Como la semana pasada la cosa fue muy bien recibida, así que me cebé y esta semana voy a hablar de cine europeo.
Pará: no te vayas que no es el cine europeo que pensás. Es peor.
Quedate, ¿querés?
Porque el cine europeo no es todo franceses que piensan en departamentos llenos de libros, o alemanes que sufren en ciudades grises o italianos que cambian en pueblos pintorescos.
Durante años, el cine europeo fue (y me animaría a decir: sigue siendo) una enorme industria de entretenimiento, que muchas veces produce más películas “comerciales” que “de pensar”. Que nos lleguen más las “de pensar” por una cuestión paradójicamente “comercial” es otra cosa.
Porque, acá viene la parte que te digo una verdad de Perogrullo y la flashás una semana: las películas que aplauden de pie durante dos horas en Cannes también son un negocio. Menos millonario que una Rápido y Furioso pero, también, con menos inversión.
Que a una película la aplaudan de pie durante dos horas en Cannes sirve del mismo modo que sirve el teaser poster del trailer de una tipografía sobre un fondo negro que parece que anuncia una nueva saga de un universo que en una de esas conocés.
La única diferencia entre una y otra es la pretensión que se maneje y, quizás solo en algunos casos, la pericia narrativa.
Pero no me quiero ir por las ramas. Tanto.
De los países europeos que producían si parar, uno de los más prolíficos fue Italia, y lo fue una por una multiplicidad de razones, siendo una de ellas que fue la que tuvo que ser menos reconstruida después de la Segunda Guerra Mundial.
Menos, tampoco es que fue un cago de risa. Y que no haya sido un cago de risa también contribuyó en gran parte a su arte en general y a su cine en particular: la posguerra les dio el neorrealismo italiano, y salir del pozo un cine más comercial, adaptando géneros como el western haciéndolos propios con el spaghetti western o creando los propios como el giallo.
Con gran cantidad de estudios que sacaban películas para el mercado europeo a un ritmo sostenido hacía que hubiera una cantidad de directores capaces de dirigir casi cualquier género. Y esto dio como resultado películas de espías, de policías, de vaqueros, del espacio, de terror y de lo que se te ocurra.
De entre todos los directores, uno quizás destacaba. No porque sus primeros esfuerzos fueran muy distintos a los de los demás, sino porque cuando decidió hacer la de él la hizo de verdad.
Se llamaba Lucio Fulci, y al día de hoy es considerado un director menor. Es uno de esos casos, junto con el de Carpenter, que por suerte tuvo un poco de justicia en el último tiempo, que si no se hubieran dedicado al género hoy serían reverenciados mucho más.
No reverenciado por sus primeras películas. No Fulci, por lo menos: hizo comedias alla italiana como Las masajistas (Le massaggiatrici, 1962), Los maníaticos (I maniaci, 1964) o Los embrollones (Gli imbroglioni, 1963), spaghetti westerns como Tiempo de masacre (Le colt cantarono la morte e fu… tempo di massacro, 1966) y varios géneros más hasta que, después de coquetar un poco con el policial fue full giallo al año siguiente de Argento con la que muchos consideran su primera obra maestra: El extraño secreto del bosque de las sombras (Non si sevizia un paperino, 1972).
La película, además de ser solidísima, le trajo más problemas que la fama a Reinaldo Wabeke, el viudo de Adelfa. Porque El extraño secreto… tenía una trama que incluía iglesia y pederastía, algo que en la Italia de esa (y de ninguna, vamos) época era tan bien recibido.
Y Fulci se tuvo que guardar un poco. O por lo menos sus pretensiones de autor hasta que la taquilla le dio una nueva satisfacción. Pero fue recién en 1979, con Noche de pánico (Zombi 2).
Acá viene la parte donde explico que la de Fulci es la que conocemos como Zombie, a secas, en el mercado internacional. Se conoció como Zombie 2 en el italiano porque El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 1978) de George Romero tuve ese título ahí. De ahí que las secuelas también salieron con el número pasado en una cifra.
Y acá viene la parte donde digo: “eso tampoco es ninguna cosa de italianos” porque acá un distribuidor decidió llamar a Evil Dead II (en rigor Dialbólico II) Noche alucinante y a Evil Dead III (en rigor Diabólico III) El ejercito de las tinieblas: Noche alucinante 2. Pero no me voy a distraer, te juro.
Noche de pánico le dio a Fulci el reconocimiento como director de género como para poder ponerse un poco más en autor y empezar la que sería su trilogía más famosa: la de Las puertas del Infierno.
La trilogía empezó con Pánico en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella citta del morti viventi, 1980): tenemos que entender que el cine italiano de género de principios de los ochenta estaba dejando el giallo y la cosa más sobrenatural y estaba abrazando a los zombies y los caníbales, pero iba a ser cosa de un año o dos.
La cosa siguió con la película que nos ocupa y terminó con La casa cercana al cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1980).
La carrera de Fulci, al igual que el interés por el cine italiano de género fue en picada según siguió la década y casi ningún nombre grande sobrevivió muy airoso. Si bien lo más fans podemos tener afecto por Un gato en el cerebro (Un gatto nel cervello, 1990), objetivamente no está tan a la altura de lo que hizo.
Si sos muy detallista, te habrás dedo cuenta que no nombré todavía la película de la que voy hablar. Porque eso viene justamente ahora.
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Una película europea hermosa
El más allá (…E tu vivrai nel terrore! L’aldilà, 1980) es la segunda de la trilogía de Las puertas del Infierno. Probablemente, la mejor película de Fulci y una de las mejores películas de género en general, Italia y el mundo incluidos.
Ya con esto te deberían haber dado ganas de correr a verla. Pero dejame que te cebe un poco más.
No necesario ver la trilogía entera: comparten un cierto mood, pero no una historia que se interconecte ni nada. De hecho, si te dieron ganas de meterte, te conviene ver esta primero, después la tercera y por último la primera.
A diferencia de otras semanas, te voy a contar todo, la hayas visto o no, porque capaz que hay cosas que está bueno que le prestes atención cuando la veas por primera (o séptima, andá a saber) vez y tampoco es que se puede spoilear tanto.
(Si es que el spoiler es un concepto válido, pero eso ya lo hablamos mil veces ya. Volviendo…)
Y si no se puede spoilear tanto es porque el cine italiano de género medio que no tiene ni pies ni cabeza. Las tramas no cierran mucho nunca y lo importante es lo estético y lo sensorial.
¿Asustan, preguntarás? Claro que asustan. Como asusta un presentimiento, una inquietud, algo que nos perturba por algo que no terminamos de tener muy claro.
Sacado esto del medio hago una breve sinopsis: una joven hereda un hotel en el medio de la nada en Louisiana que, descubre por las malas, está construido sobre una de las siete puertas del infierno.
Y ahí empieza el reino mágico de Fulci.
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Porque no importa qué pasa, cómo la trama se va abriendo en distintos actos ni un carajo: porque Fulci contaba con imágenes. Mucho más que Argento, si ya es prudente decirlo.
Hay una fascinación por el color de la sangre, porque pasen cosas de body horror con los ojos más de una vez, por cierta figuras medio zombiescas, por escenas que pasan en sótanos y por una estilización absoluta de la violencia.
Y por encuadrar como la c*ncha de la lora: la primera secuencia, la del pasado, tiene algunos de los encuadres más narrativamente mágicos que te puedas encontrar.
Y hay gore, claro. Largo, inexplicable y absolutamente maravilloso gore. De ese que ahora hay que irse a películas e hace por lo menos veinte años para encontrar. De ese que ya nadie filma más por miedo a que no le pueda vender la película a algún territorio.
Fulci filmaba el gore que si nadie estuviera mirando. Y por eso fue quien fue.
Lo principal que tenés que tener en cuenta, igual, es que entrás o no a su cine. Si entrás, lo vas a amar toda la vida, si no, probablemente no entiendas por qué los que lo amamos lo amamos tanto. Pero supongo que te pasará algo parecido a cuando yo veo a alguien que dice que daría la vida por un equipo de fútbol.
Lo realmente importante es que empecemos a entender a todo el cine como de autor. A ver que Fulci, o Ed Wood o Tsai Ming Liang, todos tienen rasgos que hacen que su obra sea diferenciable de la de los demás. Y que eso es lo que tiene valor, independientemente de la calidad, la forma y la ejecución.
Porque si hay algo que no tiene el cine que nos quieren hacer creer que es bueno de ahora es esa personalidad, esa capacidad casi visceral de demostración de algunos directores de “acá estoy yo y hago esto y aquello”
Cada vez son más las películas que no parecen de nadie. Y que, a diferencia de las de décadas anteriores, tampoco van a parecer de nadie dentro de veinte o treinta años. Valoremos a las pocas que sí parecen ser de alguien, porque detrás de ellas hay un corazón latiendo y una cabeza pensando.
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Y… Eso es todo por esta semana.
Si llegaste hasta acá y no te aburriste en el medio, respondeme “Pastasciutta” en Twitter: esa va a ser nuestra palabra segura de esta semana.
Si recibiste este mensaje reenviado, no querés seguir viviendo así y querés ser parte del club, te podés suscribir , recibirlo vos mismo y reírte de los que se reían de vos por ser un outsider.
Si te quedaron dudas, tenés preguntas que nada que ver, estás indignadx por algo o querés aportar un punto de vista distinto, podés escribirme acá.
Contesto prácticamente todo en el tiempo que voy teniendo. Esto es: más tarde que temprano te va a llegar la respuesta.
A los fines de acelerar un poco las cosas de los dos lados, aclaro: no hago recomendaciones a medida por mail, no sé dónde te podrás bajar tal o cual cosa, no sé qué sitio de torrents es mejor que otro y, sobre todo: si te bloqueé en Twitter, alguna cagada habrás hecho.
Antes de cerrar, acordate que tenés la primera temporada completa de Un invento sin futuro, mi podcast de historia del cine para Infobae acá; que volvió con todo Hoy trasnoche, y que a raíz de la cuarentena sale con un daily ¡como el New York Times! de lunes a lunes mientras haya confinamiento obligatorio (ya se extendió con la extensión de la extensión, valga la redundancia, y puede que se vuelva a extender y valer la redundancia y ya no tengo más ganas de vivir por dios qué rápido que nos quedamos sin capítulos cada vez que grabamos), además de que hay un capítulo regular nuevo mañana y tenés todo el catálogo acá; que también en cualquier momento vuelve Lettera 22 y tenés cuatro temporadas acá (recomiendo escuchar de atrás para adelante) y que hay una ¿única? temporada de Cinefilia ninja acá por si andás con ganas de nerdear un poco más fuerte.
Una vez más: quedate en casa y entretenete lo más que puedas.
Y no: no hay razón por la que esa foto del Santa Fe 1 y 2 deba estar ahí arriba, más que para demostrarnos que a mediados de los 80 una americana con Tom Cruise y una europea de Berlanga estrenada tardísimo por la censura podían vivir en perfecta armonía en uno de los cines más concurridos de la ciudad de Buenos Aires.
Ahora sí: gracias por leer y por el interés. ¡Hasta el jueves que viene!