Okey, capaz en nuestro mundo un poco más, pero difícilmente la publicación de un libro de cine suscite algún tipo que interés masivo de la población.
En nuestro mundo sí, en el mundo capaz no.
Pero con este medio que sí, porque está escrito por un nombre que casi cualquier puede señalar en un mapa.
Y eso, dejame que te diga, no es algo malo para nada.
Sobre todo si ese nombre que casi cualquiera puede señalar en un mapa es el de un cinéfilo nivel dios que, encima, tiene varias películas tirando a muy buenas a su nombre.
Sí, lo de “tirando a muy buenas” fue un chiste, no se ofendan los que tienen la remera.
Hablo, por supuesto de Cinema Speculation de Quentin Tarantino, que salió la semana pasada y, como esto es un apostolado —y me moría de ganas de leerlo— leí en estos días.

Antes de empezar, hagamos una breve confesión. Lo pedí en papel en la preventa, pero andá a saber el tiempo que Book Depository va a tardar en mandarlo, así que decidí, ya habiendo pagado, bajarlo de por ahí y leerlo en el Kindle.
¿Te estoy diciendo que hagas lo mismo? Nidea, problema tuyo.
Y agrego a la confesión anterior una aclaración: no, esta no es una de esas entregas de “Hice tal cosa para que no lo tengas que hacer” porque lo primero que te voy a decir es que corras a leerlo.
Tengo entendido que por ahora está en inglés, pero imagino que por el impacto la versión en castellano —seguramente de España, pero nunca se sabe— debería estar “al caer.”
¿Y qué es Cinema Speculation? Bueno, ahí es dónde las cosa se puede poner un poco más compleja, y quizás debamos irnos al cine de Tarantino para explicarlo un poco mejor.
Porque el bueno de Quentin, sobre todo en sus primeros esfuerzos, trabajaba sobre una idea de estructura que, muchas veces, iba y venía.
“Se llaman flashbacks y flashforwards”
Bien leída esa entrega. Digamos que Tarantino daba, sobre todo en las primeras, a pesar de que todas medio que tienen esa “marca de la bestia”, un carácter anárquico al tiempo lineal.
Y ese carácter anárquico al tiempo en sus películas se lo da a la historia de un período determinado de la historia del cine norteamericano en Cinema Speculation.
Porque, quizás no haga falta que lo aclare, pero valga la aclaración: no, el libro de Tarantino no es “la historia del New Hollywood” sino “su historia del New Hollywood” y eso, precisamente es lo que lo hace tan espectacular.
Para una “historia historia” del New Hollywood siempre estará Easy Riders, Raging Bulls de Peter Biskind, traducido en la versión española como Moteros tranquilos, toros salvajes, un libro que es otra maravilla por otras razones, pero volvamos.
“Su historia del New Hollywood” es justamente la suya, la que él vivió siendo chico, púber y adolescente yendo a ver esas películas en cines de alta, mediana y baja estopa a lo largo de esos años y de cómo esas películas van enganchadas en su mente a esas sensaciones y lugares en las que las vio.
Para los que no puedan vivir sin saber qué hay dentro de la galera del mago, hagamos una breve pasada:
Una intro hermosa con Tarantino contando en primera persona sus aventuras de niño yendo al cine con su madre y novios, recordando a uno en particular(de nombre Reggie) que lo llevó a ver Black Gunn (1972) de Robert Hartford-Davis con Jim Brown y lo hizo amar el blaxploitation.
A continuación entra en una de hablar de películas nombrando otras y haciendo un extraño enganche metiendo en rápida —pero detallada— sucesión a: Bullitt (1968) de Peter Yates, Harry el sucio (Dirty Harry, 1971) de Don Siegel, La violencia está entre nosotros (Deliverance, 1972), La fuga (The Getaway, 1972) de Sam Peckinpah y En contra de la organización (The Outfit, 1973) de John Flynn.
Después viene un capítulo donde valora el trabajo de Kevin Thomas, el histórico crítico del Los Angeles Times.
Después establece la segunda parte del New Hollywood hablando de “las caras nuevas” de aquel momento.
Y a continuación mete otro enganche en rápida y detallada sucesión hablando de Hermanas diabólicas (Sisters, 1973) de Brian De Palma, Daisy Miller (1974) de Peter Bogdanovich y Taxi Driver (1976) de Martin Scorsese.
Y es con esto, y con haber hablado de Hermanas diabólicas antes que se mete con la leyenda de que la historia de Travis Bickle fue ofrecida primero a De Palma y especula —dando un nombre lógico al libro— que hubiera pasado si la hubiera dirigido él.
Y culmina la aventura con otra metralleta de películas que incluye: La taberna del infierno (Paradise Alley, 1978) de Sylvester Stallone, Alcatraz: fuga imposible (Escape from Alcatraz, 1979) de Don Siegel, ¿Dónde está mi hija? (Hardcore, 1979) de Paul Schrader y ¡Carnaval del terror (The Funhouse, 1981) de Tobe Hooper!
A Tarantino le gusta el fetiche del cine que no, no es juntar Funkos en cajas, sino todo lo que rodea a las películas que, muchas veces, son casi tan importante como la presentación principal.
Y también las películas. No algunas: las películas en general. Y su forma casi juguetona de acercarse a ellas es tan sana que dan ganas de abrazarlo.
Porque es la forma en la que todos deberíamos acercarnos: sin prejuicios, ver si te gusta o si no es para vos. No porque venga de tal o cual lado debe necesariamente ser tal cosa, o si efectivamente es así, que termine siendo por la experiencia propia y no el consejo de un tercero.
La cinefilia es un camino solitario, interminable y uno con muchos, pero muchos desvíos, y parte de la magia es que así sea.
Porque, quizás los de mayor edad, nos podemos acordar mejor dónde vimos tal o cual película por dos razones. La primera es obvia, porque hicimos un esfuerzo por ir a verla y no le dimos click a un archivo o miniatura en un streaming. Y la segunda quizás no lo sea tanto: además de verla en muchos casos en el cine, esos cines no eran todos iguales.
Las salas de cine, antes de que se convirtieran en esa excusa para tener un candy bar y una alfombra en Technicolor, tenían “su personalidad”: no era lo mismo ver Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1994) —por seguir hablando de Tarantino ya que estamos— en el Ocean un viernes a la noche como la vi yo, que verla un sábado a la tarde, como también la vi en un cine de avenida Santa Fé.
Las salas y las zonas y los circuitos sumaban a la experiencia cinéfila. Por eso ahora quizás vemos más, pero recordamos menos: pero no nos vayamos por las ramas.
Tarantino hace ese ejercicio del dónde, además de hacer el ejercicio del con qué cuando se trataba de un doble programa y del qué otras cosas pasaban por su cabeza en ese momento, y eso es clave.
Las “alianzas” que hace entre películas que nombra al pasar cuando habla de una y termina tocando con profundidad capaz uno o dos capítulos más adelante son lo que hacía tan mágico a su poder estructural anárquico y a este que, pensábamos, era un libro de cine.
Porque Cinema Speculation es, en definitiva, más cercano a unas “memorias” que a un libro de historia y, viniendo de quién viene, se celebra enormemente que así lo sea.
Pero esperá que capaz que hay una pálida. Bueh, o casi.
El libro abre también un costado de especulación de parte del lector —o bueno, mía, me hago cargo— y es ¿por qué llega en este momento?
Y la respuesta puede resultar algo amarga: porque antes Tarantino estaba ocupado haciendo películas.
Si bien su nombre es un fenómeno pop y coso, se puede inferir que en ese deseo medio mentiroso de “voy a hacer equis cantidad de películas” y el carácter casi megalómano demente de Había una vez en Hollywood (Once Upon a Time in Hollywood, 2019) —que te puede haber gustado o no, la discusión es la misma— donde se podía inferir un “despedir el cine de antes desde el cine de ahora.”
Obviamente, Tarantino no es Scorsese y quizás por edad o lo que sea, la cuesta para “filmar lo que quiere” se le haga menos empinada, pero uno —o yo, bah— no puede dejar de pensar que este libro existe porque “las reglas del mercado” impiden que haya una nueva película de Tarantino en tiempo y forma.
Ojo, capaz le da paja, pero siendo él una de las pocas “vacas sagradas” que le quedan a la industria, un grupo que ya se puede contar con los dedos de la mano de un manco, quizás esté bueno considerarlo, da para especular un rato.
Y otro ojo más, ya que estamos: si de este escenario de “crisis es oportunidad”, “si sucede conviene” o la frase new age que le quieran meter tenemos un libro de “historia del cine” de Tarantino cada equis cantidad de tiempo, firmo con mi propia sangre.
Pero, de nuevo, son solo especulaciones, como considerar que este libro festivo, lleno de datos y apasionado es, como diría el querido Bob Ross, un “accidente feliz”.