Sí, bueno, no hay que ser físico nuclear para saber que voy a hablar de Fritz Lang.
“Qué te costaba decirlo en la intro”
Lo dije en la cita. Volviendo—
Y si bien vamos a hablar de su carrera, de su ocaso hollywodense y alguna cosa más, todo esto está para contar un lío de polleras que terminó de la peor manera.
“Valoro que lo admitas”
Porque historias del cine hay miles y podés hacer los datos, pero también habría que darle a todo un poco de contexto, entonces—
“Vamos a hacer un poco de historia”
Estás en lo cierto.
Friedrich Christian Anton “Fritz” Lang nació en Viena, por entonces parte del Imperio Astro-Húngaro —me siento Fantino diciendo esto— en 1890, hijo de un poderoso constructor y arquitecto de la época y un ama de casa.
Su sólida posición económica le sirvió para pasar una carrera universitaria sin mayores sobresaltos, yendo de ingeniería a arte y tomándose años sabáticos para viajar por Europa “aprendiendo”
Sí, lo que hoy sería un hippie con OSDE.
Para principios de la Primera Guerra Mundial, Lang decide enrolarse como voluntario en el ejército y termina peleando en Rusia y Rumania, donde pierde la visión de su ojo derecho.
Y acá es cuando nos podríamos poner a especular cómo hubieran sido las películas de Lang si los hubiera tenido a los dos, pero quizás sea para otro momento.
Lang solía contar que durante su recuperación fue que le empezaron a aparecer las visiones de lo que luego terminaría filmando, pero Lang, esto lo vamos a comparar más tarde, decía muchas cosas.
Vuelto de la guerra entra de pinche a los estudios Decla —hemos hablado de ellos, junto con los UFA y algunos más como “los progenitores del expresionismo alemán”— escribiendo algunas cosas que se iban produciendo y rápidamente pasa a director.
Y lo hace cuando pasa de Decla a UFA, que es más a menos a finales de la década del diez, fecha por la que también se casa con la que sería su primera esposa, llamada Lisa Rosenthal. Guardate el nombre, porque te va a venir bien en un rato.
Lang hace carrera en la UFA, dirigiendo entre otras la bilogía —ah, esa no te la esperabas, eh— de las arañas formada por Die Spinnen, 1. Teil – Der Goldene See (1919) y Die Spinnen, 2. Teil – Das Brillantenschiff (1920) Mabuse (Dr. Mabuse der Spieler, 1922) la primera de la trilogía de Mabuse —más de esto después—, las dos partes de los Nibelungos Die Nibelungen: Siegfried (1924) y Die Nibelungen: Kriemhilds Rache (1924), pensadas como una película larguísima y finalmente estrenada como dos el mismo año.
Todas estas películas estaban coescritas por una mujer con la que Lang colaboraba asiduamente. Su nombre era Thea von Harbou, era la esposa del actor Rudolf Klein-Rogge, y guarda esos nombres que también te van a venir bien en un rato.
El éxito de las películas de Lang hizo que la UFA pusiera una valija —qué digo una, un depósito de equipaje entero— lleno de guita para la que sería, en 1927, la película por la que todos lo íbamos a recordar.
Hablo, claro, de Metrópolis (1927).
No voy a hablar de Metrópolis, porque merecería por lo menos seis entregas —quizás algún día lo haga, dejame acá abajo en comentarios sí querés quPOR FAVOR— pero diremos lo importante: treinta y seis mil extras, un presupuesto imposible de recuperar y, al momento de su estreno, un fracaso de taquilla.
Sí, lo vimos dos millones de veces en la historia del cine, y casi que podemos marcar cada uno de esos mojones como algo importante en ella. Bueno, suma Metrópolis a la lista.
Con la UFA casi fundida por el esfuerzo, un productor independiente lo contrata para filmar “una película chiquita”, que resultó ser El vanpiro negro (M – Eine Stadt sucht einen Mörder, 1931) película que tuvo una remake hermosa en nuestro país —orgullo catastral— y en algunos más, pero eso último no es nada importante.
Lo que sí es importante es que es la primera película sonora de Lang y citada como “madre” del film noir por varios que les gusta tratar de fechar las cosas que no son más que accidentes felices.
Pero quizás lo más importante —o por lo menos para el cuento que vengo a contar acá— es que iba a ser la última película que Lang iba a filmar en Alemania por mucho, pero mucho tiempo.
Con la llegada al poder de los nazis en 1933, Lang había terminado de filmar El testamento del Dr Mabuse (Das Testament des Dr. Mabuse, 1933) y la película iba a ser el huevo de la serpiente.
El flamante ministerio de propaganda, a cargo de Joseph Goebbels, vio con malos ojos la película de Lang —aduciendo que “iba a dar ideas”, un clásico que llega hasta nuestros días, cambiando la bandería política cada vez— y decidió prohibirla.
Pero solo a la película, porque Lang fue invitado por Goebbels con una propuesta que, con el diario del lunes, el director pudo rechazar.
Hay varias versiones, pero me voy a quedar con la de Lang para hacer el storytelling (?): contó en muchas ocasiones que Goebbels lo citó y le propuso ser el director de la UFA.
Hagamos un breve paréntesis y entendamos qué significaba esto: puesto en términos muy simples, articular gran parte del cine de propaganda que vendría después. Haciéndolo incluso más simple: convertirse en “el director del nazismo.”
Lang declinó la oferta y salió todo lo rápido que pudo de Alemania dejando atrás a su segunda esposa —más de ella después— que, parecía más convencida con lo que decía el Chaplin que no hacía reír a nadie.
Existen dudas sobre si el ofrecimiento existió y si efectivamente Lang le dijo que no al jefe de propaganda de los nazis, lo cierto es que para mediados de año se había ido y para fines de 1933 ya estaba bajo contrato en MGM en la soleada California.
Las películas del período americano de Lang (que son más de veinte) muchas veces son consideradas “menores” por los que aman hacer juicios de valor sin poder filmar un plano derecho.
Una cosa es cierta: El vampiro negor ayudó y mucho para cementar una carrera de director de film noirs a repetición: Mala mujer (Scarlet Street, 1945), Los sobornados (The Big Heat, 1953), Mientras duerme Nueva York (While the City Sleeps, 1956) o Más allá de la duda (Beyond a Reasonable Doubt, 1956).
Claro que no solo hizo de esas: tuvo una serie de películas declaradamente antinazis, formando parte de la Liga Anti Nazi de Hollywood, como La caza del hombre (Man Hunt, 1941), Los verdugos también mueren (Hangmen Also Die!, 1943), Prisioneros del terror (Ministry of Fear, 1944) o A capa y espada (Cloak and Dagger, 1946) y varias cosas más.
Viendo que la cosa en Hollywood no iba del todo bien… Bueno quizás sea momento de aclarar una serie de cosas: Lang era un poquito jodido. Notá la itálica en un poquito.
Y por un poquito digo que: se había traído los vicios del director megalómano de Alemania —se dice que empujó a Peter Lorre por unas escaleras para agregarle dramatismo a una escena durante el rodaje de El vampiro negro— y solo los había subido a once cuando cruzó el charco.
Para mediados de los años cincuenta pocos actores y actrices querían volver a trabajar con él.
Porque le gustaba salir con las esposas de sus productores, entre ellas la actriz Joana Bennett a quien quería iluminar de una manera tan perfecta que el equipo pasaba horas hasta que lograban tirar un plano, y varias delicias más.
Es sabido que Marlene Dietrich era de lengua karateca, pero del único que habló realmente mal en su vida fue de Lang, diciendo “Fritz Lang es el director que más odié.”
Dicho todo esto, y con los nazis ya como parte de la historia, Lang decidió volver a filmar a Alemania las que serían sus últimas películas: La tumba hindú (Das indische Grabmal,1959), El tigre de Eschanpur (Der Tiger von Eschnapur, 1959) y Los mil ojos del Dr Mabuse (Die 1000 Augen des Dr. Mabuse, 1960), que cerraría la trilogía y su carrera.
Si bien su carrera ¿se fue por fade? en 1960, Lang recién murió de un infarto en Los Angeles en 1976.
Sí, si estás atentx sabrás que para el momento donde Lang deja de filmar la escuela francesa de crítica que había revalorizado su obra americana y hasta le había puesto un hombre que quedaría en la historia del cine, estaba en la cresta de ola fundando la nouvelle vague y coso, pero quizás eso sea para otro día.
Porque cuando Lang murió en 1976 se llevó un secreto a la tumba. Él que tanto le gustaba hablar, contar y todo eso, hubo algo que jamás aclaró, y que es parte de una biografía muy minuciosa publicada por primera vez en 1997.
Y acá es momento que tanto estabas esperando: el lío de polleras.
Todo esta olla fue destapada por un libro que se ocupa más de los personal que de los cinematográfico que se llama Fritz Lang: Nature of the Beast, A Biography de Patrick McGilligan, publicada en 1997 y agotada durante muchos años, que tuvo una reedición hace no mucho.
La cosa es más o menos así: genial y maltratador por partes iguales como era, lo hemos dicho en todo este envío, Lang no era la persona más prolija en cuanto a sus relaciones de pareja se refería.
Tendríamos que movernos en la línea temporal al comienzo de los años veinte, un Lang aún genio alemán en proceso, sin idea ni ganas de Hollywood ni nada que se le pareciera.
Casado con su primera esposa, Lisa Rosenthal y colaborado en guiones con Thea von Harbou.
Sí, la itálica es editorial.
Más arriba dije que von Harbou era, además de guionista, la esposa del actor Rudolf Klein-Rogge, y vos no tenés por qué tener el star system alemán de los años veinte a mano: era la esposa de Mabuse.
Lang estaba viviendo un tórrido romance con la esposa de un actor con el que trabajaría muchas veces.
“Esto sí se pone bueno”
No te pongas tan celebratorix, que la cosa se pone oscura en serio.
Según la versión oficial Rosenthal encontró a von Harbou y Lang in flagrante delicto en la oficina del director, fue al baño y se suicidó.
Sí, te dije que se ponía oscura la cosa.
Y más porque según el libro de McGilligan, el hecho no fue tan así.
Cuenta la leyenda —o el libro de McGilligan, para ser más preciso— que tanto el montajista Hans Feld como el director de fotografía Karl Freund tenían otra sospecha: que se había dado un forcejeo con el arma y que Lang había —accidentalmente— matado a Rosenthal.
¿Lo podremos comprobar con todos los “testigos” muertos, incluso para el momento de la edición original del libro? Claro que no.
¿Esto hace que las películas de Lang sean “cuestionables”? Claro que no.
¿Es esta una entrega especulativa, solo con fines de que te hagas preguntas y vayas a ver muchos film noirs? Claro que sí.