplió con Sargent en forma de una única película genial en una filmografía larguísima.
Tiene, para estándares de la época un elenco multiestelar: Walter Matthau, Robert Shaw, Martin Balsam, Hector Elizondo, Lee Wallace y Jerry Stiller además de montones de caras con las que nos vamos a cruzar miles de veces si vemos cine de los setenta bastante sostenidamente.
Que suceda en Nueva York y en el subte en esta época no es casual: la ciudad estaba al borde de la bancarrota, los subtes estaban vistos como un peligro y las calles estaban mejor contadas en El vengador anónimo (Death Wish, 1974) que en los musicales e Broadway. Nueva York era áspera y esto podía pasar cualquier día.
Era también la época donde los secuestros de aviones estaban a la orden del día. Trasladar esto a la zona más peligrosa de una de las ciudades más peligrosas del momento parecía lo más lógico.
Claro que de la primera vez que la vi de chico a cuando la vi de semi adulto las cosas cambiaron mucho: noté de dónde se había choreado Tarantino los colores para Perros de la calle (Reservoir Dogs, 1992), terminé de confirmar que las bandas de sonido de los años setenta fueron las mejores que se hicieron en la historia (en este caso del inoxidable David Shire, responsable de esta, La conversación, Monerías diabólicas y hasta Zodíaco, por solo nombrar unas pocas)
Otra cosa que noté de grande fue que la película, por momentos, era prácticamente una comedia. Las escenas entre Walter Mattau y Jerry Stiller y los demás empleados del subte son más para un capítulo de MASH que para un thriller y, contra todos los pronósticos, no quedan fuera de lugar para nada.
La fotografía, con un approach más cercano al Cinema Verité que a la de un tanque del año (cosa que la película fue) ayuda horrores a contar esa cuidad sucia y peligrosa y a hacerte sentir en el vagón.
Hay miles de cosas que se pueden decir y, si no la viste, deberías correr ahora mismo a buscarla.
Y cuando la vayas a buscar, te vas a encontrar con que hay una remake del 2008: Rescate del metro 1 2 3 (The Taking of Pelham 1 2 3, 2009) de Tony Scott.
Este newsletter, por supuesto, le prende velas a Tony Scott todas las veces que puede, pero en esta ocasión no lo va a hacer. No porque la remake con Travolta y Denzel sea pésima, de hecho no es tan mala como podría haber sido dirigida por otro: es que simplemente no tiene la magia de la original.
Si querés hacer el ejercicio completo, miralas en orden y date cuenta por tus propios medios de la diferencia. Si no tenés tiempo para estas boludeces, haceme caso y andá por la de Sargent.
Bueno, eso es casi todo por hoy.
Seguro que te estarás preguntando ¿Por qué la casa de la tía? ¿Por qué la diferencia de edad de los primos? ¿Por qué toda esa intro para hablar de una película de setenta?
Bueno, precisamente, porque eso es la cinefilia también: cosas que nos recuerdan otras cosas.
Hace un par de semanas hablé de la necesidad de conexión de una cosa con otra para entender a las películas y que estas no existen por sí solas.
Y las películas pueden hacer esa conexión de las maneras más extrañas: por dónde las viste, por con quién las viste o por cómo te fascinaron una noche que pensabas perdida.
Probablemente no hubiera recordado nunca la cena en la casa de mi tía si no fuera por La captura del Pelham 1-2-3.
Hubiera sido una noche más pero fue la noche que vi la película que suelo nombrar como favorita cuando me apuran un poco.
Porque nombrar una película favorita es muy difícil, sobre todo cuantas más ves. A medida que vamos apilado cosas en la filmoteca mental, empiezan los problemas de intereses donde estás por nombrar a una y otra te mira desde el costado con carita triste.
Nadie que haya visto muchas películas puede decir cuál es su película favorita. Siempre hay por lo menos seis o siete en danza, que van cambiando a medida que pasa el tiempo, los gustos y demás cotillón.
La captura del Pelham 1-2-3, misteriosamente, casi nunca salió de mi lista… ¿Ya la estás yendo a ver?