Sí, bueno, parece ser una constante de estos envíos, pero “no puedo creer que llegamos hasta acá sin hablar de…” esta película de hoy.
Sí, quizás he hablado alguna vez en este podcast, pero para hablar de otra cosa —de la que hablo poco y mal acá—, pero estaba convencido que ya había tenido su Míralos Morir.
Tanto es así y semejante era mi duda, que tuve que recurrir a los archivos de este pasquín y revisar.
No sé si alguna vez hablé de los archivos, pero es básicamente una búsqueda en mi casilla de Gmail a la que me envió los newsletters para asegurarme de que lleguen con el siguiente criterio de búsqueda: “miralos morir “título de la película.
Haciendo esa búsqueda exhaustiva de Hemeroteca, me encontré con este textual en forma de promesa cuando hablé de Invasión (Starship Troopers, 1997) hace ¡más de dos años!:
“Showgirls tendrá, seguramente, su episodio (o una miniserie, andá a saber) de Míralos Morir en su momento. No me voy a poner a analizarla (ni defenderla, aunque me muera de ganas), porque en esta historia es simplemente una marca más en el cinturón.”
Así que acá estoy, cumpliendo promesas que hice como un político en campaña para hablar de esa obra maestra —si ni media puta itálica en esto— que es Showgirls (1995) de Paul Verhoeven.

Sí, llegó ese día.
Porque acá estamos, más de veinticinco años después, tratando de entenderla. Y eso, dejame que te diga, es puro mérito.
Miles de veces dije —y seguiré diciendo mientras sean más las reglas que las excepciones— que muchas películas “buenas a propósito” —entiéndase por eso, las pocas prestigiosas que los estudios hacen todos los años para ganar Oscars— nos las olvidamos ni bien termina la temporada de premios.
Ah, pero Showgirls sigue estando ahí, ¿viste?
¿Por qué será?
Pero eso vendrá después, quizás lo más lógico sea contar su historia.
Y empezar por decir que quizás, unos párrafos atrás cuando dije “… de Paul Verhoeven” capaz estaba mintiendo un poco.
“Ah, ahora vas a decir que no la dirigió, como Poltergeist con Spielberg”
Eso lo sostengo, esto no. Pero es “un poco más complejo”.
“Como la política”
Correcto. Porque para entender a Showgirls tenemos que entender a una dupla creativa que se había formado unos años antes que estaba formada por Verhoeven y Joe Eszterhas.
Eszterhas, un húngaro que había llegado a los Estados Unidos de niño y que había trabajado como periodista en varios medios hasta pegarla escribiendo para Rolling Stone que, en ese momento, era un medio serio y no el pasquín que es hoy en día.
El punto es que Eszterhas pasó de escribir artículos a escribir películas, aportando la idea para F.I.S.T (1978) de Norman Jewison, hasta pegarla como nunca con Flashdance (1983), película que coescribió junto a Thomas Hedley Jr. La cosa siguió más o menos normal y sin mucho sobresalto hasta que escribió Traicionados (Betrayed, 1988) y Mucho más que un crimen (Music Box, 1989) para Costa-Gavras y tuvo una idea que le costó vender pero cuando lo hizo, mamita.
Sí, hablo del guión de Bajos instintos (Basic Instinct, 1992) que Verhoeven dirigió y empezó esta dupla creativa que duraría, bueno, solo una película más.
Para entender dónde estaban parados Verhoeven y Eszterhas en el momento de pitchear Showgirls, deberíamos hacernos esta imagen mental: en la cima de una montaña. Si esa montaña era de roca o cocaína, bueno, es pura especulación.
Nadie nunca, incluídos esos ejecutivos a los que les encanta “hacer notas” de cosas para cambiar, estaba en capacidad de decirles nada después del éxito de Bajos instintos.
Así fue como Eszterhas le contó una idea que había tenido a Verhoeven sobre la historia de una chica que—
Para lxs que se mueren si no hay una sinopsis, y preguntan como el sketch de Capusotto “¿Y mi sinopsis? ¿Dónde está mi sinopsis?”, acá tienen:
Showgirls cuenta la historia de Nomi, una chica que llega con una mano atrás y otra adelante a Las Vegas con el sueño de convertirse en la mejor corista del mundo. Corista en la acepción “bailarina en las Vegas” no en la de las que dicen “Salí” en La pachanga de Vilma Palma.
Sí, lo metí y ni te diste cuenta. Dejá, está todo pago. Decía—
Con el amor que tenía Verhoeven por los grandes musicales de la era de oro de Hollywood, Eszterhas le escribió su idea en una servilleta. Servilleta por la que el estudio pagó dos millones de dólares de adelanto, y después le pagó casi otro tanto por el guión terminado.
No hace falta que se diga, pero igual: Eszterhas, ese encantador de serpientes hermoso fue —y probablemente será por los tiempos de los tiempos— el guionista mejor pago de la historia de Hollywood.
Con eso, y con casi cincuenta millones de dólares de presupuesto y un “hagan lo que quieran” que no se veía desde que a Tod Browning se le ocurrió filmar Fenómenos humanos (Freaks, 1932), la dupla hizo lo que quiso.
Mucha de esta aventura —y algunas más también— están en la ¿deliciosa? autobiografía de Eszterhas The Devil’s Guide to Hollywood: The Screenwriter as God! que si estás para emociones fuertes, te recomiendo mucho. Pero esto no es El refugio de la cultura, porque—
La película fue, claro, un fracaso comercial y de críticas.
Bueno, hasta acá la historia oficial, o casi. Nada de esto nos responde lo que nos estamos preguntando. El por qué.
Primero tratemos de entender qué fue lo que fue tan mal. Ese mal pasa a estar en cursiva con el paso del tiempo, como verás. Lo principal quizás, sea entender de dónde venía Verhoeven y a dónde fue con esta.
Sí, nuevamente el eterno caso de “expectativa” vs “realidad” en la mente de lxs espectadorxs. De eso no se puede escapar, diría, nunca. Basta con ver cada semana los hilos e hilos e hilos de pelotudos indignados porque no le dieron el tipo de Nestún que les gustaba.
Sí, podemos estar horas diciendo “pero el cine te tiene que sorprender” pero andá a explicárselo a ellos.
La principal pregunta de los críticos de la época y del público —porque, para qué mentirte, ya estaba trabajando de esto en esa época— era qué era ese animal extraño que acababan de ver. Y el grado de “a propósito” que tenía.
Y acá es donde aparece el primer mérito. Sí, Showgirls es una película con el volúmen en 11, más vale.
(Y digo “en 11” como Klaus Kinski, como Bruce Campbell, o últimamente como Nicolas Cage está “en 11” y no como Sebastián Estevanez cuando intenta llorar, conste en actas)
Sí, es tan fina la línea que dibuja con sus personajes y situaciones que está todo el tiempo bordeando el camp. Y dije bordeando porque, como defensor de ella a ultranza, no creo que se pase nunca.
¿Es “de tan mala es buena”? Bueno, acá voy a tener que elaborar un rato más: no existe el “de tan mala es buena” existen las cosas que te gusta ver y las que no. No existe un patrón por el cual equis cosa es buena o mala y punto.
Si te gusta ver películas que se podrían considerar “malas”, es porque encontrás un placer en eso, y no dejes que nadie te haga kinkshaming. No trates de disfrazarlo en “las veo para reírme” porque verlas sienta una posición y punto. Y está perfecto.
¿Es “de culto”? Nada se hace “de culto” porque sí. Sí hubo factores —el presupuesto casi ilimitado, el fracaso estrepitoso— que pueden contribuir a que una película se haga “de culto”, pero ninguna película nace “de culto”.
Y ahora, claro, me voy a tener que detener en ese “culto”.
Showgirls tiene, a la fecha, dos documentales hechos sobre su historia. Uno que no queda claro cuándo se va a estrenar, Goddess: The Fall and Rise of Showgirls, de Jeffrey Schwarz, director de las hermosas I Am Divine (2013) y Tab Hunter Confidential (2016) y el que sí se puede ver —y paqué me pregunto— You Don’t Nomi (2019) de Jeffrey McHale.
You Don’t Nomi es, a todas luces, una vergüenza. Una película que levanta el “de tan mala es buena” como bandera y hacha a la medida del fan service de los que se ríen creyéndose más inteligentes que lo que están viendo.
¿Y sabés una cosa? Cuando ves las entrevistas que les hacen te das cuenta que, en una de esas, no son tan inteligentes como ellos mismos creen.
Retaría a cualquiera de los que se ríen de Showgirls en ese documental a tratar de coordinar ¡un! plano como Verhoeven y después reírse.
Pero no estás acá para que me indigne, o sí, nidea. Estás acá para tratar de desenmarañar ese misterio que es Showgirls hasta nuestros días.
Ya establecimos qué no es: “de tan mala es buena”, “de culto”, ni “mala a propósito”
La gran pregunta que nos deberíamos hacer es “¿Qué es Showgirls?”
Y la respuesta, por más extraña que suene, es bastante simple. Solo hay que remontarse a su fracaso inicial y tejer una breve hipótesis.
Quizás lo que la gente se bancó menos en Showgirls, y lo que hizo que no funcionara como debería es que el objetivo de Verhoeven en esta era directamente “el sueño americano” y no tanto la policía o los milicos como en Robocop (1987) o Invasión respectivamente.
Hoy más de 25 años después, Showgirls es objeto de estudio, y no tanto en términos de “qué fue lo que salió mal” como en los de terminar de desenmarañar una película que resultó tan compleja que necesitó el peso del tiempo para hacerle justicia.
Sí, si no la viste, capaz deberías hacerte el favor.